Eclipse Rojo (Luna Negra II)

Tercera Parte: Nuevos reyes XX

BADRU

Los guerreros se estaban juntando en grupos porque no soportarían un segundo más de espera; se suponía que la batalla ya debería haber empezado. Creían que, si no se apresuraban, la derrota sería inminente, pues el ejército enemigo avanzaría antes que el de ellos y obtendría el factor sorpresa. Luego de tantas pérdidas, no podían permitir que los hicsos tomaran la ventaja.

Amunet intentó apaciguar a la multitud, mas nunca había tenido la autoridad de Zaid Ziyad, nadie se había tragado su poder. Si quería ganárselos, debía hacer algo, y rápido.

Badru la observó seguro de que recurriría a la violencia en un simple parpadeo. Pasaron dos parpadeos, luego tres, y cuatro, y cinco... y cinco más. No estaba fuera de sus cabales, no estaba distraída ni nerviosa. ¿Qué le sucedía entonces?

Mientras tanto, los demás pedían respuestas que estuviesen acompañadas por acciones concretas. Cuando la noche cayó, incluso Hondo adquirió sus dudas.

— ¿El ataque se mantiene? —preguntó un joven.

—Ya no creo que ganemos —comentó Auset.

—No nos rendiremos —la contradijo Zoser.

— ¿Y cuál es el sentido? ¡Vamos a perder! ¡Vamos a morir!

—No lo haremos —dijo, de repente, Amunet con firmeza.

Todos empezaron a discutir entre sí y Badru pasó a no comprender nada. Lo único que le parecía real en ese momento era el descontrol y la falta de confianza entre compañeros. ¿Existía algo que Zaid Ziyad pudiera decir para unificar a todos esos hombres, para borrar sus diferencias? No, no existía.

Sin embargo, en ese preciso instante, ocurrió algo que sí pesaría sobre la actitud de los soldados.

Caminó de espaldas, sin mirar atrás. Chocó con decenas de personas y se desvió un par de veces intentando alcanzar a Amunet. Sintió que tardó siglos, mas cuando lo hizo, ni siquiera fue capaz de verla a los ojos, porque no podía deshacerse de lo que pintaba el cielo.

—Badru, no me toques.

—La Luna...

No hizo falta agregar otra cosa; la mirada, el brazo extendido y su expresión fueron suficientes. La Luna se había comenzado a teñir de rojo.