Final

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—Uno, dos, y ¡saltamos! —indicó Lisa, marcando los movimientos y observando con detenimiento a cada personita detrás suyo—. ¡Muy bien! —los felicitó, como cada vez—. Ahora, ¿lo hacemos con música? —y ante el efusivo grito de "¡sí!", tomó su celular y desde allí puso la música.

Rockabye comenzó a sonar en los parlantes que habían tanto en el techo como en las paredes, y Lisa comenzó a bailar, marcando cada sencillo pero bien-coordinado paso que los niños veían y seguían, guiándose gracias al gigante espejo que cubría toda la pared a la cual enfrentaban.

—¡Miri, mueve esas caderas! —alentó a la única niña que no se movía tanto, y ante el grito todos rieron, incluyendo a la pequeña Miri, quien abrió más sus brazos y comenzó a mover sus caderas casi de forma exagerada, ganándose risas de los padres que observaban la clase desde la otra punta de la sala, y de Lisa, quien le guiñó el ojo, animándola a divertirse—. Uno, dos, y, ¡saltamos! —indicó la última secuencia aprendida, y entre risas divertidas, los niños completaron la coreografía de forma exitosa.

Los padres que acompañaban religiosamente a sus hijos a la clase de Lisa, se pusieron de pie, aplaudiendo y festejando a sus hijos, como también lo hizo Lisa, chocando los 5 con cada uno de los veinte niños presentes.

—¡Ha salido hermoso! ¿Verdad? —preguntó, y los padres gritaron un "siii" forzoso a coro—. Los felicito a todos, aunque seguiremos practicando, porque siempre nos puede salir incluso mejor.

Y los padres empezaron a abrigar a sus niños y a despedirse de Lisa, que muchos de los pequeños estaban enamoradísimos de ella y se iban caminando al grito de "¡Hasta el próximo viernes, Liiiiz!" o "Te quiero, Liz", cosa que lograba sacarle una sonrisa enorme a Lisa.

Puso algo de Rihanna en su celular mientras cerraba el local y se cambiaba los leggins por unas medias finas color negro y una falda de cuero marrón, en los pies dejó sus Converse, y arriba, encima de su simple camiseta negra, se puso su chaqueta de cuero.

Juntó un poco el desastre que hacían los niños, tomó su mochila Chanel, y apagó la música, las luces, y salió.

Subió al coche que estaba aparcado frente al local, y abrió su WhatsApp, en donde tenía un mensaje que su novia le había enviado apenas cuatro minutos atrás, y que decía un rutinario: "ya estoy lista :)", al cual casi nunca respondía.

Conduciendo el BMW que era de su novia, pero que ella muy raramente conducía, haciéndolo más suyo que de la surcoreana que se lo cedía sin mayor problema, llegó al edificio que estaba a siete calles de diferencia de su estudio de baile y a catorce calles del apartamento que compartían.

Cuando llegó a la esquina sonrió de inmediato, pues allí la vió; Jennie, tan hermosa como siempre, de pie en la acera, conversando de manera amena con la señora dueña de la confitería que estaba en la esquina.

Lisa bajó la ventanilla y estacionó brevemente el BMW, esperando por Jennie, quien ya la había visto y se despedía de la amable y dulce señora.

La jóven estilista taconeó hasta llegar al lado del acompañante, en donde se acomodó para poder hacer aquello que tanto le gustaba: besar a Lisa.

—Hola, sweetie pie —le sonrió Jennie con la mayor de las ternuras, empleando ese tono dulce y único, que compartiría años después con el primero de sus hijos—. ¿Cómo estás? —y la beso una vez más, porque unos labios como esos se merecían únicamente besos, y besos, y más besos. Bueno, mordidas y tirones también, pero mantengamos la atmósfera tranquila...por el momento.

—Bien, hoy pudimos terminar la coreografía, creo que saldrá bonito —sonrió Lisa, conduciéndolas a casa—. ¿Y tú? Rosie me llamó hace una hora, me dijo que te llamó pero no atendiste, le dije que probablemente estabas ocupada... —comentó, sugiriendo con eso que Jennie le diera más detalles.

Aphrodite [JenLisa]Where stories live. Discover now