Primera Parte: Dolor y lamentos VIII

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BADRU

— ¡Seneb! —gritó— ¡Vuelve!

— ¿No lo oíste? No regresará hasta que estemos "listos", y eso será... Mmm... déjame ver... nunca.

—Él siempre vuelve y, además, cambiando de tema, o retomando el anterior, en realidad...

— ¿Sí? —lo interrumpió Zaid Ziyad.

— ¿Crees que es importante lo que le dijo a Amunet?

—Tan relevante como tus sentimientos.

Badru, por el contrario, sí creía que era importante, aunque, quizás, era porque estaba relacionado con Amunet.

¿Algún día se desprendería de ella? Ya no estaba físicamente, pero su recuerdo lo atormentaría por siempre. Tendría que acostumbrarse a vivir sin ella, a no verla, a no tener ni la más mínima posibilidad de saber si se encontraba bien.

De repente, se preguntó algo: ¿Amunet triunfaría en el juicio de Osiris? Porque, para ser sincero, no había hecho mucho por los dioses y, si había muerto, era porque, en realidad, no era la elegida. La última vez que realizó un acto de bondad debió haber sido cuando era una niña que jugaba con su muñeca, cuando la maldad no la había corrompido. De las cuarenta y dos confesiones negativas de Maat, seguramente, Amunet podía incluirse en apenas la mitad. Es decir, no podría decirle al dios de los muertos que no había causado sufrimientos y llantos a los hombres, que no había cometido crímenes, seguido a su ambición o asesinado, o, conociéndola como lo hacía, le era imposible afirmar que no había blasfemado a los dioses ni impedido que se manifestaran. No podría gritar que era pura.

¡Dioses! ¿Qué sería de ella?

— ¿Simplemente te quedarás allí, juntando polvo?

La voz de Zaid Ziyad lo trajo de nuevo al mundo de los vivos. Le dirigió una mirada llena de confusión, hasta que se acordó de lo que había solicitado. Sin embargo, antes de proceder, lo observó un poco más. Su expresión era la de siempre, pero estaba rodeada por cansancio, músculos tensos y aquella energía que espantaría a cualquier animal que supiera reconocer las problemáticas que revoloteaban en la cabeza de ese hombre.

Si Badru se hubiese hallado ante una persona normal, le habría preguntado si estaba bien y si podía ayudarlo de alguna manera. Pero era el creador del Nilo, todo un personaje, todo un villano. De todos modos, ¿lo era? Que era una mala persona eso nadie podría negarlo, ¿mas eso lo convertía en el retorcido enemigo del héroe de los cuentos? Ya había reflexionado sobre esto y había concluido que, si debía elegir entre malo y peor, entre Zaid Ziyad y los hicsos, escogería al de su mismo país. Badru no consideraba a los extranjeros como asesinos a sangre fría como los nativos pensaban, pero aprobar que dominaran Egipto era algo muy diferente. Claro que sus intenciones podrían estar justificadas, pues quién sabía si habían sido expulsados de sus tierras y necesitaban un nuevo hogar, o si estaban devolviendo un golpe.

No era como Seneb, que repetía sin cesar que todo estaba escrito en las estrellas. No poseía semejante paciencia y fe ante los giros de la vida, por lo que no se dejaría consumir por las llamas por asegurar que Egipto ganaría, que Zaid Ziyad ganaría, pero tenía la certeza sobre un sólo aspecto: su país no sería el mismo después de la batalla. Tal vez, las reformas religiosas no serían profundas, ya que, en el caso del pulverizador, se volvería estricta, y, en el de los extranjeros, decaería un poco, mas no desaparecería, porque ya habían incorporado los dioses egipcios a sus creencias. El problema surgiría en la economía y en la política, por no mencionar la vida de la gente.

De todos modos, nada importaban sus preocupaciones, ya que, al fin de cuentas, el no tendría influencia en semejantes decisiones. Bueno, si sus sueños nocturnos contaban, podía ser.


Eclipse Rojo (Luna Negra II)Onde histórias criam vida. Descubra agora