Segunda Parte: Viejo y nuevo XX

2 0 0
                                    

BADRU

Alguien sacudió su brazo izquierdo mientras dormía. Se defendió, pero, rápidamente, notó que no había motivo para contraatacar o, bueno, por el momento.

— ¡Por Osiris! ¿Podría decirme qué está haciendo aquí?

De repente, Badru recordó cuál era la razón de su vagar por el desierto y se relajó un poco. ¡Qué suerte la suya! Sin haber actuado, encontró a quien buscaba. Ahora sentía ansiedad. Ya debían regresar, pues habían pasado muchos días.

—Seneb, ¡qué bueno que esté aquí! Verá, Amunet está...

—Sé lo que le sucede.

—Entonces venga, necesito que la ayude.

—Yo no he dicho que iba a ayudarla. Nadie puede hacerlo. Ella está sola.

—Pero... pero... ¡usted tiene que hacer algo!

Se tomó unos instantes para mirarlo, para comprobar que estaba bromeando, pero estaba hablando muy en serio.

—No...

La boca del estómago se le estrujó y le fue imposible respirar por la nariz. La cabeza le dolía y se sintió mareado.

— ¿Por qué siempre hace lo mismo? Usted es el único que puede ayudarla y, aun así, no hace nada. ¿Quién se cree que es para decidir el destino de las personas?

—Badru...

—No, cállese —dijo dolido el muchacho—, si no va a decir algo que ayude a Amunet, cállese.

—Badru...

El aludido cayó de rodillas sobre la tierra seca y no se molestó en guardarse las lágrimas. Era lo último que podría hacer bien por ella —o lo único—, y fallaba. Era un total inútil. Siempre lo había sido, no era una sorpresa, pero pensó... pensó que por ella sería diferente. Badru experimentó impotencia ante los designios de los dioses, y odio. Odio a Seneb, a los deidades y a sí mismo. Se detestaba con toda su alma.

—Badru, ella está bien. Ella estará bien, sólo déjala decidir.

Levantó la mirada y la posó en el anciano. ¿A qué se refería? Si era otra clase de acertijo, juraba que lo cortaría en pedacitos.

Seneb colocó una mano sobre su hombro y susurró amistosamente:

—No hay un secreto detrás de mis palabras, muchacho. Amunet estará bien, lo prometo, pero, ahora mismo, no puedes hacer nada por ella, sólo esperar.

No comprendió todo, mas la tranquilidad con la que había pronunciado las palabras fue tal, que terminó creyéndole. Sonaban como si proviniesen del corazón, y de este no salen mentiras.

—Pero sí deberías tratar unos asuntos conmigo. Ha llegado la hora de que conozcas tu destino.


Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now