• CAPÍTULO 55 •

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22 horas antes de la emboscada.

Tras varios minutos después me dirijo a la habitación de Ana. Entro y solamente se encuentra Sophia con Agustín quien le inyecta suero en el brazo.
Me lastima ver a mi hermana así.
Ha tomado una ducha, pero aún así no deja de verse realmente mal.

Tomo una silla y me siento a su lado.
Al escuchar el ruido, abre los ojos que aún siguen llenos de lágrimas y están muy hinchados por tantos golpes.
La tomo de su mano, y me decido a hablar.

—¿Quieres hablar?

—Mátalo Ruggero —lloriquea—Te lo pido de corazón. Mata a ese infeliz —hace una pausa—No quiero volver a verlo en mi vida, por favor no dejes que me toque.

—Lo mataré —susurro—Saldré en unas horas hacia allá y lo mataré así como a todos los demás.
Me gustaría que dieras nombres, de todos y cada uno que te tocaron.

—¡Es imposible! ¡Fueron muchos!—contengo el aliento cuando se avienta a mis brazos y hunde su cabeza en mi cuello—Me esclavizaron de la peor forma. Me llegaron a violar un día más de treinta veces. Hermano...—susurra—Creo que he perdido partes íntimas. Creo que, creo que me arrancaron mis pezones.

Cierro los ojos y la estrecho más en mis brazos.
Todos. Voy a matar a todos.

—Tranquila hermana, ya estás aquí a salvo.

—No es cierto, no estoy a salvo.

—Nadie te volverá a tocar sin tu consentimiento, te estoy dando mi palabra.

—Te eché tanto de menos. Sentí que estuve ahí por años.

—Tienes que aclararme algunas cosas, Ana. ¿Cómo pasó? Y, ¿cómo es que estás aquí?

—Después de la emboscada he huido hacia el oeste y de ahí sólo recuerdo que alguien me golpeó la cabeza. Días después desperté en la mansión de Octavio allá en Hong Kong. Reconocí el lugar en seguida. Una criada me estaba cuidando y después de ese día, te juro que desee estar muerta.
Dai, el hermano menor de Octavio, ese fue el que hizo mi vida más imposible. Se burlaba constantemente de mi, siempre quería que le hiciera las cosas y joder, él fue quien más me golpeó.

—¿Y Octavio? ¿Qué hacia?

—Miraba y callaba. También fui violada por él.

—¿Acaso no sabían quién eras? O por qué te trataban de tal forma.

—Ellos saben que pertenezco a los Pasquarelli, y aún así, no les importó.

—¿Cómo regresaste?

—Me aventé al tanque de la basura. Me dejaron en un puerto a la orilla de un mar y corrí hasta un barco comercial. Llevo más de dos semanas que me he escapado, no creí que fuera a lograrlo pero aquí estoy —siento como se pone dura debajo de mis brazos y de repente me vuelven las ganas de querer incendiar todo.

La sujeto con fuerza y miro a los demás chicos.
Ha entrado también Dalton, y los tres me miran extrañados. No los culpo, jamás mostré tanto interés por alguien como lo estoy haciendo ahorita, y es que ni yo se lo que me pasa. El solo hecho de pensar en mi inofensiva hermana siendo torturada, violada y traumatizada hace que mi sangre hierva.

Antes de alejarme le doy un beso en la frente y la vuelvo a recostar.

—Sophia, ¿te quedas con ella? Viajaremos a Hong Kong ya mismo.

—No —¿qué?—Lo lamento Ruggero, y lo lamento Ana pero no puedo quedarme con los brazos cruzados sin hacer nada al respecto.
Iré allá, y te ayudaré a vengarte.

Tú, Yo y El Mal Where stories live. Discover now