• CAPÍTULO 7 •

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Me levanté al día siguiente muy temprano, incluso sentía que era la primera persona que ya estaba lista pero cuando fui a la cocina me encontré con Amelia, así que la saludé y tomé un poco de jugo de la nevera, hasta que mis ojos divisaron una hoja de papel con algo escrito.

Cosas Prohibidas:
Aceite de coco.
Espinacas.
Brócoli.
Aceitunas.
Zanahorias.
Yogurt sabor fresa.

Había una cantidad enorme de las cosas que estaban prohibidas, y me debo de suponer que es porque a Ruggero no le gustan, o tal vez es alérgico.

Dejé la hoja a un lado cuando Amelia se me acercó, pero cuando se dio la vuelta, la he doblado y la he metido al bolso de mi pantalón: creo que me servirá de algo, lo sé.

—¿Despierta tan temprano?—Me voltee de prisa y me encontré con el hermoso y perfecto cuerpo de Pasquarelli que parecía tallado por los mismos ángeles.

—¿Estabas haciendo ejercicio?

—Tenemos Gimnasio en la casa, me levanto a las cuatro de la mañana para hacer mis rutinas.

—Guau. —Es tan precioso...—¿Qué harás hoy?

—Trabajar.

—¿Y yo qué haré?

—Mmh, aquí en la casa puedes hacer muchas cosas ¿Por qué no vas a montar a caballo? El cuidador te puedes ayudar.

—¿Y si yo quiero que tú me enseñes?—No hay nada que enseñar, yo si sé. Pero me apetecería mucho hacerlo perder tiempo.

—Justo hoy vienen socios... Mmh...—Miró a Amelia, y después a mi—Me apetecería que no estuvieras a la vista de ellos, ¿Vale? Son personas importantes y peligrosas.

—¿Qué tan peligrosas e importantes?

—Mucho.

—Entendido.

—Ey. —Me fulmina—Yo no sé lo que tú sepas que hacen tu hermano y tu papá. Pero estamos hablando de que son personas muy peligrosas. No quiero que salgas de tu habitación o no quiero que te les cruces en frente porque esas personas son conocidas por su negocio de trata de blancas. —Odio a esa gente—Nunca dejaré que algo malo te pase, pero tienes que cooperar con esto porque si a uno de ellos le gustas, va a querer que te venda.

—¿Venderme?

—O va a querer abusar de ti.

—¿Por qué te juntas con esas personas? ¿Tú haces lo mismo?

—A las mujeres les tengo mucho respeto, yo no me dedico a eso.

—Entonces, ¿Qué haces?

—Que te importa. —Se aleja—Vamos a desayunar, Princesa. Quiero que me digas tu itinerario de hoy, quiero saber lo que harás.

—No tengo porque darte explicaciones de a dónde voy o no.

—Claro que si, eres mía y debo cuidar lo que me pertenece.

—Yo no soy de nadie, maldito hijo de puta. —El gran golpe que dio a la mesa me hizo sobresaltar al igual que a Amelia, pero ella no dijo nada.

—A mi me respetas, Karol.

—Que te respeten tus putas.

—Princesa, sólo siéntate a desayunar conmigo ¿Vale? Me encerrare en mi despacho y no te veré hasta la comida.

Aunque quiera reprochar, admito que tengo hambre.
Así que me dirijo a la silla que está a su lado, él siempre se sienta en la punta así que siempre puedo verle bien la cara.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora