Capítulo 10

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El cuerpo de Jennie tembló al simplemente recordar ese día tan horrible.

—Rosie, Rosie...

Murmuraba la morena, meciéndose en el sofá y contando mentalmente hasta diez, como le había enseñado su psicóloga.

—Rosie.... Rosie... ¡Rosie!

Se puso de pie y corrió hacía su mejor amiga ni bien la vió cruzar la puerta del departamento.

—¡Roseanne Park! ¿¡Se puede saber en dónde diablos estabas!? —preguntó con los brazos en la cintura y el ceño fruncido.

Rosé rió despreocupada y le dió una palmada en el hombro a la morena justo antes de caminar hacia la cocina.

—Tenía hambre y estaba aburrida, entonces fuí por algo de comer a el Starbucks de la otra cuadra, Jen, no te preocupes.

A veces se olvidaba cuánto había hecho sufrir a su amiga y cuánto ésta misma se preocupaba por ella.

—¿Y dónde están los cafés o lo que sea que hayas comprado?

Jennie, quien se mantenía en su pose de enojada, sabía que muy raramente la rubia comería a solas en un lugar con tanta gente como Starbucks.

Y en lugares con poca gente también...

Rosé dejó salir una risita y bebió un poco de agua, de una botellita que había en la nevera.

—Crucé al parque, para volver a casa, pero me encontré con una chica super amorosa que estaba con un perrito hermoso. El animalito corría alrededor mío, fue tan gracioso —recordó sonriendo—. La chica estaba aterrada, pensando que reaccionaría mal, pero el perrito era tan tierno y gracioso que no pude evitar jugar un ratito con él. Luego me quedé hablando con ella y me dijo que no era su perro, que era de una amiga y que ella simplemente lo estaba cuidando. No se por qué, pero le convide mi frapuccino y donnas y charlamos por bastante tiempo...

Jennie miró a Rosé como si le hubiera salido un tercer ojo en la frente, y la rubia agachó la cabeza, sintiéndose muy observada.

—Rosie, qué bueno, yo pensé que... que...

Jennie se calló.

—Que me había ído a hacer algo estúpido como cuando tenía 17, Jen.

Jennie miró el suelo, Rosé había acertado.

—¿Sabes? A veces me arrepiento tanto de haber hecho eso... y en cambio otras veces digo; "¿por qué no me dejaron ir?".

Los ojos chocolate de Jennie se cruzaron con los de Rosé, y ambas amigas se sostuvieron la mirada.

—Quería irme, Jennie, lo merecía. Merecía morirme y dejar de sufrir de una vez por todas... Tenía que dejar de preocuparme por toda la gente que no se preocupaba por mí, y ser egoísta. Merecía descansar en paz, Jen. Pero no, tuvieron que encontrarme y arruinarme aún más la vida.

La voz de Rosé sonaba rota, y lágrimas silenciosas rodaban por las mejillas de Jennie, perdiéndose en su boca o cuello.

—Ellos me mataron en vida, Jen.

Una ovejita... dos ovejitas...

Lisa cerraba los ojos con fuerza mientras trataba de concentrarse y contar ovejitas, como lo hacía cuando era pequeña.

Tres ovejitas... cuatro ovejitas morenas...

Más se le estaba haciendo un poco difícil.

Aphrodite [JenLisa]Where stories live. Discover now