Segunda Parte: Viejo y nuevo XXIV

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KAFELE

A continuación, comenzó a forjar su propio destino. Ya no tenía a nadie que le dijera qué debía hacer. No seguía órdenes. Podía hacer lo que quisiese, sin dudas.

Su actitud fue así de impulsiva hasta que conoció a Seneb, quien le brindó charlas y le enseñó cosas que nadie más le podría haber mostrado. Además, había sido el único que había creído verdaderamente en él.

Junto a aquel viejo, aprendió a ver a la sociedad de una forma diferente, empezó a comprender quién era y qué quería hacer.

Luego de su último encuentro en ese año, Kafele salió a buscar todas esas promesas que "estaban escritas en las estrellas". Halló las paredes que contenían la leyenda y el mismísimo sitio en donde había ocurrido la entrega de los colgantes, sin mencionar la extraña energía que fluía del lugar que terminó convirtiéndose en el Salón de Isis.

Su importancia lo llevó a preservarlos bajo sus poderes, para que nadie más pudiera verlos, aunque, de todos modos, estaban cubiertos con grandes cantidades de arena; claramente, estaban abandonados, siendo sólo custodiados por los dioses.

Sin embargo, no todo podía ser bonito, y la acción retornó con rapidez, ya que, en uno de sus viajes, oyó que un par de hombres hablaban entre susurros sobre un tal Hondo y que era alguien poderoso e influyente que organizaba su propio ejército como oposición a la ineptitud del nacional. Es que Egipto nunca había necesitado una armada ruda porque las invasiones no eran comunes, pues estaban perfectamente aislados desde todos las direcciones. Sólo los caballos y esas cosas redondas explicaban cómo los hicsos habían llegado tan lejos.

Kafele decidió espiarlo, para así poder comprenderlo e imitarlo, si es que valía la pena o, bien, eliminar a la competencia.

Ambos terminaron aliándose y Kafele, que ya para ese entonces se hacía llamar Zaid Ziyad, construyó su guarida utilizando el regalo que Ra le había dado.

Se hizo temible, pues asesinaba a quien fuera un obstáculo o a quien lo molestara, y a algunos inocentes con el único objetivo de crear un personaje que los demás sintieran que debían respetar, un rey paralelo a los que ya se presentaban simultáneamente.

La historia en sí, sonaba fantástica, mas ahora era un dolor de cabeza. Todas las historias se agolpaban en su mente y lo atormentaban. En el momento había parecido tan sencillo... Ideó un plan, lo llevó a cabo y creó otro, el cual siguió con sabiduría. No le había costado en absoluto, porque tenía bien clara su meta y sus descontroladas emociones lo habían estimulado.

En la actualidad, conocía a lo que ansiaba con fervor. El problema era que no sabía cómo enfrentarlo, qué camino seguir, pues no podía negar que todo lo que había transcurrido le había afectado. Aún le afectaba; los sentimientos reprimidos y la muerte de Amunet no habían pasado por su vida sin dejar una huella. No deseaba admitirlo, pero lo habían hecho.

Desde que la había conocido se había desatado el descontrol en su interior y lo había percibido. Pretendió que no había sido así, pero es que, simplemente, cada situación se había acumulado y sentía que ya no podía soportarlo más.

Bueno, pues se equivocaba. Cada piedra, cada problema, era una prueba más que los dioses le daban, para demostrar la dureza de su corazón, porque sólo Ra sabía lo mucho que le dolía no tenerla a su lado y verse obligado a hacer esto solo. En poco tiempo, se había convertido en alguien fundamental, tanto en la misión como en su vida. No había imaginado que ella no era una parte esencial del plan porque estaba seguro de que era la elegida y que nadie sería mejor que ella.

Amunet ya no estaba, y lo único que le quedaba era salir adelante, pues él, Zaid Ziyad, sería el próximo rey de Egipto, sucediese lo que sucediese.

Dejó atrás sus preocupaciones pasadas y se enfocó en el porvenir.

Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now