Capítulo 35

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Eran casi las 7 de la mañana cuando Lisa, Jennie, y Francesca se despertaron abruptamente gracias al sonido repetido del timbre y golpes que no cesaban en la puerta principal. En el caso de Francesca; despertó llorando por el susto, y en el de la tailandesa; gritando y gimiendo del dolor, pues estaba acostumbrada a prácticamente saltar de la cama cuando la despertaban así.

Jennie se guardó los insultos muy dentro de su ser, y cargó a Francesca en sus brazos, tratando de reconfortarla.

—Lili... —murmuró, agachándose un poco para poder ver el pie de la pelinaranja, pero ella no la dejó.

—Ve a ver quién es, por favor —dijo, con los ojos cerrados con fuerza, aguantándose el dolor.

Jennie acostó a Francesca, quien ya se había calmado un poco, a un lado de Lisa en la cama, y corrió a ver quién era el Alma que se atrevía a hacer tanto escándalo a esas horas de la mañana.

—Rebecca... —susurró Jennie, no muy sorprendida.

—Hace media hora que estoy aquí, muerta de frío, esperando a que te levantes y me devuelvas a mi hija.

Era mentira, en verdad no habían pasado más de cinco minutos y tampoco hacía frío, ya que había calefacción en todo el edificio...pero ella siempre tenía que exagerar.

—Buen día —empezando el día ya sintiéndose de mal humor, Jennie se hizo a un lado y le hizo señas de que ingresara al departamento.

Como si fuese dueña de casa y olvidándose de los modales de los que siempre presumía, Rebecca fue directamente hacia las habitaciones, abriendo las puertas para ver qué había en cada una, ignorando los llamados de Jennie.

—¡No seas metida, Rebecca! ¡Espérame aquí!

La francesa-coreana ignoró a Rosé durmiendo hundida entre cobijas y almohadas en su habitación, el baño y el cuarto que estaba prácticamente vacío y sin uso, para finalmente encontrar la habitación de Jennie, en donde se encontró con Lisa y su hija.

—¿Qué...? ¡¿Qué hace ésta tipa en la cama con mi hija?! —puso el grito en el cielo.

Jennie le hizo la típica seña a Lisa de "ya sé, solo respira y déjala ser", algo que Lisa entendió y asintió, tomando el hoodie que traía el día anterior y poniéndoselo de vuelta sobre su cabeza.

—No estás ni en tu casa ni en la de papá —habló Jennie con seriedad, pero siempre con voz calma—, así que te voy a pedir que no grites, Rebecca.

—Jennifer, tú no eres NADIE —gritó a propósito— para decirme qué puedo y qué no.

—¡BEBÉEEE! —harta de escuchar los gritos de su madre, Francesca encontró la compañía perfecta en el pequeño Leo, quien recién despertaba y se estiraba entre las cobijas calentitas.

—¡Francesca! —pobre Rebecca...bueno, pobre no, pero casi se le sale el corazón al ver como su hija abrazaba al animal—. ¡Deja a esa cosa allí! ¡No la toques!

Y se quiso acercar para alejar a su hija del felino, pero digo "quiso" porque, a pesar de haberlo intentado, no lo logró. ¿Y cómo hacerlo si Francesca puso el grito en el cielo?

—Nos vamos —dijo, enfadada y con el orgullo herido por, nadie más ni menos, que su pequeña hija.

—¡Nooo! ¡Lisa! ¡Bebé! ¡Ni! —lloró la bebé, destrozando el corazón de los tres. Y me refiero a; Lisa, Jennie, y Leo.

—Basta, Francesca, enserio lo digo.

Harta de todo y todos, Rebecca tomó a su hija en brazos muy bruscamente y la dejó sentada en el borde de la cama, para vestirla, cosa que realizó en cuestión de segundos, ignorando el llanto de la niña y los pedidos de Jennie para que la dejara un rato más.

Aphrodite [JenLisa]Where stories live. Discover now