Capítulo 56

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Lisa esperaba emocionada a que sus padres bajaran las escaleras del aeropuerto. A su lado, Jennie, quien la acompañaba, le tomaba de la mano y le sonreía con dulzura, transmitiéndole la confianza que le faltaba.

—Allí están... —suspiró, emocionada de ver a su padre de pie en las escaleras mecánicas. Apenas se veía el cabello de su pequeña madre entre tanta gente.

Jennie soltó su mano y la dejó ir, viendo como la pelinegra prácticamente corría hasta llegar a sus papás, quienes la esperaban de brazos abiertos y labios estirados; su madre la llenó de besos.

Malee la abrazó por los hombros y, los tres, se dirigieron hacia Jennie.

—Mamá, papá, ella es Jennie —los presentó Lisa—. Jen, ellos son mis padres —concluyó.

—Qué gusto conocerlos, señores Manoban —sonrió Jennie, apenas sacudiendo sus manos con las de los recién mencionados.

—Ah, pero si el placer es nuestro —le habló Malee con ternura, tocando su hombro—. Me mordía las uñas de la curiosidad por saber quién conquistó el corazón de mi hija —y tanto ella como Rune rieron alegremente, mientras que Lisa se ponía colorada, al igual que Jennie.

—Basta —los regañó, y así, entre bromas y las típicas preguntas de "¿qué tal el viaje?" y etc., Jennie los condujo hasta el apartamento de Lisa, donde se estarían quedando, pues, Lisa se había mudado por 2 semanas al suyo... Exclusivamente para la comodidad de sus padres, claro.

A Jennie se le cortó la respiración, y mientras Lisa devoraba sus pezones, aceleró el ritmo de sus caderas, gimiendo y tomando a Lisa por la barbilla para poder besarla húmeda y profundamente, pegando su lengua a la suya, mordiéndola con mucho cuidado, encontrando entre tanto desenfreno, la suavidad como para no lastimar a su novia.

Lisa gimió brevemente, pues era tanto el placer, que ni siquiera pudo expresarlo. Jennie si gimió, se deshizo en gemidos cortitos y agudos, sintiendo los dedos de Lisa hundirse en la piel de su espalda baja, y como ésta la hacia recostarse sobre su inquieto pecho. Jennie lo hizo, y se quedaron en esa posición por unos momentos, en silencio, tratando de regular sus respiraciones.

Se encontraban en el sofá del apartamento de Jennie, Lisa estaba sentada y su morena novia se encontraba a horcajadas sobre ella, ahora descansando su frente contra su pecho, o más precisamente contra el algodón de su camiseta negra de mangas largas.

Lisa acariciaba la espalda de Jennie por debajo de su vestido, el cual, al ser ajustado, se había ocupado de subir hasta su abdomen. Los dedos de Jennie ya habían salido de la vagina de la tailandesa y ahora simplemente acariciaban la zona por encima de su tanga, relajándose mutuamente.

Acababan de tener un orgasmo, Lisa gracias a las penetraciones que había efectuado Jennie con sus dedos en su vagina, y la morena gracias al muslo de su novia, quien además de haberle subido el vestido también le había sacado la tanga roja, dejándola desnuda del abdomen para abajo; lista para montar su muslo desnudo, pues vestía una falda, y le bastó eso para llegar al orgasmo; no necesitó nada más, solo los labios de su sexy bailarina en sus pezones y el frote de su clítoris contra su región fémur femoral.

Lisa bajó su mano por su espalda hasta llegar a su trasero, y luego de haberlo masajeado brevemente, la retiró, y, a regañadientes, Jennie tuvo que abrir los ojos y sentarse, aunque sin levantarse de su regazo.

Con cuidado, Lisa le bajó el vestido hasta los muslos, y lo subió en el área del escote, que esos eran los beneficios del vestido de algodón; que se podía hacer a un lado sin mayor dificultad.

Le dio un último beso al pecho de su novia, justo entre medio de sus senos, aprovechando para inhalar un poco de su perfume, y luego la trajo contra su pecho nuevamente.

Jennie sonrió y se dejó abrazar por su amorosa novia, mientras llevaba sus dedos a su boca, pues, los mismos dedos que había usado para penetrar a Lisa, y los lamió sin pudor, disfrutando del manjar, y luego los dejó allí, en su boca, cual bebé con su pulgar.

Sonrió al sentir los besitos que dejaba Lisa en su frente, y al sentir como su pecho se hinchaba y se deshinchaba con tranquilidad.

Sabía que Lisa no se encontraba bien.

El día del juicio había llegado, por eso los padres de Lisa habían llegado al país el día anterior, y Lisa se encontraba nerviosa, un poco ida en sus pensamientos. Jennie lo notó, pero a pesar de que le preguntara si necesitaba algo, la pelinegra negaba constantemente.

Se dieron una ducha, y mientras se cambiaban para luego almorzar algo e irse, Jennie vió como a Lisa le temblaban las manos mientras se cambiaba y simplemente estaba.

No dijo nada, pero cuando terminaron de cambiarse y fueron a la cocina, que Lisa quiso tomar una taza y casi se le cae al suelo, Jennie intervino.

—Déjame, Lili... —dijo con amor, apoyando la taza vacía sobre la encimera, y estirando su brazo para tomar la otra y dejarla a su lado.

Se dio la vuelta, enfrentando a Lisa, y tomó sus manos entre las suyas, acariciándolas y besándolas repetidamente, haciendo que Lisa se sintiera mejor automáticamente.

Luego la besó en los labios, un beso amoroso e inocente, que Lisa se encargó de transformar en uno pasional y desesperado.

Una cosa llevó a la otra, y terminaron teniendo relaciones en el sofá, demostrándose que estaban ahí, sintiendo.

—¿Estás más tranquila? —le preguntó Jennie, levantando la vista, mirándola con amor, con preocupación, pero sin sacarse los dedos de la boca.

—Mhm... —asintió Lisa, sonriente, tranquila, y llevando los dedos a sus labios para besarlos—. Mucho. Gracias, Nini —murmuró, devolviéndole los dedos a la dueña.

—No me agradezcas, sabes que te amo... Y odio verte perdida, como con miedo —resopló —. Estamos aquí, mi amor, tú y yo, juntas... Más juntas que nunca —sonrió, traviesa, y Lisa rió feliz—. Y él está allí, esperando a que le digan cuántas décadas deberá pasar tras las rejas...

Lisa asintió. Jennie tenía razón, no valía la pena ponerse así por una basura. Aunque debía admitir que tenía miedo, miedo de que la justicia no hiciera justicia, miedo de tener que enfrentarse una vez más con él, miedo de la mente retorcida, petrificada, que tenía Jackson Wang.

—Te amo —le dijo a Jennie, y decirlo y ver la reacción que esas palabras tenían en su novia (una sonrisa preciosa, y los ojitos, que parecían iluminarse cada vez que se lo decía), eso era todo para Lisa. Jennie era su paz—. Te amo, te amo... —reiteró.

—Yo también te amo, mi Lili... —respondió Jennie, y subió en su regazo hasta que quedaron en la altura perfecta para poder besarse—. Te amo mucho —sonrió—. Ahora, ¿qué te parece si nos vamos a terminar de una vez con todo ésto?

Y Lisa asintió, respirando profundamente y tomando fuerzas. Finalmente, terminaron de arreglar su ropa, y se fueron.

Aphrodite [JenLisa]Where stories live. Discover now