Tercera Parte: Nuevos reyes XXVIII

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AMUNET

— ¿Te has dormido en serio? —dijo Amunet al sentarse junto a Badru.

—No, pero no negaré que estuve a punto de hacerlo.

—Menos mal que tú no eres el elegido.

—Opino lo mismo —coincidió entre risas, por lo que ella también rió.

— ¿De qué querías hablar?

El muchacho no quiso contestar. La invitó a recostarse sobre la arena y a observar el maravilloso cielo que les daba un techo. Una brisa de paz la recorrió y un mensaje tácito de Isis le llegó. Amunet lo interpretó como su modo de felicitarla.

— ¿Realmente te has hecho la idea de que...?

— ¿De que gobernaré un país? —completó Amunet — Sí, es difícil de creer.

— ¿Piensas que estás lista?

—No... no lo sé. Nunca quise nada de esto, pero... lo inesperado no está tan mal.

Una fuerza extraña se apoderó de su cuerpo e hizo que le tomara la mano a Badru.

—Gracias por el casi cumplido.

—De nada —dijo tornando normal a la situación otra vez, su propia definición de normal —. Esto es por lo que dijo Kafele, ¿cierto?

—Sí... No confío en él.

— ¿No confías en él como gobernante o como mi compañero?

—No quiero que sea una mala influencia para ti.

—Badru, ya no hay más influencias, ¿está bien? Ya no dependo de él, ya no soy inferior a él. De ahora en más, vamos a ayudarnos, vamos a ser como hermanos. Respetaremos las decisiones del otro y complementaremos nuestros ideales.

—Ninguno de nosotros sabe lo que tener un hermano significa.

—Kafele sí, aunque no le tocó uno fácil. Pero ¿sabes qué? Aprenderemos. De alguna manera, los dioses están colaborando para que esto funcione como ellos desean.

—Bueno, es que ustedes ya hicieron mucho.

—No, no, sólo seguimos nuestros destinos.

La charla parecía cerrada, por lo que Amunet continuó observando lo que la rodeaba mientras oía la respiración de Badru. Ya habían dormido juntos antes, pero esa era la primer vez que descansaban tan cerca con otras mentalidades. Se sentía bien,. pacifico, como si todo lo que necesitara ya lo tuviera.

Sus párpados se cayeron con el peso del sueño y ya casi vagaba por esos mundos de ensoñación cuando el chico volvió a hablar:

— ¿Qué será de mí, Amunet?

— ¿Qué? —dijo como quien se despertaba recientemente. Sólo le faltaba el bostezo, que, en efecto, llegó.

—Oh, lo siento.

—No, está... está bien. Pero sé rápido, por favor. No, conciso.

—Una vez que ustedes se conviertan en los faraones de Egipto, ¿dónde estaré yo? ¿Qué haré con mi vida?

Bien, si deseaba que le brindara su total atención, lo había conseguido. La verdad era que Amunet no quería, bajo ningún punto de vista, pensar en el futuro. Ya lo había hecho, y también incluiría al pasado. El único tiempo que había perdido importancia había sido el presente, y ella tenía todas las intenciones de devolverle su relevancia, tanto en su vida como en la de los dos jóvenes que la acompañaban. Pero nunca podría pedirle a Badru que fuera como ella, porque, simplemente, no lo eran, y era inútil fingir que a él lo nuevo no le causaba terror, porque no era el elegido y, por eso, nunca lo entendería.

Ahora, la que comenzaba a asustarse era Amunet.

—Lo único que puedo ofrecerte es lo que mencioné más temprano: ser la voz del pueblo.

— ¿Lo único?

— ¿Qué más quieres? Creía que el poder y las joyas no te importaban, y que ayudando a sacar a relucir el verdadero pensar de la gente ibas a estar feliz.

— ¿Qué más quiero? ¿Realmente tengo que decirlo?

—No —contestó con la voz apagada.

Sabía a qué se refería, mas no estaba lista para algo así, ni siquiera para razonar sobre el asunto.

—Sólo quiero pensar en el presente, Badru. El tiempo ya dirá.

—El tiempo lo dirá.

Eclipse Rojo (Luna Negra II)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang