Lily Brooks

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—¿¡Son novios y apenas me voy enterando!?

—¡Shhh! Madison, no te escuchó china, ¿Segura que no lo quieres gritar más fuerte?

—Además cogieron, diablos Lily, creí que te querías reservar hasta tu esposo.

—¿Quién dice que Simón no puede llegar a ser mi esposo? —sonreímos.

—No creo que te quieras casar con un cadáver después de que Ruggero lo mate.

—Ni me lo digas, él también está muy asustado por eso. Así que es mejor mantenerlo en secreto, me dijo que no se lo dijera a nadie, pero tú no eres nadie porque tú eres mi mejor amiga, mi hermana.

—Y tienes mucha razón, tu secreto está a salvo conmigo —susurra—Pero cuéntame con lujo y detalle cómo estuvo. ¿Fue rudo?

—Fue muy amable, lo hizo con cuidado y me hizo sentir bonito. Santo cielos, si tan sólo hubieras visto su cara de placer, creo que eso me dió cien años más de vida.

—No puedo creer que te hayas ligado a Simón Scott, es algo que me tomó por sorpresa.
Seguramente después te dará duro contra el muro.

—¡Madison!

Nos echamos a reír por lo bajo para que el profesor no se diera cuenta.
Las horas de las clases pasaban, me era imposible concentrarme en lo que explicaba porque en mi mente sólo existía una persona con nombre y apellido: Simón Scott.

Llegó la hora de salida y me emocioné tanto cuando vi que él sería quien me recogería.
Se bajó del coche tan apuesto y tan galán que provocó que mis hormonas saltaran como locas.
Le sonreí, él no a mi. No lo culpo, quiere hacer lo posible para no llamar tanto la atención sobre nosotros.

—Lily, tu mochila.

—Oh, Gracias.

—Madison nos dijo que sí irían a tomar unas malteadas con nosotros, ¿dónde las recogemos?

—Oh Mmh, yo no iré.

—¿Ah, no? Es que tu hermana nos había dicho que si.

—Si, es que no le he dicho a ella que no iré —me encojo de hombros—Tal vez otro día.

—Si, supongo.

—Dale, mi hermana sí irá no te pongas así —me río para levantarle el ánimo.

—Sé que llevas pocos días aquí en la preparatoria pero, me gustaría tener tu número de teléfono. Ya sabes, para mantenernos al contacto.

—Ella no te dará nada —Simón. ¡Me alegro tanto de que esté aquí!—Piérdete mocoso.

—¡Simón! Hay que irnos —le sonrío—¡Madison vámonos!

—¡Ya voy!

No me importó dejar a mi compañero de clase allá atrás solo. Yo estaba muy feliz y muy enamorada porque venía caminando alado de mi novio.
Nos subimos al coche, solos, y aproveché de que hay cristales polarizados porque lo besé.

—¿Quién era él?

—¿Quién? —lo vuelvo a besar.

—El que te pedía tu número.

—Oh, debe de ser alguien del equipo de Hockey, Madison es la que está más al pendiente de ellos.

—¿Son con los que ibas a salir por la malteada?

—Si, son ellos.

—Y ya les dijiste que no irás, ¿verdad?—estoy tan concentrada dándole besos que no pongo mucha atención—Lily, te estoy hablando.

Tú, Yo y El Mal Where stories live. Discover now