Capítulo 49. Diseñando un plan

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Del capítulo anterior...

-Can, no se puede vivir con tanto dolor encerrado, sólo se sobrevive, créeme, en mayor o menor medida yo también pasé por un proceso en el que me había perdido a mí mismo. Tú estuviste allí para mí, Leyla estuvo allí para mí, incluso Sanem me tendió la mano y fue mi soporte después de todo lo que le había hecho. ¿Quién estuvo allí para ti?
-El mar, Emre, estuvo el mar. -Las palabras salieron de los labios de Can en un susurro-. Tuve el mar, tuve el cielo y tuve las estrellas. Tuve a Orión -dijo con una de sus medias sonrisas-. Tuve los sueños.
-Supongo que eso tiene que tener algún significado para ti -dijo Emre palmeándole los hombros.
Can rio por primera vez esa mañana pero lo hizo con cierta amargura.
-Tiene más significado del que crees.

...

Sanem, tras escuchar estas palabras, había abierto la mano donde aún tenía uno de los bollitos calientes de Mihriban a medio y comer y éste se escurrió de entre sus dedos hasta terminar en el amaderado suelo olvidado. Estaba en shock. ¿Qué era lo que había escuchado? ¿Que sus padres habían recuperado la tienda gracias a Can? ¿Que realmente le vio en aquel cine, que no fue ninguna ensoñación?
-Llévatela de aquí, Leyla -le susurró Derem a la mayor de las hermanas-. Ya me encargo yo. Llévatela ya.
Leyla asintió y, sosteniendo a Sanem a con su brazo izquierdo, la instó a caminar.
Sanem está bloqueada, ni sentía ni padecía. Caminó junto a Leyla por inercia hasta llegar a la caseta al final del atracadero donde se desplomó. El peso muerto que era Sanem obligó a Leyla a hacer un gran esfuerzo para evitar que tocara suelo. Como pudo, la llevó hasta el escalón de la entrada de la caseta que servía para guardar útiles de pesca y navegación y allí la obligó a que se sentara. La caseta disponía de un pequeño baño. Leyla entró en ella y se fue directa al aseo para hacerse con una toalla pequeña, abrió el grifo y, tras humedecerla, salió con ella para colocarla sobre el cogote de Sanem. La frescura de la toalla empapada reanimó a Sanem en parte.
-No me lo puedo creer, Leyla. ¿Cuántos secretos tiene? ¿Cuántas cosas mantiene oculta?

Del capítulo anterior...

