• CAPÍTULO 36 •

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Llevo una hora afuera. El viento golpea mi rostro fuertemente.
Mi cabello se mueve a su vez y por primera vez durante muchos meses me vuelvo a sentir libre.
Arranco a más velocidad y recorro las horribles calles del horrible fraccionamiento.
Las personas me miran al pasar, tal vez me miren como si estuviera loca pero no me importa porque me siento muy feliz.

Me paso semáforos en rojo y no me importa.
Doy vuelta a la manzana y de nuevo estoy a punto de llegar a la casa de Tom pero no quiero, así que me desvío por otra calle y me meto por lugares que no recorrió el taxi en el que vinimos así que no los conozco.

Me río sin explicación, como si estuviera loca, pero eso sigue sin importarme porque sé que me río de felicidad.

Me detengo en un semáforo por primera vez y es porque espero a que pase un coche.

Cuando la luz se pone en verde quiero volver a arrancar pero algo me lo impide, o más bien alguien.
El Fuerte rugido de una motocicleta se escucha a mi lado y noto que es alguien completamente vestido de negro. Trae casco puesto, así que no puedo descifrar si se trata de una mujer o un hombre.

Le sonrío con malicia y también hago rugir el motor.

Sé que me mira, así que cuando el último coche pasa soy la primera en pisar el acelerador con toda la velocidad.
La felicidad me invade, la otra motocicleta viene pisándome los talones y eso me gusta.

Tal vez pasan diez minutos cuando vemos el final de una calle y nos debemos de suponer que esa debe de ser la meta.
Sigo con mi velocidad al máximo pero me desespero cuando la otra motocicleta me alcanza y me pasa.
Frunzo el ceño y trato de hacer lo mismo pero me fue imposible porque éste llegó primero.

Me ganaron.

Me bajo de la moto y lo encaro con los brazos cruzados; si, odio perder.

—Eres bueno corriendo, te has quedado detrás de mi dándome a entender que tenía la ventaja y en la última calle me has alcanzado.

—Soy bueno en estas cosas —Es hombre—Y como he ganado, ¿no crees que merezco un premio?

—No hay premio más grande que la satisfacción de haber vencido a tu oponente.

—Sí que sabes. Pero me gustaría aparte otro premio. ¿Vamos por un trago?

—No.

—¿Por? Me encantaría conocerte.

—Ya me voy.

—Ey, sólo nos estamos divirtiendo.

—Yo me divertía sola hasta que llegaste.

—¿Acaso tu novio no te deja salir con otros chicos?—típica pregunta para saber si tienes novio o estás soltera.

No necesito un novio que me diga lo que puedo y no puedo hacer. Yo tomo mis decisiones sola y yo digo que ya me voy.

Me dirigí a la motocicleta pero me tomó del hombro.

—Veo que no te gusta perder.

—Ni que me toquen, así que quítame la mano de encima —No lo hace—Te daré una última oportunidad. Quítame la maldita mano de encima si no quieres morirte.

—No te tengo miedo.

El tipo me vuelve a sujetar con fuerza pero esta vez el brazo y no dudo en sacar mi arma y apuntarle al pecho; totalmente firme y sin perder mi compostura.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora