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Cuando era pequeño, Namjoon tenía un hombre que lo llevaba a todas partes, una sombra que lo seguía y custodiaba. Él era un hombre frío, tranquilo y poco expresivo. En ocasiones era tan serio que le daba miedo. Su nombre era Jeon Hyewoo y durante nueve años de su vida fue el hombre con quien más tiempo pasó, incluso más que con su propio padre. Hyewoo se encargaba de estar presente desde que se iba a la cama a dormir hasta que despertaba a la mañana siguiente. Algunas veces Namjoon se preguntaba si ese hombre descansaba.

—¿Te gusta tu trabajo, Hyewoo? —preguntó en alguna ocasión—. ¿No te molesta pasar todo el tiempo conmigo? También tienes hijos, ¿no preferirías pasar tiempo con ellos en lugar de estar conmigo?

Hyewoo lo miró con cuidado mientras el pequeño Namjoon de siete años armaba una torre con piezas de madera.

—No me molesta —respondió el hombre tras un breve instante.

—¿Cuántos años tienen tus hijos? —Namjoon no solía hablar demasiado con Hyewoo, pero había ocasiones en las que quería hacerlo.

—El mayor, Wonwoo, tiene tu edad y Jungkook, el menor, tiene cinco años —Hyewoo suspiró antes de agregar:— algún día ellos estarán a tu servicio, harán lo que sea por ti, igual que yo. Por favor se bueno con ellos. Cuídalos y ellos cuidarán de ti, siempre.

Namjoon recordaba claramente la sonrisa suave y honesta que Hyewoo le había obsequiado en ese instante. Lo recordaba porque había sido la primera vez en su corta vida que había presenciado una sonrisa por parte de ese hombre. Fue hasta ese momento que notó lo mucho que apreciaba a Hyewoo realmente.

—Lo haré, lo prometo —asintió Namjoon sin dudarlo.

Dos años después de haber hecho esa promesa, Namjoon conoció a Wonwoo y Jungkook durante el funeral de Hyewoo.

No le sorprendió que tuvieran el mismo rostro inexpresivo de su padre. Ambos eran serios y tenían una mirada distante, desconfiada. Cuando se acercó para hablarles ellos lo observaron con tranquilidad. No lloraban, no tenían resentimiento, no había nada en sus rostros, ni una sola emoción. La familia Jeon no parecían humanos normales.

Pero Namjoon sabía que debajo de todo eso habían personas leales y amables, lo supo desde que Hyewoo le sonrió. Sabía que eran el tipo de personas en las que podía confiar, lo supo cuando Hyewoo dio su vida para protegerlo durante aquel ataque cuando intentaron hacerle daño. Hyewoo lo protegió hasta su último aliento, murió por Namjoon y eso jamás lo olvidaría.

—Su padre fue un gran hombre —les había dicho.

—Lo sabemos —respondieron los hermanos Jeon al mismo tiempo.

Namjoon les sonrió. Wonwoo y Jungkook serían buenos hombres también.

***

Recorría al pelinegro frente a él con un toque de nostalgia y tristeza. Jungkook había crecido para convertirse en una de las piezas más importantes del grupo, era uno de los pilares que hacían fuerte a la familia Kim. Cada vez que Namjoon lo veía no podía evitar ver a Hyewoo también.

—¿Qué pasa? —Jungkook arqueó una ceja—. Tienes cara de estar sufriendo —se burló.

—Irás a matar a Yang —respondió Namjoon.

El tono burlón en la cara de Jungkook se esfumó, su semblante se convirtió en uno más letal.

—Entiendo —aceptó la tarea sin reclamar.

—Tienes exactamente la misma edad que tenía Hyewoo cuando murió... Veintisiete. Aún no tienes esposa, ni hijos, ni nada a lo que aferrarte —Namjoon sonrió, pero era una sonrisa dolorosa—. ¿Para qué estás viviendo? ¿Para morir? ¿Para ser usado? ¿Para asesinar? ¿Tienes algún sueño? ¿Un propósito? ¿Eres feliz?

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