• CAPÍTULO 91 •

936 140 50
                                    

—¿Qué es esto? —enfrento a Ruggero una vez que tomo su portátil y encuentro documentos con los que se suponía que se había asociado con los Petrov. Documentos que jamás me había mostrado.

—Estabas muy enferma como para hablarte de eso.

—¿Ahora eres un enfermo mental?

—Siempre he sido un enfermo —su voz era cortante, sé que ha estado muy enojado—. Además no estoy de humor como para discutir contigo, sigue reposando que ya me quiero largar de esta ciudad.

—Ruggero.

—No Karol, basta, me estoy cansando.

—¿Cansando de qué joder?

—¡De todo! Soportaba tu maldito comportamiento desde que llegaste porque pensé que tal vez cambiarías, pero ahora que te has dejado golpear por Hermes has llegado a mi límite.

—¿Todo esto porque no dejé que te metieras en mis asuntos familiares?

—¡Y por más! —si, su límite había llegado al tope. Me estaba gritando y él jamás me gritaba—. Eres muy celosa, manipuladora, posesiva, y...

—¿Y lo que quieres es ir y acostarte con más mujeres? ¿Eso es lo que quieres?

—Quiero que no todo el tiempo me compares con Harry. Estoy cansado de escuchar ese nombre, a veces quisiera... quisiera volver a buscarlo por cielo y tierra para estrangularlo y a la vez pedirle que me diga todo lo que ustedes pasaron porque ¡no entiendo por qué te ha dejado tan traumada! ¿¡De qué manera te amó que yo no puedo!?

—¡Pues encuéntralo! ¡Mátalo! ¡Haz lo que quieras con él! Ya no me importa.

—Dices eso pero entre noches susurras su nombre —Ohoh—. ¿Te crees que es lindo que tu novia susurre el nombre de su ex cuando descansa a tu lado?

Eso no sabía.

—¿Sabes qué? Ya no viene al caso discutir contigo, me largo.

»¡dile que se quede!«

No, déjalo que se vaya.

La puerta sonó de un portazo y maldije en mi interior porque tantas cosas me estaban saliendo mal.
Y para empezar, lo que más me estaba saliendo mal eran mis estúpidos sentimientos que me decían que corriera tras él y le suplicara perdón.
No haría eso obviamente, pero como lo necesito todavía, tengo una mejor forma para pedirle perdón sin decirlo.


*•*•*•*•*•*•*•*

Bastó con mandar a las niñas a una noche de casino acompañadas de Stewarts y Morris, la cama llena de condones, un poco de lencería, Whisky y por supuesto...

—Creo que lo escucho llegar señorita Sevilla.

Tres mujerzuelas de las finas.

Me puse la bata de baño y me senté en la oscuridad con un vaso de alcohol para tragarme esta repugnancia que sentía por dejar que viera y tocase a otras mujeres.
Lo que él quería era volver a lo de antes, y esto era perfecto.

—¡Llegué! ¡Lily, Madison!

Las luces se prendieron y la primera impresión que se llevó Ruggero fue ver a las tres mujeres semidesnudas sobre la cama esperándolo con piernas abiertas.
Su mirada cayó a mi quien, en este mismo momento, sentía una pequeña desesperación por ver su reacción.

—¿Qué mierda es esto?

—Dijiste que ya nada es como antes. Creo que te puedo dar una probadita del pasado, ¿no?

Tú, Yo y El Mal Where stories live. Discover now