Capítulo 29. Dos caminos para un mismo destino

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Despacho de Can, horas antes del encuentro en la cabaña.

Huma vio partir a su nuera con la bandeja en la mano y sin mirar atrás. No pudo evitar desviar la vista hacia su hijo; allí seguía estando lo que estaba buscando, la mirada de Can siguiendo los movimientos de Sanem hasta que ésta desaparecía de su vista.
-Mamá, ¿qué sigues haciendo aquí? -le preguntó Can con un tono de voz inflexible.
-¿Estás bien? Escuché que fuiste a cenar anoche con los padres de Sanem. Seguro que te estuvieron presionando para que recordaras. Hijo, tómatelo con calma. Todo terminará ocupando su lugar en tu mente.
Can, que se había quedado mirando la puerta de cristal por la que había salido Sanem, giró la cabeza y buscó el rostro de su madre.
-Mamá, quiero que tengas presente algo. Son solo los dos últimos años de mi vida lo que no recuerdo. Todo lo que he vivido contigo lo recuerdo perfectamente.
-En realidad ahora nos llevamos mucho mejor -dijo la mujer intentando imprimir en su voz una dulzura con la que pocas veces se expresaba.
-Si cavamos aunque sólo sea un poco... a saber qué sale de esos recuerdos. Y no estoy hablando de ahora. Vamos, vete, necesito trabajar.
Can miró a su madre con dureza. Sus ojos oscuros refulgían de desprecio.
(Creía haber recuperado a mi hijo gracias a un golpe de suerte y a una chica que no tiene un gramo de maldad en el cuerpo y este accidente ha vuelto a arrebatármelo)
-Está bien, hasta luego.
Huma se acercó a Can, le besó en la mejilla y con una pena inmensa instalada en el corazón abandonó el despacho de su hijo. Sin poder mirar atrás.
Caminando por el pasillo se encontró a Leyla. Se paró ante su otra nuera por tan solo un instante.
-Leyla, querida -dijo Huma al tiempo que acariciaba a la joven en el brazo-, dile a Sanem que haga lo imposible por traerle de vuelta.
Huma se apresuró hacia la salida dejando a Leyla con la boca abierta.

Can alcanzó el teléfono y le mandó un mensaje a Emre.

C: Ven a mi despacho

Emre estaba cuadrando el presupuesto para WomanArt Cosmetics cuando le entró el mensaje de Can en el smartphone

E: Guardo el documento que tengo abierto y voy

Miró hacia la cristalera que separaba ambos despachos y vio a su hermano sentado tras el escritorio mirando hacia la puerta de entrada del mismo. Emre se levantó y, sin tocar en el cristal, abrió y cruzó la puerta que separaba ambos despachos.
-Hermano, ¿qué ocurre?
Can se levantó de la silla rodante y se encaró con su hermano.
-Me importa una mierda cómo lo hagas. Pero mantén a mamá alejada de mí.
-Can, cálmate -le dijo Emre poniéndole una mano sobre el hombro y buscando la mirada de su hermano-. Las cosas ya no son como crees. Hiciste las paces con mamá hace varias semanas. No lo recuerdas por el accidente pero ella realmente ha cambiado mucho.
Can fijó sus ojos oscuros en los azules de Emre y acercó el rostro hacia el de su hermano. Si una mirada pudiera fundir el plomo ésa sería la de Can en estos momentos.
-Yo no puedo olvidar el daño que me hizo cuando me abandonó. Mantenla apartada de mí, ¿has entendido? -le gritó.
-Está bien, está bien -le contestó Emre-. Pero te voy a decir lo que me dijo mamá. Que tú la perdonaste por Sanem. Que la perdonaste por amor.

(Por amor)

A Can la cabeza pareció explotarle ante esas palabras. No podía ver nada en su cerebro pero sí le llegó el eco de una voz.

