Primera Parte: Dolor y lamentos XVII

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BADRU

Navegaban con lentitud, ya que apenas habían zarpado. Era la barca funeraria más barata de todas. No era lo más apropiado, pero era eso o nada. Era extraño porque aquel barco representaba el camino de Ra por el cielo y ellos eran descendientes de los herederos de Isis. Badru supuso que al ir por el río unificaban, en parte, a las dos mitades de la leyenda.

Realizó un sacrificio a los dioses y se dijo que estaba listo para comenzar. Bueno, en teoría, todo estaba adecuadamente preparado, es decir, tenía el vino de palma, los vasos canopos, las varillas, e natrón, las tiras de lino y los amuletos; no faltaba nada. Pero, por más que no quisiera, él era quien debía hacerlo, tanto por la tradición como por la promesa a Zaid Ziyad.

Sacudió la cabeza y respiró hondo varias veces. Sólo tendría que pensar que era otra persona, una desconocida, por ejemplo, y en eso se enfocó cuando fue sacándole el fino vestido. Actuó con la menor velocidad posible para atrasar el momento, para que fuera menos real, como si ella durmiera nada más.

Allí no había espejos, pero no los necesitaba para saber que estaba blanco como un jazmín, aunque la verdadera belleza estaba frente a sus ojos. Miró la tranquila cara de Amunet siendo consciente de que sería la última vez...

Prosiguió entre lágrimas, llegando al punto que había preferido evitar. Fue entonces que, bajo una visión no muy clara, distinguió que Amunet tenía una mancha en el hombro izquierdo. Por lógica, creyó que era un hematoma provocado en algún entrenamiento o algo así, pero, en cuanto logró darle nitidez a lo que veía, notó que no podría haber estado más equivocado. En efecto, era un tatuaje del colgante, idéntico al original. Mientras trataba de darle un sentido a la situación, tocó accidentalmente su mano.

— ¿Qué demonios...?

También palpó su brazo, su cuello, sus pies y sus mejillas. Tibio, todo estaba tibio. Se concentró en el olor, pero no percibió nada fuerte a pesar de estar junto a un cuerpo que llevaba varios días sin vida. Podía ser que... No, no había signos vitales, mas no dejaba de estar fuera de lugar. Debería estar fría y comenzando el proceso de putrefacción. ¿Qué estaba pasando? Había tratado con varias defunciones como para no estar en lo cierto.

La respuesta sería totalmente fantasiosa, de seguro, y, si permanecía en esa barca, no la encontraría nunca. Oró a Ra para que fuera una buena noticia.

Ordenó a los pocos remeros que lo acompañaban que se detuvieran.

Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now