• CAPÍTULO 48 •

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Dos meses después.

Despierto como de costumbre a las cuatro de la mañana para hacer mi rutina de ejercicio pero una vez más, la mano de una mujer me enrolla para que no me vaya.

Me quejo a mis adentros porque se ha estado metiendo a mi cama a dormir sin mi permiso.
Me molesta, si, pero hablar con ella es como hablarle a la pared y Natalia no es una chica cualquiera a la que le puedo decir que no así de fácil.
Y no es que le tenga miedo, vaya, yo no le tengo miedo a nada ni a nadie pero prefiero ahorrarme discusiones estúpidas. Al fin y al cabo no estoy haciendo nada malo.

Dos horas después termino de hacer mi entrenamiento y me dirijo a desayunar.
Me encuentro solamente con Maxon y Sophia en la mesa. Pero creo que las cosas han estado un poco inusuales y es que he notado a Maxon algo distraído en su trabajo. Siempre anda con la mente en otro lugar y eso me preocupa; pero no me meteré en sus cosas porque si no es mi problema, no me meto.

Claro que si luego me baja su rendimiento en el trabajo ahí si tendré que intervenir.

—¿Todo bien Sophia? —le pregunto cuando me siento y enseguida una de mis criadas me sirve el desayuno.

—Si. No hay noticias de la policía ni de los Moore después del atentado.

—¿Nada?

—Nada.

Cuando mandamos el video de la pequeña Lorena Walker siendo asesinada por manos de mi hermana, la policía ha explotado por la desgracia y nos hicieron un atentado cuando nos localizaron allá por Hidden Hills. Bueno, más bien fueron a Agustín y a Hermes porque los demás no estábamos con ellos.

Pero ese plan se les fue a la mierda porque fue un ataque improvisado, fue algo espontáneo, más bien por coraje. Si bien tengo entendido, los Moore se enojaron con los Walker porque ellos no estaban enterados del atentado hacia nosotros.
Si, aquí yo controlo todo Los Ángeles y estoy al corriente hasta de los chismes policiales.

—Los hombres de Cooper trabajan investigándolos desde lo lejos con las coordenadas dadas por Maxon y Dalton —vuelve a hablar Sophia—Te informaré si sucede algo.

—Bien.

—Iré con los Marsden por un pedido que nos otorgarán.

—¿Quién autorizó eso? ¿Te irás a Europa?

—Sólo será ida y vuelta.

—Te pregunté qué quién te ha dado autorización.

—Natalia.

—¿Y yo estoy pintado?

—No, pero también cumplo sus órdenes.

—Si, pero primero las tienen que pasar por mi —en eso Natalia entra con su deslumbrante sonrisa y antes de sentarse a mi lado me besa la mejilla. La fulmino.

—Esclava, tráeme el desayuno.

—Ella no es una esclava —gruño—Ella es Amelia, ama de llaves y cocinera —me pongo de pie y le sonrío a la señora ya mayor que se esfuerza en traerle el desayuno a Natalia. La ayudo, y por último le doy un beso en la mejilla. Le he tomado cariño a esta vieja mujer—Aquí todos tenemos niveles, Natalia. Y he escuchado constantemente que le llamas de distintos nombres excepto por el suyo.

—No sabía que le habías tomado tanto cariño a una simple vieja.

—Te aseguro que esta vieja sabe hacer muchas más cosas de las que tú puedes hacer.

—¿Por qué te has levantado tan enojado? Apenas en la mañana estábamos bien.

—Hay cosas que no te han quedado claras. Serás la muy reina de aquí, tendrás mucho poder hacia mis empleados pero no puedes hacer que una integrante de mi equipo se vaya sin avisarme. Dime, ¿tenías pensado ocultármelo?

Tú, Yo y El Mal Where stories live. Discover now