(Perdonaste a Emre, me perdonaste a mí y yo también te he perdonado tu abandono de un año. ¿Por qué, Can? Pregúntatelo aunque yo te dé la respuesta: porque nos amas, y yo te amo hasta la locura. Por amor a ti, la perdoné a ella y por amor a mí te perdonaron mis padres. Y por amor, la perdonarás. Por amor, Can. Porque éste que late aquí, en el fondo, la ama como el niño que fuiste, como el hombre que eres. Por amor, Can. Por amor. Por amor a mí, por amor a Emre, por amor a... Derya)

Can se tambaleó.
(¿Qué había sido eso?)
Emre tuvo el tiempo justo de acercarse a su hermano para evitarle la caída. Pesaba como un muerto. Había visto como su mirada se tornaba vidriosa, le había visto tambalearse y casi ni le había dado tiempo a socorrerle.
-Pesas como un condenado. Vamos, te ayudaré a sentarte.
Emre le ayudó a sentarse de nuevo en la silla rodante de la que se había levantado hacía un instante. Can aún seguía mareado pero intentando aferrarse a las palabras que resonaban desde lo más profundo de su mente. La voz de Emre le llegaba en sordina.
Emre buscó la jarra con agua que siempre tenía Can en el despacho y llenó un vaso.
-Ten, bebe -dijo mientras le ponía el baso en la mano. Le miraba con preocupación casi sentía que el momento le había robado un año de su vida-. ¿Te encuentras bien? ¿Quieres que vayamos al hospital?
Can seguía sin poder centrarse en lo que Emre le decía. Se llevó las manos a la cabeza y se frotó las sienes con los pulgares.
-Iré a buscar a Sanem. Te acompañaremos al hospital -dijo Emre.
Emre dio un paso hacia la puerta pero no llegó más lejos. Can le tomó con fuerza del antebrazo y le dio un tirón. Emre se acuclilló frente a él y ambos hermanos se miraron a los ojos fueron unos segundos cargados de tensión donde el más joven de los hermanos Divit trató de averiguar qué significado tenía ese caos que se reflejaba en los ojos oscuros de Can. Por mucho tiempo que pasara jamás olvidaría ese momento. La mirada de Can pasó por cinco estados diferente al menos y en tan solo breves segundos antes de aclararse.
-Emre -dijo Can cuando al fin pudo centrarse.
-Dime, hermano -le dijo a su vez Emre.
-¿Quién es... Derya?
A Emre la pregunta le dejó descolocado.
(¿Cómo que quién es Derya? Yo no sé quién es Derya.)
-¿Hermano? -preguntó con tono dubitativo.
-¿Quién es Derya? -volvió a preguntar Can.
Emre no tuvo más remedio que contestarle con la verdad.
-No lo sé -respondió finalmente Emre.
-Me marcho a la cabaña. Ahora.
Can se levantó como un resorte de la silla y abandonó la oficina como un huracán.
Emre reaccionó a los pocos segundos de ver a su hermano salir por la puerta del despacho. Se levantó de dónde estaba y salió hacia el despacho de su mujer.
Entró sin llamar.
-Leyla, deja lo que estás haciendo y llama a Sanem. Tenemos que hablar con ella. Es muy pero que muy urgente.
-¿Qué pasa, Emre? -preguntó su mujer mientras se acercaba hasta él. Las piernas le temblaban. Algo había ocurrido.
-Encuentra a Sanem. Mi hermano no está bien y se ha marchado solo a la cabaña.
-Sanem ha ido a casa. Me ha dicho que tenía que recoger algo de su antigua habitación. La llamo y le digo que tire para la cabaña.
Leyla cogió el teléfono y comenzó a llamar a su hermana pero ésta no respondía. Al final terminó por dejarle un mensaje.

L: Can se ha ido a la cabaña. No está bien. Ve con él.

-¿Qué hacemos ahora? -preguntó Leyla mirando el teléfono apagado en su mano.
-Recoge el bolso, seguiremos a Can. No puede estar solo.
Pero no pudieron hacerlo. Deren entró agitadísima al despacho preguntando por Can y Sanem. El señor Asym acababa de llegar a la agencia.

...

En la cabaña, al día siguiente.

Fue Can el primero en abrir los ojos. Se movió con cuidado para no despertar a Sanem y salió como buenamente pudo de la cama. La vio allí, hecha un ovillo buscando inconscientemente el calor de su cuerpo. No podía evitar amarla. Se le había colado bajo su piel en el mismo momento que la besó en la Ópera. Se había inundado de su fragancia y, al día siguiente se había perdido para siempre en su mirada de gacela. Era un hombre perdido que había encontrado su hogar en ella.
Se puso lo primero que encontró en sus cajones, un pantalón negro corto de deporte y una camiseta ajustada del mismo color. Siguió rebuscando entre sus cosas y cogió una camiseta amplia blanca. Se acercó a ella y, con cuidado para no despertarla, le quitó la camiseta enrollada por la cabeza. Sustituyó la prenda por su amplia camiseta blanca y buscó entre las prendas esparcidas las bragas de la chica. Con ellas en la mano, se fue hacia el lavabo y empapó una toalla en agua, luego se volvió hacia la cama, limpió el interior de los muslos de la chica y le puso la prenda con cuidadado. Sanem estaba catatónica porque no despertó en ningún momento. Pero murmuró algo entre sueños.
-No hizo falta llegar al Plan C.
Él sonrió. Se sentó a su lado y la contempló mientras dormía.
(¿Cómo he podido olvidarte?)
Le acarició la mejilla y le retiró un mechón de pelo que caía sobre su ojo.
(¿Es esto realmente la felicidad?)
Sanem se giró y abrió los ojos. Le miró y sonrió y para él resto del mundo volvió a desaparecer.
-Tengo hambre -dijo la chica-. Mucha hambre.
-¡Vaya! -exlamó divertido-. Ni siquiera un buenos días.
-Buenos días -dijo ella-. Tengo mucha hambre. Mucha, mucha hambre.
Can rompió a reír.
-Te prepararé un desayuno digno de una reina. Calmaré el hambre que tienes, calmaré cualquier tipo de hambre que puedas tener siempre -dijo Can y, al decir esto último se pasó la lengua por el labio inferior sin poder evitarlo-. Levántate y pon la mesa. Yo haré el té y las tostadas y veré qué fruta tengo por aquí.
Trabajaron en silencio pero sin poder evitar buscarse el uno al otro con la mirada. Se sentaron a disfrutar del desayuno fuera, en el porche.
Sanem recogió las piernas apoyando los pies sobre le asiento y rodeó sus rodillas con los brazos mientras Can se terminaba el té.
-Sanem -dijo mirándola seriamente a los ojos-. Tendremos que tener cuidado; anoche no usamos nada y lo que menos necesitamos ahora es que te preñe.
Sanem comenzó a toser.
(¡Ay, Dios mío, dame fuerzas!)
("Vamos, chica, valor y al toro. Te lo ha puesto a huevo.")
-Bueno, eso es del todo imposible -dijo ella mientras veía que él se rellenaba el vaso con té.
-Yo no diría que imposible. Ya sabes, el desarrollo habitual de la naturaleza... -dijo Can sonriendo con esa sonrisa torcida y pícara que a ella le hacía temblar las piernas.
Sanem agachó la mirada por un momento buscando en su cabeza las palabras que necesitaba decir.
-No, no. Creéme. Imposible del todo -dijo ella al tiempo que bajaba las piernas, se levantaba y se apoyaba sobre la mesa. Buscó la mirada de Can y justo cuando él estaba bebiendo un nuevo sorbo de té le soltó a bocajarro-. Ya lo hiciste aquella vez en el barco y todos lo saben. Lo que no sabía era como decírtelo a ti.
A Can el té se le fue por otro lado y comenzó a toser con desesperación.

(¿Continuará?)

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now