Capítulo 81. Una boda, una adopción y un sorpresón

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Temporada 3. Capítulo 21

[«No hay nada peor para un escritor que enfrentarse a una hoja en blanco. De eso sabe mucho mi chica. Y no hay nada peor para la voz de la conciecia de una persona que estar ligada a otra. Aunque... no me malinterpretéis, queridos, Can es muy divertido. Su cabeza funciona de una manera bastante diferente a la del resto de los mortales. Ni siquiera yo, durante todas las semanas que llevo ligada exclusivamente a él logro entender cómo funciona su cerebro. He intentado desprenderme de él, pero nada ha surtido efecto. Lo obligué a que llevara a Sanem al puente la noche del 31 de octubre a ver si lograba regresar a casa... pero nada. Intenté volver a reunirlo con Öykü para ver si conseguía el efecto contrario, logré que fuera a visitarla con la excuso de conocer a su tercer hijo, otra niña, al tiempo que le llevaban un regalo de bienvenida al mundo y nada de nada. Las ideas se me agotan. Una lástima que no pueda contactar con Mara, aunque... creedme, lo he intentado. He hecho que Can la llame día sí y día también y la muy idiota no se da por enterada. No le hace ni caso a las llamadas perdidas del chavalote. Creo que sabe para qué la busca y está haciéndose la sueca. Empiezo a estar harta. Quiero volver con mi chica. Quiero escuchar a los niños. Son tan graciosos y divertidos cuando están despiertos en el vientre de mami... Yildiz le toma el pelo constantemente a Ates y Deniz (o Derya, aún no se ponen de acuerdo en el nombre) habla sola cuando cree que los otros dos no la escuchan.
¡Oh, creedme! ¡Es muy divertido hurgar ahí! ¡Como también es muy divertido hurgar en la cabeza de Can, sobre todo cuando intenta (y siempre lo consigue) hacer rabiar a mi chica. Sanem está bastante sensible en estos días. No sé si es porque me echa mucho de menos, si porque estando ya de ocho meses se encuentra bastante más irritable de lo habitual (normal, ya ni se ve los pies, es Can quien ha de ponerle cada día los zapatos (recordemos que estamos en invierno) o es simplemente porque acaba de estrenar cuñada. Sí, chicos, lo que oís. Mi chica, que sólo tiene una hermana y Can tan solo tenía un hermano (casado entre ellos además)... ¡acaba de estrenar cuñada!
¿Que... cómo es esto posible? ¡Huy! ¡Es que no sabéis la de cosas que han pasado en estas últimas semanas.
A ver... ¿por dónde empiezo?
¿Os acordáis de la escena del baño? ¡Sí, señores, aquélla en la que Can me dejó ver una vez más sus vergüenzas! Fue la mar de divertido. El pobre entró a la ducha con los calzoncillos puestos porque sabía que yo estaba allí. Pero si él supiera...
Hace meses que estoy ahí. Viendo, observando, disfrutando del panorama. Sí, sí, lo sé. No tengo vergüenza, no tendría que hacerlo (espiar, digo) pero es que es un hombre taaan impresionante... No me extraña que la petarda de Arzu beba los vientos por el chavalote; además de cuerpo de infarto... ¿cómo era la frase? ¡Ah, sí! «¡Una mente para los negocios y un cuerpo para el pecado!» La dijo Melanie Griffith, la madre de Dakota Johnson, en aquella película, «Armas de mujer». Pues eso, una lástima que no le podáis ver en toda su gloria. Mi chica sabe lo que tiene a su lado y estalla a la menor oportunidad. No es que sea una celosa patológica pero es de armas tomar.
Pero a lo que iba. En estas últimas semanas ha pasado de todo. Aziz por fin se ha casado con Mihriban. ¡Oh, sí, lo ha hecho! Una ceremonia íntima en la que no vi a Hüma. Normal por otro lado. ¿Quién se podría presentar en la boda de su ex-marido salvo en el caso de querer sufrir un autoflagelo? Can no la soporta. Empieza a medio tolerar su presencia porque está claro que vive pendiente de Sanem. ¡Quién la ha visto y quién la ve! Esta mujer es un caso aparte. No hay día que venga a casa, a la galería vidriada (ya ampliada por cierto), que no se presente con una tableta de chocolate suizo. La he visto con mis propios ojos prepararle a la niña chocolate caliente, por cierto... tan espeso que casi se podía morder, con nubes de azúcar. Muy sano todo, la verdad (ironía modo on). Pero la cara de éxtasis de mi chica es impresionante. Como la que tiene en estos momentos. Es para verla. Lleva puesta una bata negra y está sentada ante la isla esperando el tazón de chocolate caliente que ya está preparando Hüma. Un tazón que la mujer (y no hay duda al respecto de ello) prepara con amor, os lo aseguro.
Mientras remueve con la cuchara de madera en el cazo esperando a que se derrita el delicioso chocolate, no deja de sonreír y de contarle anécdotas de cuando también lo preparaba para Emre. Se nota cierto sesgo de tristeza en esa voz armónica que tiene. Casi como... Casi como si pensara que lo había preparado para uno de sus hijos con más asiduidad de la que pudiéramos pensar y que a otro no se lo había preparado con la que debiera. Bueno, es que... a decir verdad... a Can poco chocolate a la taza le preparó. Debe de ser por eso que Can empieza a actuar como pájaro enjaulado. O es eso o es porque el mastodonte al que sigo ligada (de momento) empieza a sudar como un pollo en el asador al quedarse fijamente mirando a Sanem. Una Sanem que, os juro, es la viva imagen de la escultura de «El éxtasis de Santa Teresa» cuando se lleva la taza caliente a los labios y toma el primer sorbo. Ha atrapado una de las pequeñas nubes y se está deleitando con su sabor, no cabe la menor duda. 
¿Acaba «mi chico» de mascullar alguna que otra obscenidad por lo bajo para abandonar el salón/cocina/comedor y acabar rompiéndome la diversión? Lo ha hecho. Sanem, la muy ladina ha sonreído con esa cara de pilluela que pone a veces y se ha vuelto a llevar el tazón a los labios. Estoy segura de que Can ha escuchado su gemido pese a que ha entrado como elefante en una cacharrería en el dormitorio y ha cerrado la puerta de una patada. Por suerte, los chicos de Art Life, en su reforma, incluyeron puertas pesadas. Por mucha fuerza que imprimió en el portazo éste no llegó a escucharse. No he tenido más remedio que acompañarle y dejar el espéctaculo triple rombo que estaba intentando crear Sanem. ¡En la cocina! ¡Delante de Hüma, sí! Pero... claro que... no sería yo si no siguiera chinchándole y señalando cierta parte de su anatomía realmente viva después de semejantes exhibiciones.
Pero sigamos, que pierdo el hilo y no creo que las erecciones de mi protegido os interese mucho, la verdad.
Volvamos a lo acontecido. Aziz por fin se ha casado con Mihriban. Mihriban no tiene (y por la edad ya imposible que los tenga) hijos propios. Así que ha convencido al bueno de Aziz para adoptar a Deren. Un poco raro, la verdad. Deren no es ninguna niña y este tipo de adopciones no son muy comunes, pero la nueva señora de Aziz Divit tenía sus razones. Adora a Bulut. Siente una especial debilidad por él. Creo que más que por Sanem porque fue al primero que acogió en su propiedad. Bulut era (bueno, lo sigue siendo si queréis mi opinión) un extraordinario abogado, pero se desbordó. Cuando digo que se desbordó me refiero a que se le fue todo de las manos. Trabajaba dieciocho horas diarias, no tenía vida y se convirtió en alguien carente de sentimientos. Un día dijo «hasta aquí», abandonó todo y por esas carambolas del destino acabó como jardinero y peón en las tierras de Mihriban que lo acogió como al hijo que jamás tuvo. Creó con él un fuerte lazo y su intención era dejarle a él su propiedad. Pero llegó Deniz, llegó Sanem. Volvió Aziz y con él aparecieron en su vida Can y Emre así que... ¿de qué manera incluir a alguien ajeno a la familia legal en el testamento sin que nadie pudiera luego reprochar nada? La respuesta fue Deren. Deren y su compromiso (si a esa pedida de matrimonio se le puede llamar así, Deren aún sigue enfadada con Bulut) y todo encajó en la mente de Mihriban. Adoptando a Deren, huérfana desde hacía muchos años, se mataban varios pájaros de un tiro. Así que, al día siguiente de la boda y antes de emprender el viaje de Luna de Miel (ni idea de a dónde)... Aziz y Mihriban oficializaron la entrada en la familia Divit de Deren. Total, vaya lío de apellidos. De Keskin a Divit para dentro de tres semanas pasar a llamarse Cener. ¿Le entendéis la lógica? ¡Yo sigo sin aclararme!
Y, aquí estamos. Iniciando 2020*, un año que promete mucho pero que me da muy mala espina. De hecho, lo empezamos bastante movidito. Suerte que todo se quedó en un susto aunque tenemos a la pobre de Leila postrada en cama, bajo vigilancia de halcón de Emre por culpa de una preeclampsia. Lo que voy a decir va a sonar atroz pero suerte que la preeclampsia la sufrió Leila que sólo trae uno en camino. De haber sido Sanem... no quiero ni pensar las consecuencias. Se hubiera convertido en un embarazo de altísimo riesgo. ¡Ah y no os lo he dicho! ¡Pero tenemos ya fecha programada para la cesárea! Será para el próximo 5 de febrero; nuestros niños verán ese día la luz por primera vez. Esperemos que todo vaya bien.
De momento he de regresar con nuestro león enfurecido que no hace sino dar vueltas como tigre enjaulado (sí, lo sé, demasiados animales citados). Siempre que su madre está en la casa se pasea por delante de la cama. Va a regastar la alfombra. ¿Os he dicho que la marca de sus pisadas están impresas ya de manera indeleble sobre la misma? Y no son ligeras precisamente sus pisadas, os lo aseguro.
Wow, wow, esperad y atended. Ha cogido el teléfono y está marcando. ¿A quién va a llamar?»]

