Primera Parte: Dolor y lamentos XII

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KAFELE

Ya que se suponía que el viaje iba a ser bastante corto porque sólo se fusionarían, el barco no se había movido de lugar y estaba todo listo. Ya les había avisado que se retrasaría un poco.

Notó que el colgante de Isis había desaparecido, y supuso que Amunet lo llevaba todavía consigo. No iría a buscarlo, a pesar de que existiera la posibilidad de necesitarlo, porque sería volver a arrojarse a arena movediza. Además, ¿para qué lo necesitaba?

¿Badru se lo quedaría? Al final, era de él. Eso quería verlo... si tuviera el tiempo para esas estupideces.

Se guardó varios papiros en el bolso —quizás, los necesitarían tras el cambio de planes— y, luego, entró en su habitación para agarrar su pañuelo azul y ponérselo. Cuando lo hizo, notó que su cama estaba falta de sábanas, las cuales se encontraban en el piso, perfectamente estiradas.

Había sido Seneb, seguro; él era el único que podría saberlo y el más insistente con su pasado.

Su primer instinto fue ir a buscarlo y matarlo, no tenerle más compasión. Mas lo pensó dos veces. El que hubiese hecho eso era Kafele, y ya no lo era desde hacía tiempo. Sólo por eso apartó la idea. Se suponía que él debía ascender, no retroceder, y, sin dudas, acabar con el hombre que más lo había ayudado en la última década, no significaba otra cosa que volver sobre sus pasos.

Esta reflexión sí sonaba más a Zaid Ziyad y, además, ¿de qué le serviría tener sangre de otra víctima sobre sus manos? ¿Derrotaría más rápido a los hicsos? No, probablemente sólo lo retrasaría.

Parpadeó y, cuando creyó que poseía el control sobre sus emociones, volvió a ver la esquina de la habitación. No quiso hacerlo, no fue su intención autoirritarse, aunque, de todos modos, no era obra suya, sino de Seneb y de su familia. Siempre Sefu había sido el inteligente, el útil, el poderoso, el habilidoso, el que tenía las estadísticas a su favor... Lástima que todas esas virtudes no le sirvieron para nada cuando Kafele lo miró a los ojos en aquella fría noche, le hizo saber el odio que le profesaba a través de la manipulación mental y le cortó la garganta con su propio cuchillo. Podía sentirlo todo otra vez, como si hubiese sido...

— ¡Pero qué inteligente eres, Seneb! Este era tu plan, ¿cierto? Que recordara quién soy, cómo me llamo y de dónde vengo. Bueno, si de alguna manera puedes oírme, el pasado es algo por lo que no hay que preocuparse, porque ya sucedió. Lo único que importa es el ahora y, ahora mismo, ¡mi país está siendo invadido por esos malditos hicsos!

Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now