• CAPÍTULO 12 •

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Ruggero Pasquarelli

—Bratt aún está en Moscú. —Me informa Maxon.

—Creí haber ordenado que lo quería aquí hace una semana, ¿Cómo por qué no lo está? ¿Y cómo por qué no me ha enviado resultados?

—Tuvo un pequeño percance con los de FBI.

—Siempre esos malditos entrometidos. Pero no me importa, quiero respuestas ahora. O me veré obligado a viajar y hacerlo por mi cuenta y sabes que eso no me gusta, ¿Verdad? Sabes que si me obligo a hacer eso, volarán cabezas.

—Bratt lo ha solucionado ya todo, sabes que es bueno en lo que hace.

—Por eso lo mandé. —Frunzo el ceño—Quiero comunicarme con él lo más pronto posible.

—Será en unas horas porque Dalton programó el comunicador a cierta hora para no ser rastreados.

—Bien, Dalton piensa en todo.

—Si.

—Quiero que mandes la carga de cocaína y los Rusos quieren probar de la nueva sustancia que crearon los chicos.

—¿Tú no quieres probarla antes?—Niego—Bien, mandaré a personas para que trasladen el cargamento a Rusia.

—Me reuniré con los asiáticos dentro de unos minutos. —Observo mi reloj de mano—No deben de tardar en llegar.

—Reuniré a miembros de la élite para la junta.

—Bien.

—Señor. —Uno de mis hombres armados toca la puerta—Los rusos acaban de aterrizar en Los Ángeles, me informan que ya vienen para acá.

—Bien.

—Ruggero. —Otra voz se escucha cuando el hombre se retira; es Hermes y viene con Agustín.

—Qué pasa ahora, no quiero que me molesten con sus tonterías. Quiero que me fabriquen más de HCNF, un cargamento entero.

—Ya lo hicimos, Hermes nos ayudó tanto que hemos hecho dos cargamentos. —Los ignoro, viendo los papeles que me dio Maxon quien aún sigue aquí.

—Tengo que ir a supervisar una entrega.

—¿Y?

—Y que me han llamado de la dirección de la universidad de Karol, me solicitan allá. —Levanto la mirada y no sólo atrae la mía, sino también la de Agustín y Maxon.

—¿Le pasó algo? Sabes que no me gustan las tonterías.

—Provocó una gran pelea en la cafetería.

—¿Cómo?

—No podré ir, pero si usted está ocupado le puedo decir a la madre de una de sus amigas que se presente.

—No, yo iré. —Tomo mi pistola y me pongo mi saco. Maxon también se pone de pie, pero es más bien para protestar.

—Los rusos no tardarán en llegar.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora