Capítulo 37. El secreto de Sanem

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Del capítulo anterior...

Cuando salieron al exterior, Sanem miró a derecha e izquierda buscando la familiar camioneta blanca. En un principio no la vio pero un claxon sonó y una mano salió por la ventanilla para indicarles dónde estaba estacionada. Sanem agarró a Can por el brazo, miró a izquierda y derecha y cruzaron la carretera. Ayudó a Can a sentarse en el asiento del copiloto, cerró la puerta mientras Can se ajustaba el cinturón y abrió la puerta trasera para entrar ella al vehículo, la cerró de un buen portazo.
-Gracias por venir, Bulut.
El hombre miró hacia atrás y fijó la vista en Sanem. Sonrió de oreja a oreja, miró hacia Can y comenzó a reír. Jamás le había oído reírse así.
-¿Confirmado? -le preguntó el hombre a Sanem, ésta sólo asintió.
-Vamos, papá -dijo Bulut al tiempo que le palmeaba la rodilla-. Total, son tres bebés de nada.
Y volvió a reír.
Can tardó en captar lo que el abogado acababa de soltar. Miró hacia el asiento trasero con la mirada de león incendiada y la clavó en la de Sanem.
(Lo sabía. Antes de entrar en aquella consulta... ella ya sabía lo que ibas a descubrir.)

...

Sanem le mantuvo la mirada todo el tiempo que pudo. Al volante, Bulut no dejaba de reír, aunque eso sí, su risa era contenida. Miraba por el retrovisor y veía la actitud calmada de Sanem a la vez que casi podía sentir las vibraciones que emitía Can desde el asiento del copiloto, éstas le llegaban en oleadas. El hombre era un volcán a punto de entrar en erupción.
Can se quitó el cinturón de seguridad y se elevó sobre el asiento del copiloto al tiempo que metía el brazo derecho por el hueco de ambos y agarraba a Sanem por la parte trasera del cuello para acercarla a su rostro. La chica podía sentir los vellos crespos del bigote sobre sus labios mientras se sostenían las miradas.
Bulut se mantuvo en silencio pero no apartaba los ojos del espejo retrovisor. Si Can le ponía un sólo dedo encima a su amiga le daría tal mamporro que se acordaría de él toda la vida.
Can la agarró del pelo y le echó la cabeza hacia atrás. Sus miradas, como siempre, se sostenían la una a la otra. Cada vez que miraba esos ojos de gacela el pellizco que sentía en el estómago era igual de intenso. Siempre había sido así. Su mujer conseguía tumbarle con una sola de esas miradas limpias y sinceras. No podía evitar perderse en esas pupilas negras y esos iris del color de la miel de caña. La mirada de Sanem le enfrentaba sin un ápice de miedo ni remordimiento. Podía leer en ella al igual que podía leer en su propio corazón.
-¿Cómo lo sabíais? -preguntó Can.
Sanem aprovechó la confusión evidente que Can sentía para apoyar la mano en su rostro, acariciar la mejilla y el extremo exterior de la ceja izquierda de su marido.
-Si dejas de comportarte como un troglodita -comenzó Sanem muy bajito sin apartar los ojos de los de Can-, te lo contaré. -Luego dirigiéndose a Bulut-. ¿Puedes llevarnos a la finca?
-En cuanto el troglodita que tienes por marido se siente en condiciones y se ponga de nuevo el cinturón -dijo Bulut volviéndose a reír a carcajadas.
Can, sin apartar la mano aún del cuello de Sanem se giró para mirar al abogado de su mujer. Lo único que pudo ver fue su cogote, el hombre tenía la cabeza mirando al frente.
-Contigo ya ajustaré cuentas también -soltó Can.
-Can, siéntate como corresponde -dijo Sanem al tiempo que bajaba su mano hasta la mandíbula de su marido-. Vámonos a casa. Me siento muy cansada.
Can, protestando entre dientes, volvió a sentarse en el asiento y se puso el cinturón. Fue el momento que Bulut aprovechó para arrancar.
A Can, los diez minutos de recorrido del camino que les separaba de la propiedad de Mihriban se le hizo eterno. Nada más parar Bulut la camioneta, se deshizo del cinturón y saltó como un resorte. Bajó del vehículo y abrió la puerta trasera, le desató a ella el cinturón de seguridad y la arrastró por el asiento. La agarró del brazo y prácticamente la arrastró hacia la galería vidriada.
A Bulut le faltó tiempo para desatarse el cinturón, bajar y correr tras la pareja.
-Can, por favor, más despacio -dijo Sanem-. Me cuesta seguir tus zancadas.
Can ni la miró. Sólo protestó por lo bajo, tiró de ella y la cargó sobre los brazos. Sanem le echó los brazos al cuello con una sonrisa en los labios. El perfil que mostraba Can era serio. Muy serio. Sólo una vez le había visto en aquellas condiciones y el resultado no había sido bueno. Estaba a punto de estallar.
Miró sobre el hombro de Can hacia a Bulut y movió los labios sin emitir sonido pero dándole al otro hombre instrucciones.
Bulut se llevó la mano al bolsillo del pantalón y sacó su smartphone para enviar un WhatsApp mientras entraban por las puertas acristaladas de la galería. Can dejó a Sanem sentada sobre la isla de la pequeña cocina, apoyó las manos a ambos lados del cuerpo de la joven y, mirándola fijamente a los ojos, la instó a hablar.
("Chica, estás metida en un buen lío.")
-Sanem -dijo Can-, dile a tu voz interior que lleva toda la razón. ¡Habla!
Sanem no pudo evitar echarse a reír mientras apoyaba las manos a su espalda y se retrepaba sobre ellas para alejarse de Can todo lo que podía.
Bulut se mantuvo a cierta distancia, callado, pero no apartaba la vista de la pareja, preparado para intervenir de ser necesario. Una vez Yigit le había dicho que Can tenía un carácter explosivo. No sabía si era cierto o no, a él siempre le había parecido una persona muy calmada desde que lo conoció, claro que... eso había sido en una etapa de Can donde el hombre estaba tratando de lidiar con sus muchos demonios interiores y trataba a Sanem como si fuera de cristal. En cuanto éste se vio seguro de ella, su carácter había cambiado y se había vuelto algo más abierto, tomaba decisiones de manera más contundentes y era capaz de dejar al tío más fornido sentado de culo de un chillido. El carácter casi le iba acorde con el físico.
-Can -dijo ella tras un silencio prolongado-, antes de hacerlo necesito que llegue alguien. ¿Podrías esperar unos minutos? Estoy segura de que ya viene de camino. ¿Es así, Bulut? -preguntó la joven mirando al abogado de nuevo sobre el hombro de Can.
Can giró la cabeza y miró directamente a los ojos del abogado. La mirada de éste era serena pero Can no se fiaba del abogado. El hombre tenía una mente analítica y perspicaz, sí. Pero era tanto o más alto que él y estaba, al igual que él, entrenado para mantener una pelea de ser necesario.
-¿A quién estamos esperando? -preguntó Can.
No bien hubo terminado la pregunta, CeyCey y Deren entraban de manera precipitada por donde mismo habían entrado ellos minutos antes.
-¿Estás bien, Sanem? -preguntó Deren dirigiéndose a su amiga.
Sanem sonrió sobre el hombro de Can a Deren.
-Un poco incómoda aquí sentada -respondió Sanem-. La piedra de esta isla es bien dura.
Can se giró hacia ella y la miró. El vestido de florecillas amarillo abrochado delante que llevaba puesto se tensaba sobre sus pechos al estar ella reclinada hacia atrás. Uno de los botones parecía estar a punto de estallar. A punto de estallar... como lo estaba él.
(¿Acaso me están tomando por idiota?)
("Chavalote, creo que más que tomarte por idiota es que creo que no te enteras de la movida. Analiza. ¿Qué puede estar haciendo aquí CeyCey?)
Can miró hacia la izquierda y hacia arriba.
-Te agradecería que te callaras un ratito. ¿Podrás dejar de dar por culo?
-¡Can! -chilló Sanem-. ¿Qué demonios dices?
Can se separó de Sanem y se llevó las manos a la cabeza. Se aferró los cabellos y tiró de ellos. ¿Qué demonios... ?
-Silencio. Silencio todos -dijo.
-Can, aquí aún no ha hablado nadie -dijo Deren-. ¿Te encuentras bien?
-Deren -dijo Can dirigiéndose a la publicista-, ¿qué haces aquí? ¿Qué hacéis CeyCey y tú aquí? Esto es algo entre Sanem y yo.
-Señor Can -interrumpió CeyCey-. Yo estoy aquí porque Bulut me ha enviado un mensaje. No sé qué...
-CeyCey -dijo entonces Sanem dirigiéndose a su amigo-, la noticia se ha confirmado. Tu abuela decía la verdad.
Sanem no supo a quién le impactó más la noticia si a CeyCey, a Deren o a su marido. Los tres centraron su mirada en ella. Can la miraba con el entrecejo fruncido, Deren con la boca abierta y CeyCey no se le pudo ocurrir otra cosa que comenzar a caminar en círculos.
-¡Mi abuela llevaba razón! ¡Mi abuela llevaba razón! ¿Dónde está Ayhan? Necesito hablar con ella. -Echó la mano al bolsillo de su pantalón y sacó el smartphone pero no había tecleado aún el primer número cuando el móvil le fue arrancado de la mano. Can se lo había birlado de un manotazo.
-¿Alguien me puede explicar qué demonios pasa aquí? -El volcán a punto de estallar que era Can hasta hacía unos segundos definitivamente erupcionó.
Su voz profunda y cargada de impaciencia contenida se escuchó en toda la habitación.
-CeyCey -deja de divagar-. ¡¿Qué pinta tu abuela en todo esto?!
-Can -intervino entonces Deren-, será mejor que te calmes, te sientes y nos dejes explicar...
-Os deje explicar... ¿qué, Deren?
("Chaval, siéntate. Se te viene encima una buena")
-Y tú, ¿por qué no te callas un ratito? -dijo de nuevo Can mirando arriba pero ahora a la derecha.
Sanem comenzó a reír. Bulut se acercó a ella y la ayudó a bajar de la encimera con cuidado. Deren buscó asiento en el sofá en forma de L que tenían pegado a la vidriera del fondo y Bulut acompañó a su amiga hasta donde se sentó la publicista. Sanem tomó asiento al lado de Deren y ambas se miraron.
-¿Qué ha ocurrido en esa consulta? -preguntó por lo bajinis Deren-, ¿perdió la consciencia?
-Cayó cual árbol talado. Ni me dio tiempo a avisarle. Miró al monitor, vio lo que vio y cayó a plomo. Mira que estaba avisada de lo que ocurriría y aun así no lo vi venir. ¿Cómo lo pudo saber la abuela de CeyCey?
-No me preguntes. CeyCey ya es rarito de por sí pero su abuela da miedo. Esa mujer soltó en aquella llamada un montón de cosas que yo creía estupideces. Ahora ya no sé qué pensar.
-¿Crees de veras que su pueblo es... ? -comenzó a preguntar Sanem antes de verse interrumpida por la voz grave de Can.
-¿Se puede saber que cuchicheáis vosotras dos? -preguntó Can desde el centro de la galería.
Bulut le puso la mano en el hombro y se lo llevó hacia la otra parte de la L que formaba el sofá y ambos se sentaron. CeyCey no dejaba de murmurar, hacer gestos y caminar en círculos. Can dejó el smartphone que le había arrancado prácticamente de la mano sobre la mesita de centro y fijó su mirada en las chicas. ¿Desde cuándo se habían convertido en tan buenas amigas? Al principio tenía la sensación de que Deren no soportaba a Sanem, luego ambas se medio toleraban pese a que Sanem ponía todo de su parte. Analizó sus recuerdos y creyó ver un punto de inflexión sin retorno cuando la pifia de la campaña de RedMode que había terminado con el despido de Deren. Al día siguiente ambas se presentaron con una campaña montada en tan solo una noche pero que había sido realmente un bombazo.
-¡CeyCey! Deja de hacer el idiota y cálmate -gritó Deren.
Bulut miró a Deren y le hizo señas con la mano de que se mantuviera calmada. La chica se calló al instante. A Can no le pasó desapercibido el intercambio silencioso entre los dos.
-Tengo que salir de aquí -dijo entonces el nervioso hombrecillo.
Bulut se levantó como un resorte y atrapó a CeyCey justo cuando enfilaba ya hacia la salida.
-Tú no vas a ir a ninguna parte -dijo el abogado-. Empieza a hablar. Te corresponde a ti dar muchas explicaciones. Can fue el único que no estaba aquel día en el despacho de Deren.
-Pero es que esto no es cosa mía. ¡Es cosa de mi abuela!
CeyCey no sabía dónde esconderse. Miraba a todos lados buscando una salida pero Bulut le tenía bien agarrado del hombro.
-CeyCey. -La voz de Can se oyó en el micro silencio creado-. ¡Cálmate y empieza a hablar! Entre todos me estáis volviendo loco.
("Y lo que te queda, chavalote.")
Esta vez Can no dijo nada. Solo miró hacia arriba y frunció el entrecejo. ¿Qué demonios le estaba ocurriendo? Can apoyó las manos sobre las rodillas, bajó la cabeza y enterró el rostro entre las manos. ¿Se estaba volviendo loco? El anuncio de los trillizos le tenía que haber afectado de alguna forma grave al raciocionio, seguro.
CeyCey miró a Can con temor. Tragó saliva y preguntó con cautela.
-Señor Can, ¿ha comenzado a oír una voz que no es la suya ya?
Can alzó la cabeza y centró la mirada de león en el hombre.
-¿Cómo dices? -le preguntó.
-Fue lo que dijo mi abuela. Que comenzaría a oír una voz en su cabeza en cuanto se enterara de que venían tres bebés en lugar de uno, dijo que el fuego se uniría más tarde a la llama y que el destino de cuatro personas se verían unidos en el de dos. Dijo muchas cosas más pero soy incapaz de recordar. Ni siquiera soy capaz de encontrarle sentido a la mitad de las cosas que dice mi abuela pero siempre termina teniendo razón -dijo CeyCey-. La pregunta es, ¿realmente ha comenzado a oír esa voz en la cabeza?
Can le sostuvo la mirada al hombre.
CeyCey fijó la suya a su vez en la de Can y vio, a través de la profundidad oscura de sus ojos, a un albatros hembra extendiendo sus alas y emprendiendo vuelo, por encima de ella sobrevolaba otro albatros macho con una envergadura de alas aún mayor. Los dos volaban en un vuelo perfecto hacia un nido. Dos albatros hembras más pequeños esperaban allí, el tercero, un macho, había emprendido el vuelo por primera vez y estaba sobre la rama de un árbol, posado junto a otro nido, esperando pacientemente a que el huevo que vigilaba eclosionara.
CeyCey no aguantó la visión que le golpeó de manera tan rápida e inesperada. Se echó hacia adelante buscando el apoyo en la mesa de centro.
-¿Dónde está Ayhan? -preguntó CeyCey al tiempo que caía de rodillas.

(¿Continuará?)

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now