Tercera Parte: Nuevos reyes XVII

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BADRU

Mientras avanzaban utilizando sus extremidades humanas y las estrellas describían historias eternas y bellas, Amunet se detuvo. Comenzó a hablar al segundo, pero ese pequeño lapso de silencio le bastó a Badru para observarla de pies a cabeza y admirarla más y más con cada parpadeo.

—Siento algo, pero no sé qué es, no lo entiendo.

— ¿Cómo si fuera otro idioma?

—Podría decirse.

—Quizás debas sentarte —dijo Badru obligándola a tomar asiento, a lo que ella respondió con un alejamiento de la mano que se había posado en su brazo sin el consentimiento de su dueño ni de la afectada.

—Suéltame, niño. Los adultos deben trabajar aquí.

Se distanció sin problemas, pues todos sus intentos por insultarlo no lograban más que sacarle una sonrisa por lo débiles que sonaban. No se había enamorado de la persona más simple de Egipto, tendría que entenderla y esperarla el tiempo que fuese necesario.

—No lo consigo.

—Estoy bastante seguro de que no estás enfrentando el problema desde el ángulo correcto.

—Tienes... razón. ¿Cómo no lo vi?

Se puso de pie y miró directo a la Luna casi llena. Levantó su mentón y cerró los ojos. Estuvo así por un rato hasta que, de repente, retornó con su caminata agresiva, y sus bloques de tierra poco amistosos para el estómago de Badru, quien se subió a uno en un santiamén, involuntariamente.

— ¿Qué sucedió?

—Hablé con él.

Tenía ganas de gritarle que eso ya lo había comprendido, que sólo usó la pregunta de cortesía para no ir directo al grano, mas no se encontraba en las mejores condiciones para armar largas explicaciones, por lo que aguardó.

—Ya sé dónde están, él no me lo dijo, pero lo descubrí.

— ¿No te lo dijo?

—No cree que soy yo, y no lo hará hasta que me vea. No sabe que estamos yendo hacia allí.

— ¿Y de qué hablaron, entonces?

—Mi supervivencia y los cambios de planes.

— ¿Cambios de planes?

—Sí, tengo una aproximación a lo que nos conviene hacer.

—Sólo Ra sabe cómo logran inventar tantos planes en tan poco tiempo.

—Con instinto, algo de lo que careces.

—Y no me quejo

Abandonaron sus transportes en cuanto se volvió peligroso y demasiado llamativo tanto para los enemigos como para los aliados que todavía no conocían la verdad.

Las primeras luces del día acompañaron su entrada al campamento, el cual estaba repleto de hombres apagando fogatas y mujeres practicando sus tiros, y de halcones volando de un lado al otro.

Los más dormidos, alzaron sus armas para amenazarlos, mientras que los más lúcidos creyeron que estaban durmiendo todavía. A pesar de caminar junto a ella, nadie puso los ojos en Badru ni por un segundo. Bueno, después de todo, él no había vuelto de entre los muertos, aunque Amunet jamás había fallecido, lo que anulaba todo ese razonamiento, pero no quitaba que todo un ejército debió de haberse lamentado por su partida.

— ¿Dónde está Zaid Ziyad? —preguntó Amunet.

—Por allá —le señalaron.

No podía creer que mantuviera la compostura como si nada hubiese pasado, como si no la trataran diferente, o como si no se sintiera diferente.

Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now