Capítulo 33

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Jennie se despertó asustada. Su primer reflejo fue el buscar a Lisa con su tacto y a Francesca con la mirada.

Se alegró de ver a Francesca aún durmiendo a su lado, mas una sensación de tristeza y decepción inundó su cuerpo al no ver rastro alguno de la tailandesa.

Sentándose y suspirando, tomó su iPhone para revisar la hora. 21:57 PM. Era mejor que se levantara y llevara a Francesca a casa de su madre antes de que Rebecca y su furia se aparecieran nuevamente en su departamento.

Se puso nuevamente sus zapatillas Vans y se volvió a abrigar; estaba segura de que hacía mucho más frío que horas atrás.

Con una delicadeza que no sabía existía en ella, levantó a Francesca en sus brazos con el cuidado de no despertarla, y la recostó sobre su pecho, sosteniéndola con sus brazos por debajo de la espalda y rodillas.

Salió de su habitación y corroboró una vez más que no había rastro de su tailandesa. Sí, en efecto, se había ido.

—Ella, ¿vamos? —preguntó a su hermana, quien se encontraba muy cómodamente recostada en el sofá frente a la televisión rodeada por Rosé y Jisoo. Estaban viendo "Friends".

—Ok.

Las tres mujeres se pusieron de pie y Rosé no pudo resistirse a una quinta porción de pizza. Al parecer ya habían cenado también.

—¿Puedes taparla con una de las mantas que hay allí? —preguntó Jennie, señalando a Francesca y a un cajón que había debajo del sofá, perfectamente escondido.

Su hermana menor asintió y lo abrió, sacando de él la primer manta que encontró, una de algodón y de color rosa pálido. Cubrió a su sobrina y tomó en sus manos lo que Jennie le indicó; un poco de dinero que había en su billetera Louis Vuitton y sus llaves del departamento.

—Ya mismo te pido un taxi —dijo Rosé luego de tragar, y procedió a realizar la corta llamada a, en realidad, el encargado del edificio, quien sí se encargaría de conseguirles el servicio —. Cinco minutos —dijo.

Alrededor de veinte minutos después, Jennie, Ella y Francesca llegaron a la casa de sus progenitores, en donde luego de tocar el timbre y esperar unos cuantos minutos, Diana les abrió la puerta, vestida en su ropa de dormir de seda.

—Hola, chicas —les sonrió y se hizo a un lado para que pudieran ingresar y escapar del gélido frío que hacía allí afuera.

Nadie le respondió, Ella subió directamente a su habitación y Jennie tomó asiento en uno de los sofás que habían en la sala principal.

Gracias a la calefacción, el ambiente era cálido, y las luces estaban todas apagadas, siendo el televisor de 60 pulgadas la única fuente de luminosidad.

Reinaba el silencio, pero eso no sorprendió a la morena. Su casa siempre había sido así; tranquila al extremo.

Diana tomó asiento cerca de ellas y las contempló con la mirada, sin pronunciar palabra alguna, su rostro casi-sin-arrugas—gracias a los tratamientos que pagaba su marido—siendo adornando por la sonrisa de siempre. Una sonrisa que no demostraba nada, o al menos nada sincero.

Jennie destapó con cuidado a Francesca y dejó la manta aún sobre su cuerpo, tapándola, pero no por completo. Y la observó... Era la primera vez en mucho tiempo que cargaba a su sobrina, tal vez la tercera o cuarta en toda su vida, ya que a la pequeña de pelo rizado parecía no importarle su presencia, y bueno, Jennie no era alguien muy sociable que digamos. Ni siquiera con su única sobrina.

Acarició sus mejillas sonrosadas y regordetas, sonriendo al Francesca acurrucarse más contra su pecho. A parecer a alguien le gustaban las caricias.

Aphrodite [JenLisa]Where stories live. Discover now