Capítulo 30

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—No sabía que tenías hermanas...

Antes de que Jennie pudiera contestar a Lisa y explicarle su mala o casi nula relación con su familia, el iPhone dorado vibró aún en su mano, interrumpiéndola.

"Ella: Ya llegaron 😟"

—Mierda... —murmuró Jennie, poniéndose de pie un tanto enojada, desconcertando cada vez más a Lisa.

La tailandesa observó en silencio como entraba a la habitación para segundos después salir de allí, ahora vistiendo sus pantalones deportivos en sus piernas.

Se puso sus zapatillas, se recogió el pelo en un moño simple y rápido y tomó su celular de la mesa.

—Luego te lo devuelvo, ¿sí? —preguntó, haciendo referencia al hoodie que había tomado prestado del armario de Lisa. La pelinaranja asintió, no muy segura sobre si debía preguntar qué estaba sucediendo o no—. Mi hermana ya llegó, será mejor que vaya y esté con Ella —respondió Jennie a una de las preguntas no-formuladas.

—Ok —respondió Lisa y bebió otro sorbo de café—. Suerte, supongo...y llámame si necesitas algo.

Jennie sonrió agradecida y se acercó a ella. Dejó un suave y lento beso sobre sus labios, ambas cerrando los ojos y alargando el beso por varios minutos.

—Luego te llamo.

Otro beso —ésta vez mucho más corto—, y Jennie se marchó, dejando a Lisa sola y pensando en lo aburrida y triste que era su vida antes de conocer a la morena.

Luego de pagarle al taxista con el dinero que guardaba en el phonecase de su iPhone, Jennie se bajó e ingresó a su casa. O mejor dicho, la casa de sus padres.

Era un lugar grande, demasiado grande diría yo, considerando que solo tres personas lo habitaban.

Cruzó la pulcra entrada llena de flores y un césped perfectamente cuidado, hasta llegar a la puerta, en donde hizo sonar el timbre.

Inmediatamente la puerta se abrió y su hermana pequeña la recibió con su típica calidez.

—Ya quiero que se vaya —murmuró la adolescente por lo bajo.

Jennie puso los ojos en blanco e ingresó al lugar que una vez fue su hogar.

—Hola, Ella, tanto tiempo sin vernos —dijo con ironía.

—Hola, Jen —la saludó la pelinegra y dejó un beso seco en su mejilla.

¡Rebecca, esa niña se va a lastimar!

Antes de que Jennie pudiese asimilar lo que estaba pasando, un pequeño torbellino con rulos y cabello castaño, se metió entre sus piernas.

—¡Francesca, deja de correr, linda!

Una amplia y sincera sonrisa se plasmó en el rostro de Jennie.

Sin pensarlo, se arrodilló y admiró la pequeña niña que reía y sostenía entre sus pequeñas manos un cuadro con una foto de la familia.

—Hola, Fran —le habló Jennie con cariño y pretendió acariciarle esas mejillas regordetas que tenía la mencionada, pero un grito las asustó.

¡Francesca, deja eso en su lugar y ven aquí ya mismo!

La niña se entristeció y miró a Jennie, luego a Diana y también a Ella. Nadie dijo nada y su madre la seguía observando enfadada, con sus manos apoyadas en sus caderas.

Aphrodite [JenLisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora