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Jungkook siseo al sentir el pequeño algodón bañado en alcohol golpear contra las heridas de su cara.

—Debiste llamarme anoche cuando todo pasó —regañó su abuelo por tercera vez.

—Ya era muy tarde, viejo —se excusó el pelinegro—. ¡Auch! —soltó una queja cuando la bolita de algodón se enterró con más fuerza en la herida de su pómulo—. Mierda, estás insoportable hoy.

—Nunca es tarde para venir a ayudar a mi nieto —contraataco el doctor Hun—. Y cuida tu vocabulario.

Jungkook desvió la mirada. No estaba de humor para sermones. Sus ojos cayeron sobre su hermano: Wonwoo estaba de pie cerca de la puerta con el ceño muy apretado y los brazos cruzados.

—¿Y Saebyeol? —quiso saber Jungkook.

—No tiene nada grave, sólo unos raspones.

Odiaba cuando su familia lo trataba como un bebé. Si bien era cierto que era el menor de los Jeon también era verdad que no era alguien indefenso, y sin duda no era necesario que lo vieran como si esperarán a que se echara a llorar cual niño buscando los brazos de su madre.

—Quítate la playera —ordenó su abuelo desechando la bolita de algodón con manchas de sangre.

Jungkook tensó la mandíbula.

—Hazlo —ordenó Wonwoo al ver que su hermano no se movía.

A regañadientes Jungkook se sacó la prenda de un solo movimiento dejando al descubierto una serie de hematomas de un profundo color púrpura a todo lo largo del lado derecho de su torso. Sabía que su abuelo tenía un gesto de preocupación peor que antes y ni siquiera tenía que voltear a verlo para confirmar.

—Oh, Kookie, eso se ve horrible —la voz de Taehyung lo hizo levantar la mirada.

El castaño estaba aún en pijama observándolo desde la puerta con un tazón de cereal en las manos y las mejillas llenas.

—Fuera de mi habitación.

—Supe del fiasco de ayer —Taehyung ignoró sus palabras y caminó hasta sentarse en la cama sin dejar de comer—. ¿Es verdad que ese hombre media dos metros y medio y sus manos eran del tamaño de la llanta de un mini cooper?

—¿Qué? ¿De que mierda estás...?

—Calla y come cereal mientras tu abuelo termina con lo suyo —interrumpió Taehyung llevando una cucharada de su tazón hasta los labios del pelinegro—. Por cierto, buen día señor —saludó al doctor.

Jungkook pensó en reclamar, pero en realidad terminó comiendo el cereal y esbozando un gesto de desagrado ante el sabor tan dulce.

—¿Te rompiste algo? —Taehyung pasó sus dedos fríos por las heridas de Jungkook—. Se ve doloroso, ¿Cuántos dedos ves?. Hubieras ido a mi habitación ayer para que te untara vapo rub o algo así, ¿es verdad que volaste cinco metros cuando te empujó y caíste sobre bolsas de basura y un gato muerto? Una vez vi en televisión un hombre que podía arrojar rocas de sesenta kilos y...

Jungkook tomó el tazón de cereal de las manos del chico y lo obligó a tomar una enorme cucharada para que dejara de hablar. Taehyung se atragantó con la leche y tosió sujetando dramáticamente su garganta.

—Apenas te veo y ya quiero matarte.

—Kookie, por eso todos te odian —señaló Taehyung tomando su tazón de regreso y bajando de la cama para caminar a la puerta.

—Nadie me odia —lo corrigió el pelinegro, sus ojos se desviaron hacia el trasero redondo y bien marcado del castaño.

Taehyung no respondió y salió tan rápido como había llegado. Jungkook resopló.

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