Capítulo 31

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—Jen...

Ella hacía lo mejor que podía, cargando a Francesca en sus brazos e intentando seguir el apresurado paso de Jennie.

—¿Qué? —preguntó la morena, volteandose repetidas veces sin soltar la mano de su hermana pequeña, para ver si Rebecca o su madre las seguían.

—Hace frío y Francesca es pesada —se quejó la adolescente.

En su repentina y apresurada huída, se habían olvidado por completo de tomar un abrigo o un biberón para Francesca.

Jennie no respondió pero si apresuró aún más su caminar, casi trotando, respirando con dificultad.

¡Jennifer Kim!

Rebecca caminaba hacia ellas con desventaja, pues sus zapatos con aproximadamente 13 centímetros de tacón apenas le permitían moverse.

—¿¡A dónde crees que vas con mi hija!?

—¡Déjalas, Rebecca!

Diana la tenía tomada del brazo y hacía todo lo posible por calmar a la rubia, quien le pegaba codazos y sacudía su brazo, intentando liberarse.

Jennie, Ella y Francesca finalmente llegaron a las calles principales, aquellas que rodeaban su casa y por donde si podrían tomar un taxi. La mayor de las tres detuvo uno e inmediatamente ingresó a el, seguida por las menores.

Le indicó al chófer la dirección de su apartamento y sonrió brevemente al ver cómo se alejaban de una desquiciada y cegada por la furia Rebecca.

M'man... —lloriqueó Francesca, mirando hacia atrás, en busca de la imágen cada vez más lejana de su madre.

Jennie y Ella se miraron la una a la otra y suspiraron.

—Ahora viene tu mami, cariño —le habló la mayor—. Ahora vamos a jugar, ¿quieres ir a jugar?

Francesca asintió, arrugando su nariz y aún con lágrimas en sus ojitos marrones. La idea de jugar no sonaba tan mal.

Ella se estremeció por el frío y también lo hizo su pequeña sobrina. Jennie le pidió amablemente al chofer si podía encender la calefacción y el hombre asintió. No hacía tanto frío, pero si no estabas abrigada lo sufrías, tal y como Ella y Francesca lo estaban haciendo.

—¿Vamos a tu departamento? —preguntó Ella y Jennie asintió.

Eso le hizo recordar algo.

—¿Liz?

—¿Jennie? ¿Qué tienes? ¿Estuviste llorando? —preguntó la tailandesa ni bien escuchó la voz rasposa de Jennie al otro lado de la línea.

—Estoy bien... ¿Quería saber si puedes venir a casa? Digo, si quieres...

—Claro que sí, ya mismo estoy saliendo para allí.

Jennie finalizó la llamada y le entregó dos billetes al taxista, pues ya habían llegado a su destino. "Quédeselo" le dijo al hombre, cuando éste quiso darle el vuelto. Él le sonrió agradecido y espero pacientemente hasta que se bajaran del coche para irse.

Ella suspiró con cansancio y re-acomodó a la pequeña Francesca en sus brazos.

—¿Qué? —preguntó Jennie bruscamente mientras subían en el elevador hasta su piso, puesto que su hermana no le quitaba la mirada de encima.

—¿Quién es "Liz"?

Oh, shit.

¿Debía decirle que era una amiga? ¿Una conocida?

Aphrodite [JenLisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora