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La vida de un líder de mafia promedio no era como las novelas para adolescentes lo pintaban. Namjoon no era el tipo de hombre interesante y despreocupado de mirada penetrante e inalcanzable "moja bragas" con nervios de acero y dinero para arrojar al cielo. Algunas cosas eran ciertas, pero evidentemente la imaginación humana exageraba todo como de costumbre.

Namjoon no era perfecto, estaba lejos de serlo. Si le preguntaban quién tenía lo que hacia falta para ser líder a su parecer, sin duda respondería que Hoseok. Ese hombre sí que tenía todo lo que se debía tener para manejar un imperio. A su lado, Namjoon no era más que un pobre tonto jugando a ser líder.

—Tiene una junta directiva en quince minutos señor —lo llamó su secretaria desde la puerta de la oficina.

Asintió sin ganas y se estiró sobre su asiento. Las empresas de la familia Kim eran una pantalla superficial. Si bien era cierto que tenía algunos negocios legales la verdad era que en su mayoría sus tratos eran con el bajo mundo. Tampoco le gustaba ensuciarse demasiado las manos, es decir, era joven no idiota. Jamás se metería con cosas que no entendía.

Desde la muerte de su padre muchos de los que consideraba sus aliados habían empezado a ponerse en su contra, empezando por Choi. Jaebum comenzaba a mostrar vagos intereses por las ideas de Yang. Hyuna no se quedaría de su lado por mucho tiempo a menos que le ofreciera algo de su interés y ni hablar de Defort. El británico no tardaría en venderlos. Nadie creía que él tuviera lo necesario para triunfar en ese mundo y sabía que tenían razón. Nadie apostaría por él. Si no hacía algo terminaría perdiendo el imperio de su familia y sus primos acabarían odiándolo si eso pasaba.

—Estoy harto —suspiró agotado. En ese momento lo único que quería era tener a Seokjin sentado sobre su regazo meneando su bonito trasero contra su entrepierna.

Era un hombre simple después de todo. Su mente divagó imaginando lo placentero que se sentiría la piel de Seokjin contra su mano. Quizás debería ofrecerle trabajo de asistente en la empresa, pero imaginó lo que Hoseok le diría y no quería otro sermón.

Ser líder de una mafia era complicado, pensó mientras buscaba su móvil para llamar a Sehun y pedirle que llevara a Seokjin a su oficina. Una de las ventajas de ser el líder era que nadie lo cuestionaba. Nadie excepto Hoseok.

***

Taehyung necesitaba escapar un momento del cautiverio de aquella enorme mansión, sin embargo la seguridad era tan agobiante que le era imposible encontrar salidas fáciles. Luego recordó que él no era nadie importante por lo que no debería ser una molestia que lo dejaran salir.

Se equivocó.

—¿A dónde crees que vas? —Jackson le sonreía de una manera extraña entre coqueta y desconfiada al tiempo que le bloqueaba el paso.

—Necesito ir a...

—Se nos prohibió dejarte salir a ti o a Seokjin, lo siento.

Taehyung frunció el ceño y esbozó un puchero.

—Dios... Eres jodidamente adorable —masculló Jackson entre dientes.

—¿Estamos secuestrados o algo?

—Bueno, deben pagar un jarrón que rompieron y a demás la situación no es favorable para nadie en este momento. Es complicado.

Taehyung resopló. Se sentía como si fuera un animal de zoológico estando allí. Lanzó una mirada alrededor para asegurarse de que no hubiese nadie cerca antes de volver a hablar:

—Vamos, déjame salir un ratito —pidió poniendo sus mejores ojos de cachorro—. Solo será un momento, por favoooor~

Por lo general aquello le funcionaba con Seokjin y la mayoría de las personas que conocía. No estaba seguro si funcionaria igual con mafiosos y asesinos, pero tampoco perdía nada intentando.

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