Capítulo 31. Lo que tuvo que ser, ahora será

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Sanem se echó hacia adelante y atrapó la intrépida mano de Can con la suya. Le miró fijamente a los ojos mientras sus narices se rozaban y sus alientos casi se mezclaban.
-Fingiremos tu amnesia entonces -dijo muy bajito rozando con sus labios los vellos crespos de su bigote-, pero las noches serán mías.
...

Una semana después

-Deren, ¿qué haces? -preguntó Emre cuando vio a la chica entrar en tromba en su despacho sin tan siquiera pedir permiso.
Leyla, que estaba sentada ante la misma mesa de Emre cuadrando entre los dos un presupuesto, levantó también la mirada y la dirigió hacia la publicista que se había detenido ante la cristalera que separaba el despacho de ambos hermanos Divit.
-Shsss -siseó la chica mandándolo a callar-. Acaban de volver a entrar juntos, Emre.
-Es normal que vengan juntos. Viven a cien metros de distancia, por lo que más quieras. ¿Tendría mi cuñada que venir en taxi acaso?
Deren le miró con cara de pocos amigos. Con decisión, abrió la puerta que comunicaba el despacho de Emre con el de su hermano y le hizo señas al matrimonio para que la acompañaran. Los tres atravesaron la puerta acristalada, cruzaron la habitación y se detuvieron justo en la cristalera que separaba el despacho del mayor de los Divit del área de trabajo general. Vieron a Sanem primero. Llevaba un vestido color hueso con un ancho cinturón de esparto y una hevilla enorme. Can llevaba una camisa azul abierta hasta mitad del pecho y unos pantalones vaqueros desgastado. Sanem llevaba el clip del albatros prendido en su pelo suelto y Can el pelo suelto pero con un una coleta, lo que vulgarmente se diría un medio recogido.
-Llevan toda la semana llegando juntos y te voy a decir lo que va a pasar ahora con precisión milimétrica. Observad. -dijo la chica al tiempo que comenzaba a relatar-. Sanem se irá hacia su mesa de trabajo y soltará el bolso mientras Can se dirigirá hacia la zona del café. Lo primero que va a hacer tu hermano es llenar la tetera de agua y no bien haya cerrado la tapa llegará ella, cogerá la sobretetera y preparará el té.
Efectivamente, todo ocurrió como Deren narraba.
-Fijaos ahora -continuó la publicista-. Can enchufará la parte inferior con el agua, le dará al botón de inicio y Sanem colocará encima la del té. Ahora llega mi parte favorita... Can se quita las gafas de sol, se las cuelga en... vaya, hoy ha tocado en la camisa, otras veces lo hace en una de sus cadenas. Y ahora llega el momento mirada de león. Se la come con los ojos. No he visto nunca nada igual.
Emre y Leyla se miraron sobre la cabeza de Deren y volvieron a desviar la vista hacia la pareja que conformaban los hermanos de ambos y el "baile" que ambos se traían entre manos. Llevaba razón Deren.
-Fijaos cómo se apoya él en el tablero, se lleva la mano a la barbilla y busca la mirada de ella -continuó la chica-. Ahora viene el momento caídita de ojos de tu hermana, Leyla. ¡Dios mío, es alucinante! Cuando les veo aparecer, la que tengo que desaparecer soy yo. No puedo con tanta tensión sexual en el ambiente.
-Creo que exageras un poco, Deren -dijo Emre.
-¿En serio lo crees? -preguntó la joven desviando la vista de la pareja hacia el hermano de Can. Sigue observando.
-Sanem ahora va a tomar el asa de la tetera y Can, a la par, hará lo mismo con el calentador de agua.
Efectivamente así fue.
-Ahora viene lo divertido. Sanem volcará el té hasta la mitad en dos vasos, Can terminará de rellenarlos con el agua y... ¡atención! Llega el momento roce escalofriante. Can suelta el calentador, Sanem la tetera encima y fijaos cómo, sin mirarla, le atrapa la mano derecha y desliza el dedo sobre el anular de ella. Ese anillo hippie enorme que lleva en la mano derecha no sé qué significado tendrá pero me da que ahí hay algo más de lo que parece.
-Creo que te estás chiflando, Deren -comentó Leyla.
-¿Realmente lo crees? -preguntó Deren girándose ahora hacia el lado donde tenía a Leyla-. Creo que nos están engañando a todos y todos estamos ciegos. ¿Te has fijado que tu hermana ya no lleva la cadena de oro rojo al cuello? En todo el tiempo que ha pasado desde que Can se marchó, esa cadena siempre ha estado colgada de su cuello. Salvo aquellos dos días que ambos jugaron al gato y al ratón -continuó Deren-. Seguid observando. Ahora Can se inclinará hacia ella, buscará el cuello y fijaos cómo inspira. ¡Ah, pero, esperad que ahora viene lo bueno de verdad! Momento dedo travieso y mano descarada. Así lo he bautizado. Can recorre el antebrazo de Sanem con el nudillo del dedo índice y apoyará la mano en la cintura de Sanem y, con sus largos dedos, la acaricia justo... -Deren se calló pero los tres mirones vieron exactamente qué punto acariciaba Can.
-Ahora llega el momento vergüenza. Es cuando Sanem mira para todos lados, imagino que cerciorándose que aún no ha llegado el personal, acaricia la mano de Can antes de apartarla de su cuerpo y le hace otra caídita de ojos. Seguid observando. Mirad la sincronización con la que ambos agarran los vasos de té y se lo llevan a los labios buscándose con la mirada. ¿No tenéis la sensación de que eso más que un sorbo de té es otra cosa? Si tuviera que comparar a estos dos con algo, lo haría con las dos barritas de un diapasón, ¡son la leche! Tocas una y ambas vibran a la vez. CeyCey no puede estar cerca de ellos.
-Siempre ha sido así -comentó Leyla-. Ni siquiera cuando Can regresó tras su año de abandono, mi hermana podía apartar la mirada de él ni él de la de ella. No sé de qué te extrañas. Que haya perdido la memoria no cambia que ambos se aman con locura. Ya lo dice el dicho: El cuerpo recuerda lo que la memoria olvida.
-Es algo más, Leyla. Hacía tiempo que no podía ver las auras de nadie. La de Can siempre fue dorada, la de Sanem azul cuando se acercan los envuelve el color violeta a los dos. Menudo espectáculo me crean cada mañana. Y ahora llega... ¡el momento de correr para que no nos pillen!
Los tres salieron corriendo hacia la puerta que separaba los despachos de ambos hermanos y llegaron justo a tiempo. Sanem y Can entraron en el despacho de éste último justo cuando los tres tomaban asiento alrededor de la mesa de Emre.
Can cedió el paso a Sanem y él entró detrás de ella a su despacho.
-¿El té ha conseguido asentarte el estómago? -preguntó Can muy bajito.
-El té de la mañana contigo siempre lo consigue -contestó Sanem al mismo volumen y buscando su mirada.
Can se acercó e inclinó la cabeza hacia ella. Estaban cerca de la pared, el único punto ciego que tenía la habitación con respecto al despacho de Emre.
-¿Por qué no me has dejado entrar al baño esta mañana? Te estaba oyendo vomitar y solo quería estar contigo. Te habría apartado el pelo de la cara -dijo Can al tiempo que se humedecía el labio inferior y le apartaba el mechón de pelo con el clip del albatros del rostro-. Te podría haber sostenido la cabeza. -Fue el turno de acariciarle el cuello y la mejilla.
Sanem tuvo que apartarse de él. Un enorme sofoco la inundó de pies a cabeza. No podía resistirse a él. O se iba... o se le tiraría encima y darían un buen espectáculo sobre el sofá que tenía a sus espaldas.
-Me marcho. Ahora -dijo Sanem con voz temblorosa-. No respondo de mis actos cuando estoy contigo. A veces tengo que empezar a hablar conmigo misma para no asaltarte.
Can sonrió con esa media sonrisa suya que la hacía temblar de pies a cabeza.
-Estate lista en media hora. Tú y yo tenemos una cita no demorable y lo sabes.
-Lo sé.
-¿Cuál es la única respuesta que quiero oír de tus labios en esa cita?
Sanem le miró a los ojos de nuevo.
-¿Estás seguro de lo que vamos a hacer?
-Sanem, ¿cuál es la única respuesta que quiero oír?
Sanem solo asintió y huyó del despacho.
Can se quedó observando la puerta de cristal por la que había huído su chica y se llevó las manos a la cara. Se frotó el rostro con energía, se llevó las manos al cuello, echó la cabeza hacia atrás y la sonrisa amplia que se dibujó en su rostro era la de un hombre que tenía al alcance de la mano lo que más había ansiado en la vida: a ella.
Se enconmendó al universo para que no se interpusiera una nueva desgracia en su camino. Por una vez, por una maldita vez, tenía que salirle algo bien. Caminó hacia su mesa, abrió el portátil y desvió la vista hacia el despacho de su hermano. Vio tres rostros cuyas miradas estaban centradas en él. Se acercó a la puerta de separación y la abrió.
-Buenos días a los tres -dijo con la mano aún en el tirador y la puerta a medio abrir-. Ya que estáis tan temprano aquí aprovecharé para ver ese presupuesto que me dijiste anoche. ¿Lo tienes?
-Estábamos revisándolo -contestó Leyla.
Su cuñada le miraba fijamente con esos hermosos ojos azules que tenía y que eran tan enigmáticos. Entedía muy bien qué había visto su hermano en ella. Las hermanas Aydin, pese a lo diferentes que eran entre sí, tenían una calidez que reconfortaba el alma y si algo tenían en común los hermanos Divit es que sus almas habían sido bastante vapuleadas.
Can desvió la vista hacia Deren. Se quedó mirando a la joven y frunció el entrecejo. No se le había pasado por alto que les observaba cada mañana. Era la única que llegaba a la oficina siempre antes que ellos.
Can entró definitivamente en el despacho de Emre, se acercó a su hermano y extendió la mano para que le diera la documentación donde se reflejaban las cifras presupuestadas. Como siempre, entre su hermano y Bulut habían hecho un excelente trabajo. Menuda joya de abogado tenía Sanem. Y hablando de la joya de abogado. Can cerró el dossier, lo enrolló y volvió a centrar su mirada en Deren. La chica no había dejado de observarle en todo el rato. Seguía atentamente cada uno de sus movimientos, como si lo estuviera psicoanalizando.
-Deren -Can se apoyó con la mano izquierda en la mesa de Emre, en la derecha aún tenía el dossier del presupuesto enrollado-. ¿También Bulut te crea un espectáculo cada mañana?
Deren abrió la boca pero fue incapaz de emitir sonido alguno. Emre y Leyla se miraron y estallaron en carcajadas. Can podría haber perdido su memoria pero lo que desde luego no había perdido era su agudeza analítica.
-Me marcho. Sanem y yo tenemos algo que hacer que no se puede demorar.

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now