...

-Saca tu culo de la casa principal y ven cagando leches. O te llevas a tu madre de aquí o juro que te convierto en huérfano.
-Ya voy, hombre, ya voy -contestó Emre al otro lado del «hilo» telefónico.

-¿Qué pasa? -preguntó Leila desde su postura acomodada en la cama. Llevaban viviendo en la casa principal de Mihriban desde que la habían tenido que ingresar de urgencias. Allí no tendría que subir ni bajar escaleras y, desde luego, había mucho más espacio.
-Mi madre. Can está frenético. A saber cuánto tiempo lleva en «La Galería» para que me haya llamado.
-No entiendo que aún siga con ésas. Hablo de tu madre, no de Can. ¿No piensa darse por vencida? Tu hermano no la va a perdonar jamás.
-Sé que Can no la va a perdonar nunca. Ella, créeme, también lo sabe, pero también sabe que no la avisará cuando llegue el momento y mi madre será muchas cosas y tendrá muchos defectos pero si de algo estoy seguro es de que está arrepentida y de que sin aún conocerlos quiere ya a sus nietos. A los cuatro. Le faltó tiempo cuando la avisé de que íbamos para urgencias para presentarse en el hospital -dijo Emre acercándose al cabecero de la cama y acariciando el rostro de Leila-. ¿Estarás bien unos minutos? El tiempo justo de ir a por mi madre y sacarla de allí antes de que mi hermano cometa parricidio.
-Anda, vete, vete. No me voy a mover de aquí. Ni siquiera tengo que volver a ir al baño. Además... tengo esto (dijo moviendo en su mano el mando a distancia de la televisión). Creo que me pondré cualquier película de esas chorras que a ti no te gustan.
-¿Quieres que te traiga algo de la cocina antes de irme? -preguntó con sorna al tiempo que deslizaba el índice por el pabellón de la oreja izquierda de su mujer. Antes de que se lo dijera... sabía cuál iba a ser la respuesta.
Leila se mordió el labio inferior con cierta culpabilidad y Emre emitió una sonora carcajada.
-¿Con almendras o con avellanas?
Ante la mirada desolada que se instaló en los ojos de Leila decidió que le llevaría chocolate de ambas variedades. Jamás pensó que se iba a hacer tan adicta al chocolate como lo era su hermana.
Fue a la cocina y volvió con dos barritas de chocolate. Cogió su móvil de la mesita de noche y mientras iba camino de «La Galería» tecleó un mensaje para Deren.

«Hermana, ¿podrías hacer compañía a Leila durante una media hora?»

Le resultaba gracioso referirse a Deren como su hermana. Siempre había sido Can quien la había considerado como tal. Para él no dejó de ser durante mucho tiempo una empleada y después tan sólo una amiga. Una amiga que se convirtió en indispensable cuando a Leila se le fue la responsabilidad de las manos.

«Dame dos minutos.»

Emre apagó el teléfono y se lo guardó en el bolsillo del chaquetón que se había puesto a toda prisa. Atravesó el jardín en un tiempo récord. Mejor llegar antes de que corriera la sangre, probablemente la de los nudillos de Can al estamparlos contra la pared.

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now