Tercera Parte: Nuevos reyes IX

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KAFELE

Zoser encabezaba el grupo, integrado por Sahure, Hatshepsut y cinco alumnos que pertenecían a los diferentes halcones. Estos últimos eran, por así decirlo, los que serían lanzados primero al fuego si algo no resultaba bien, ya que no podían darse el lujo de perder la vida de personas que sí valieran la pena. No es que ellos fuesen unos inútiles, no, porque formaban parte de Egipto y todos los ciudadanos eran importantes, excepto aquellos que desafiaban a sus lideres y superiores. A veces, gobernar requería de sacrificios —cualquier clase de sacrificios —, pero para asegurar la continuidad y la victoria del plan, no todos podían ser entregados a la muerte, por lo que una selección debía realizarse, sin mencionar que funcionaba como una prueba de fortaleza, valentía y astucia para los elegidos.

Tal como lo previsto, era de noche y las luces, escasas, al igual que el movimiento por el campamento hicso. Para no poner en riesgo la misión, el mismo Kafele decidió someterse al reemplazo y al robo, tomando como escolta a Sahure; esperaba que sus habilidades como luchador fueran equivalentes a sus aptitudes intelectuales.

Como ya lo habían hecho una vez, utilizaron a las siete personas restantes para distraer a los enemigos mientras otros se ocupaban del verdadero objetivo.

Antes de dividirse, Kafele le recordó a Zoser que muchos podrían reconocerlo, pero que debía convertirlo en una ventaja porque él también podría distinguir ciertos movimientos y tácticas de combate. Además, serían de gran ayuda para la batalla final.

Sahure y el que se hacía llamar Zaid Ziyad se disfrazaron de sombras lo mejor que pudieron, mas el hechizo nunca había llegado a cubrir un cuerpo por completo. Para evitar ser vistos, tuvieron que recurrir a la implementación de vueltas, giros y flexiones de rodillas cual bailarinas. A pesar de las dificultades, lograron encontrar la misma carpa en la que habían guardado las armas la última vez y, para su suerte, su propósito no había cambiado.

Kafele intentó mirar en todas las direcciones para prevenir cualquier peligro o situación poco prudente. Había hombres que mantenían su guardia sin hacerle caso al escándalo que estaban provocando los invasores. La solución que le pareció más útil fue levantar altos muros de piedra para acrecentar la oscuridad. Fue realizado de una manera tan sutil, que nadie lo notó, aunque requirió de mucha paciencia por su parte.

Ingresaron sigilosamente, corriendo lo menos posible las telas. Como era de esperar, el interior estaba vacío. Si no hubiese sido así, estarían en graves problemas, no por la compañía, sino por la falla de sus poderes, ya que se había ocupado de corroborarlo.

Notaba que Sahure no veía la hora de poder hacer ruido y movimientos exagerados sin ningún temor, mas, allí y en ese momento, no era lo más ideal para nadie.

El heredero quitó el manto protector que los cubría y comenzó a invocar uno en el que había estado practicando desde hacía varios días: un silenciador. Como no había tenido el éxito deseado y la calma absoluta no estaba a su alcance, se le ocurrió que lo mejor sería desviar los sonidos para que provinieran de otra parte. Cualquiera creería que era algo tonto y que Zaid Ziyad estaba dejando de ser tan asombroso como antes, pero había sido algo realmente difícil descifrar la participación del aire en cómo los oídos perciben al mundo.

Para cuando terminó, varios minutos transcurrieron, quizás, más de los supuestos. De todos modos, nada lucía anormal, al menos hasta que un varón gigante entró y los vio acomodando un par de arcos y flechas. Gritó, pero, al estar adentro de la carpa, su voz acabó disminuida y en otro lado. Sin embargo, él no se dio cuenta, por lo que confió en que sus compañeros irían a rescatarlo.

Llevaba puesta la armadura completa, lo que incluía una malla metálica, un casco y un escudo en mano, entre otros protectores en las muñecas y en las rodillas. Estaba listo para la pelea, sólo le faltaban unas dagas y una buena y filosa espada.

Esta vez, ya conocían sus propios puntos débiles, así que ya habían planeado qué hacer en una situación como esta: lo primordial era sacarle el casco, aunque también podían hacerlo a la antigua y derrotarlo en un combate cuerpo a cuerpo, pero significaría que perderían más tiempo.

El guerrero reaccionó rápido y desenvainó su espada antes de que su oponente tuviera la oportunidad de tomar algo mejor que una lanza. Con las dos manos sostuvo su arma y la dirigió al hombro izquierdo del hicso. Era bastante simple y delatador, mas Kafele bien sabía que cinco de sus dedos estaban buscando un puñal escondido bajo su extraña manga. A una velocidad impresionante dio un doble ataque: uno fue detenido y el otro terminó en el muslo. Sahure no se detuvo allí y cerró su espectáculo subiendo el metal hasta sus vísceras como un carnicero. Con la extensión de uno de sus pies, lo derribó y le pisó el cuello con una fuerza brutal.

—Se suponía que debías sacarle el casco —susurró Kafele.

—Su final hubiese sido el mismo —dijo simplemente —. Ahora sigamos, que no guardamos algunas cosas todavía.

Continuaron como si nada hubiese pasado, mas la opinión de Kafele sobre ese chico y sobre la influencia que podía llegar a tener en sus hombres cambió.


Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now