Capítulo 42

7.6K 890 901
                                    

—Tenemos que sacarla de éste lugar cuanto antes, Jisoo.

Rosé vió a aquellos dos hombres salir detrás de Jennie y Jackson, y supo que era hora de irse.

¿Le habían hecho algo a Lisa? ¿Por qué Jennie llevaba al idiota de Jackson tomado por las muñecas? Y, oh no, ¡se dirigían a los cuartos!

—¿Qué tienes? —Jisoo la tomó por las mejillas y la obligó a que la mirase a los ojos—. Rosie, mi amor, ¿qué pasa? ¿Estás bien?

La pelirroja negó con la cabeza y cerró los ojos con demasiada fuerza, liberando una cascada de lágrimas que comenzaron a rodar por sus mejillas con fluidez.

Esos cuartos, los recuerdos que tenía de éstos...«No...por favor, no» No quería volver a sentirse así nunca más, pues, cuando ingresaba a esos lugares solo ocurría una cosa; se moría. Así lo sentía. Ingería alguna droga, generalmente cocaína, luego ocurrían una serie de cosas que, simplemente desaparecían de su mente. Solo recordaba el antes y el después, siendo el último casi siempre el mismo escenario; ella despertando desnuda al lado de una persona distinta. Y recordaba a la perfección como siempre vomitaba.

Pensar que aquello se había convertido en una rutina. Todos los fines de semana sucedía lo mismo, aunque últimamente solo iban junto a Jennie a consumir algo y se marchaban.

Lo que más odiaba de aquellos días, era el vacío que sentía luego, el no poder recordar nada, el saber que había tenido relaciones sexuales con otra persona distinta a la del día anterior, el darse cuenta lo sola que estaba. Lo patética que era.

No quería volver nunca más a aquello. Desde que Jisoo, Lisa y las demás chicas habían llegado a sus vidas, tanto a la suya como a la de Jennie, éstas habían cambiado por completo. Ahora eran queridas, eran amadas, y era verdad. Jisoo le decía que la amaba todo el tiempo, la abrazaba, la besaba, acariciaba su cabello, velaba su sueño en las noches luego de que hicieran el amor, y sin esperar nada a cambio, sin que ella se lo pidiera.

Sí, Jennie y ella se tenían la una a la otra, pero así había sido desde que tenían memoria. Sabían que si no se cuidaban entre ellas, entonces nadie más lo haría. Pero ya era hora de que eso cambiara, necesitaban otro tipo de amor, y eso estaba más que perfecto, era un deseo absolutamente razonable, entendible.

—Respira, mi amor —Jisoo la sentó rápidamente en los asientos más cercanos que encontró, y se agachó frente a ella. Rosé estaba teniendo una crisis. Un ataque de ansiedad—. Por favor, Rosie —lloraba la pelinegra, sintiéndose horriblemente inútil, odiándose como nunca antes por no poder ayudar a su novia—. Respira...respira, mi amor...

¿Qué se hacía frente a una situación como esa? Jisoo no lo sabía. Si bien Rosé le había contado sobre los antiguos ataques de pánico que había sufrido, también le había dicho que ahora por suerte se encontraba mucho mejor y que no era nada de lo que tenían que preocuparse. Nunca le dijo qué hacía para calmarse, y ella tampoco había investigado...por sí acaso.

«Eres una idiota, Kim Jisoo. Deberías saber cómo ayudar a tu novia, deberías haberte informado» Se maldecía internarme.

Secó sus lágrimas con los puños de su top mangas largas, y tomó las manos de Rosé entre las suyas, asustándose más al notar lo tensas que éstas estaban.

Las puso en el centro de su pecho y comenzó a exagerar su respiración, inflando su pecho para que la pelirroja pudiera imitarla.

—Piensa en lo que hicimos el miércoles, mi amor —comenzó a decir con su voz temblorosa—. Nos levantamos, miramos Bob Esponja, tomamos una ducha, hicimos té de jengibre, ¿te acuerdas? ¿Te acuerdas del aroma, mi amor? Y teníamos muchas mermeladas para comer con nuestras tostadas, ¿verdad? —Rosé asintió entre un sollozo, queriendo parar ese martilleo que sentía dentro de todo su cuerpo, esa abrumadora sensación que la tomaba por sorpresa y la hacía pensar cosas horribles. ¿Por qué no podía respirar? Si uno no respira, se muere. Era horrible—. ¿Te acuerdas cuáles eran, Rosie? —Jisoo le hablaba lentamente, pronunciando sus palabras con calma, pero con firmeza. Le hablaba despacio, en una voz calma, que agradecía que los baños quedaban relativamente alejados de la pista, y por ende de la molesta música...y de la gente, pues, el lugar estaba casi vacío—. Teníamos de mango...también de frambuesa...

Aphrodite [JenLisa]Where stories live. Discover now