Tercera Parte: Nuevos reyes V

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BADRU

Los nudillos le temblaban, pero aun así llamó a la puerta. Se oyeron diferentes voces y, a continuación, tuvo un rostro frente al suyo: el de su viejo amigo. Intentó hablar. Sin embargo, la expresión que veía no le permitía formular ninguna clase de pensamiento.

— ¿Tengo que recordarte cuántos días acordamos y cuántos te excediste?

Por Seth, sonaba enojado, casi furioso. ¿Cómo se excusaría? No, no podía, no había excusa que valiera. 

«No puedes pedirle a alguien que guarde un cuerpo y luego largarte indefinidamente«.

Lo único que sabía es que ya no le interesaba resolver problemas cómo lo harían los demás. Lo más probable era que fallara, pero sería a su manera.

—Lo siento, Tumaini —susurró Badru.

—Espero que tengas una explicación.

—Para mi mala suerte, no la tengo.

—Me la darás de todos modos.

—Pero...

—No quiero mentirle ni una sola vez más a mi esposa. Ya tuve que cambiar dos veces al cuerpo de lugar...

— ¿Todavía lo tienes? —lo interrumpió Badru lleno de euforia.

—Sí. El que no lo tiene es Osiris. ¿Qué le has hecho a ese cuerpo?

— ¿A qué te refieres?

Alguien habló desde adentro y Tumaini aclaró la identidad del visitante. Luego, cerró la puerta y comenzaron a andar por los caminos desolados.

—Me diste a una mujer que está viva —exclamó asustado y desconfiado.

—Ella no est...

— ¿Qué le hiciste?

— ¡Nada!

—Está como en un profundo sueño, ¿por qué? ¿Por qué me dijiste que estaba muerta?

No tenía idea de qué contestar. La verdad no era una opción, pues jamás le creería sin una prueba digna. Tampoco le gustaba mentir a alguien que lo había ayudado, no estaba bien.

—No sé qué le sucede, Tumaini. Me encantaría tener una respuesta, pero aún no lo comprendo. Fui a buscar explicaciones, ayuda, pero no obtuve nada.

Su amigo no acotó ni una palabra, mas en sus ojos se reflejaba la desconfianza y el asco, la decepción.

—No le hice nada, lo juro. Jamás la lastimaría. Jamás.

Todos sus músculos parecían estar preparándose para una huida. Si con palabras no lo había convencido, su mirada lo haría.

Tumaini dio un paso hacia atrás y Badru, instintivamente, lo tomó del brazo para evitar que se escapara, lo que provocó que su decisión de partir fuera más certera.

No tendría otra oportunidad, así que lo miró directo a los ojos de manera penetrante, intentando no parpadear. Se le secaban aquellas lentes humanas y la mano ya le dolía de aguantar tanta presión, pero estaba seguro de que detrás de todo ese sufrimiento físico podía vislumbrarse su corazón amable y paciente que, a pesar de no ser perfecto, siempre intentaba dar lo mejor de sí.

Se conectaron por unos cortos segundos, los cuales bastaron para ablandar sus cuerpos. Finalmente, se apartaron en todos los sentidos.

— ¿Qué está sucediendo aquí, Badru? —preguntó con un tono mucho más amable.

—Nunca me creerías.

—Puedes intentarlo.

—No, sólo necesito el cuerpo de Amunet.

—No evadas mi pregunta.

—No lo hago. Algún día, descubrirás qué está pasando, pero ahora quiero que salgas de este lío antes de que otra cosa extraña pueda aparecer.

El joven dudó y se mantuvo en silencio, mientras que Badru le rogaba sin palabras que cediera.

— ¿Por qué debería confiar en ti?

—Porque... —No deseaba admitirlo, pero lo haría si esa era la única forma — Porque Ra y todos los dioses saben lo inútil que soy, que arruino todo lo que toco, mas soy una buena persona. Siempre lo he sido y lo sabes. Un viejo loco me dijo que ella estará bien y que yo tengo un gran destino. No sé a qué se refería, pero creo que lo único que puede definirse como mi destino es terminar lo que empecé: aunque no lo hice formalmente, prometí cuidarla, y eso es lo que haré hasta que Osiris me ordene lo contrario. ¿Entiendes?

—Eso... creo.

—Entonces llévame a donde tienes su cuerpo y dámelo.

Badru se sintió como la persona más persuasiva del mundo, pues Tumaini comenzó a seguirlo sin pedir nada más. Ahora que lo había logrado, la autoestima le llegaba hasta el cielo; podía alcanzar las metas que quisiera si tan sólo se lo propusiera.

—Tengo una condición —dijo Tumaini de repente.

Bueno, la gloria le había durado bastante. Algo era algo.

—Nunca volveremos a vernos. No nos cruzaremos, no hablaremos, no volverás a tocar mi puerta, nada.

—Está bien. Mi intención no era meterte en esto, pero debía recurrir a alguien.

—La próxima, asegúrate de que ese alguien no sea yo ni nadie de mi familia.

Asintió. Claro que aceptaba. ¿Cómo no iba a hacerlo? Realmente, si dependiera de él, tomaría a Amunet —viva — e se mudarían a Nubia, pero nunca, jamás, en el registro de todas las personas de la historia egipcia, la vida había sido tan sencilla: un simple deseo pensado y hecho realidad.

De todos modos, notó que lo había metido en una situación extraña, ajena, peligrosa y misteriosa, y esto no se le había pasado por la cabeza antes. Badru odiaba su vida, pero era lo que había heredado, esos problemas estaban en su sangre después de todo, aunque no le gustara. Su amigo, sin embargo, no estaba relacionado en absoluto, estaba limpio, hasta que lo sumó a la aventura de cuidar un cuerpo muerto que no fallecía. Sí, no necesitaba que le aclararan que había sido un egoísta.

Cuando llegaron a una casucha y descubrieron al cuerpo —se encontraba tapado con hojas de palmar —, Badru pudo sostenerla en sus brazos, que él ya no sabía si eran frágiles o fuertes, sólo que aguantarían lo que fuese necesario por ella.

Pronunció una disculpa y se marchó para no regresar.

Por ella, creería en ese "ella estará bien" de Seneb. No perdería la última llama de esperanza.


Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now