• CAPÍTULO 6 •

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Al día siguiente me levanté muy temprano porque quería irme lo antes posible a la universidad, odiaba demasiado estar en esta maldita casa. Después de hacer enojar a Ruggero ayer, no lo había vuelto a ver hasta ahora en la mañana que está terminando de hablar por teléfono.

—¡Buenos días Amelia!—La saludé con una sonrisa.

—Buenos días Señorita.

—¿Por qué traes el uniforme?—Ruggero me mira con el ceño fruncido—¿Eh?

—¿Acaso no ves la hora? Voy a la universidad, baboso.

—En primer lugar, no me llames así. Y en segundo lugar ayer te dije que no volverías a ir a la universidad porque no te hacía falta.

—Oh mira como me importa tu opinión.

—No me hagas enojar tan temprano Princesa, Por favor.

—Ya mejor dile a uno de tus matones que me lleve, se me hará tarde.

—Primero siéntate a desayunar, y no, no le dire a nadie que te lleve porque aquí en la casa se obedecen mis órdenes.

—Bien, entonces deja me cambio y regreso para desayunar contigo.

—Por favor. —Le sonreí cuando se sentó.

Me di media vuelta saliendo de la cocina, pero en vez de ir directo a las escaleras me he ido a la salida donde estaban personal de Ruggero con sus grandes armas.
Que traigan pistolas ya no me afecta, he crecido viéndolas por todos lados.

—Buenos días señorita, ¿Necesita algo?—El señor que tiene un sombrero de vaquero puesto me habló, parecía intimidante pero no lo suficiente para continuar con mi travesura.

—Iré a la universidad, Mi Prometido Ruggero me ha dejado su coche, aquel. —Lo señalé con la mirada—El blanco.

—Claro, aquí están las llaves.

—Muy amable. —Tomé las llaves y antes de que Ruggero se diera cuenta me fui corriendo hasta el auto y lo encendí.

No sabes ni manejar, Karol. No cometas ninguna estupidez.

Debí haber pensado eso desde el principio pues, al salir de su fracción he chocado contra un coche que estaba estacionado.
Decidí irme a la fuga y continuar conduciendo.

No sabía manejar. O bueno, sí sabía pero no muy bien porque mi hermano Hermes cuando se enteró que haría mi prueba de manejo había decidido hacerme una "pequeña" broma y me ha hecho chocarlo.
Hermes es un idiota, pero aún así lo quiero.

[...]

Sabía que si iba a la universidad, él iría por mi. Así que opté mejor por irme a desayunar a un pequeño restaurante algo lejos de aquí.
Era mi favorito, solía venir con Hermes muy seguido cuando estábamos de buenas así que este lugar sólo me trae buenos recuerdos.

Después de estacionar el coche, pedí una mesa para una persona a un lado de la ventana.

—Qué gusta ordenar Señorita. Nuestro platillo de hoy son enfrijoladas cremosas rellenas de huevo a la mexicana.

—Uy, me gusta la comida mexicana. Ordenaré eso y para beber quiero una cerveza bien fría.

—No servimos cervezas para el desayuno, lo sentimos señorita. —¿Ah no? Pues ya verá.

Usé mis encantos de mujer provocativa y crucé mis piernas para que sus ojos cayeran a ellas, levantando un poco más la falda de mi uniforme.

—Creo que por mi podría ser una excepción, ¿No, Guapo?—Lo miré a los ojos con mi sonrisa de lujuria y al ver que no lo estaba convenciendo, opté por desabrocharme el primer botón de mi uniforme.

Tú, Yo y El Mal Where stories live. Discover now