-Tenemos que hacer volver a papá -dijo Can.
-Sí, tenemos que hacerle volver.
La voz que interrumpió la conversación fue la de Deren que entró en ese momento por la puerta del camarote.
Miró a su alrededor y constató que Bulut estaba allí, tirado en el suelo de cualquier manera durmiendo lo que, a todas luces, era una cogorza de campeonato. Tuvo que morderse el labio para no estallar en carcajadas. ¿A quién se le había ocurrido dejarle beber? Bulut no aguantaba muy bien el alcohol. A saber cuántas tonterías había dicho.
Can y Emre se giraron para mirar a la publicista. Can supo lo que estaba pasando por la cabeza de la joven desde el primer momento, la conocía desde hacía mucho tiempo, había trabajado codo con codo con ella muchos meses, años a decir verdad y sabía leerle sus expresiones. Estaba aguantando la risa.
-Obsérvala, hermano -dijo Emre en un susurro-. Está a punto de estallar. Vamos a ver buenos fuegos artificiales.
-No creo. Nuestra chica estalla sólo en la agencia cuando tiene público al que acojonar.
-Bueno, pues he de decirte que yo soy uno de a los que acojona.
-A Bulut no es capaz. Ese hombre tiene temple de acero. Observa y a ver quién tiene la razón en esto si tú o yo -sentenció Can elevando su ceja izquierda y acariciándose el mentón cubierto de vello crespo mientras ambos observaban a la mujer.
Deren bufó y se acercó al cuerpo inerte de Bulut. Frució los labios y se situó junto al costado derecho del hombre. Llevaba unas sandalias de cuña altísima que la hacían parecer mucho más alta de lo que era. Emre no sabía cómo podía caminar con eso pero el caso era que nunca tuvo el más mínimo problema para ello. Deren torció el cuello ligeramente hacia delante y miró fíjamente el rostro de su novio. Casi jadea cuando realmente se dio cuenta en la palabra que le había venido a la cabeza para denominar a Bulut. Su novio. Hummm, sonaba bien. La verdad es que sonaba de puta madre. Un momento, un momento. ¿Había pensado introduciendo la palabra puta en su cabeza? Sí, lo había hecho. ¿Qué le estaba ocurriendo? Ella nunca pensaba siquiera con insultos ni lenguaje soez pero es que este hombre la sacaba de sus casillas.
Se recreó en el cuerpo de Bulut unos segundos más de la cuenta.
-¿Qué hace? -preguntó Emre entre dientes y con un timbre tan bajo que Can casi ni le escuchó.
-Creo que buscar el punto débil donde arrearle. O eso o está recreándose la vista -susurró Can.
-¿Tú crees?
-Es una mujer. Y Bulut... un campanario de bastante buena planta.
Emre tuvo que llevarse la mano a la cara para evitar soltar la carcajada que amenazaba y ya afloraba con escapar de sus labios. Can, por su parte, miró el rostro de la chica. Vio cómo entornaba los ojos y estos hicieron unas tímidas arruguitas en el rabillo del que podía ver pues Deren estaba de perfil. Can se acarició las mejillas con su mano derecha y siguió observando a su amiga.
Deren dio dos pasos a su derecha y subió la vista desde los musculosos y prietos y bien formados muslos de Bulut hasta su cara. No era guapo al uso, no. Se diría que era atractivo. Sus ensortijados cabellos morenos descansaban sobre las lisas tablas de madera que era el suelo del camarote. Su respiración era suave y acompasada. Apretó los dientes. La había mantenido toda la noche en vela, esperándolo. Sin una llamada para decirle «Nena, estoy bien. No te preocupes si no duermo en casa. Estoy con los Divit».
Emre miró por entre sus dedos y notó en la quijada de la chica como ésta apretaba los dientes.
-Allá vamos -le susurró a su hermano.
Deren sonrió, pero era una sonrisa de sálvese aquí quien pueda. Volvió a mirar al rostro de su novio y la paz que mostraba en él la enfureció aún más fue entonces cuando echó la pierna hacia atrás y dejó de ir su pie calzado en un tanque hasta que éste impactó con muy mala leche en el costado de Bulut. La reacción no se hizo esperar. Bulut se levantó como un resorte. Deren ya tenía preparada la siguiente patada cuando el hombre atrapó el infernal pie que estaba ya presto a impactar esta vez con su cara. Al tirar de él en pleno movimiento desestabilizó a su dueña. Deren chilló cuando sintió que perdía su punto de apoyo y que salía literalmente volando. Bulut fue rápido como una centella, atrapó el cuerpo de su chica y la hizo caer literalmente sobre su regazo en una postura bastante incómoda.
Can y Emre dieron dos pasos al frente para intentar evitarle la caída, pero Bulut había sido más rápido.
-Ya te tengo -dijo el abogado.
Deren, por un instante, se quedó en blanco. Sólo abría y cerraba la boca como un pez. Las palabras no le salían, pero cuando pudo al fin reaccionar y tuvo la intención de hablar, Bulut la silenció con un beso.
-Estos espectáculos tan temprano no son para nada recomendable -dijo Emre.
Los dos tórtolos se giraron al unísono hacia quien había hablado.
-Cállate, imbécil -dijeron ambos a la vez.
Can soltó una carcajada. Dio un paso hacia delante y tendió la mano a Deren para ayudarla a levantarse del regazo de Bulut.
Deren le dio las gracias a Can.
-¿Y a mí nadie me ayuda? Yo también soy en estos momentos una damisela en apuros -dijo el hombre.
Can miró hacia la entrepierna del hombre y comenzó a reír. Sabía qué tipo de apuros tenía esa damisela en concreto.
-Sois todo un amor, ¿lo sabíais? Los hermanos Divit sois de lo que no hay. Alguna vez me la cobraré, os lo aseguro -dijo Bulut levantándose él solito del suelo. Gimió al hacerlo llevándose una mano al costado aunque estaba claro que su queja era bastante fingida. Se sacudió con las manos la parte trasera de sus amplios pantalones cortos y se enfrentó a Deren.
-¿Me has dado una patada mientras estaba durmiendo? -preguntó de manera retórica el hombre frotándose la zona dolorida-. ¡Lo has hecho!
-¿Te fuiste anoche sin decire a dónde ibas o cuándo ibas a volver? -preguntó de la misma manera la chica-. ¡Vaya, sí, lo hiciste!
-Bueno, mantengamos la calma. Lo siento, Deren, fue culpa mía. Bulut no se había traído el teléfono. Me dijo que te avisara pero se me olvidó.
Can tuvo que sujetar los brazos de la fiera.
-¿Que se te olvidó, Emre? -Deren intentaba zafarse del fiero agarre de Can-. ¿Sabes cuántas horas he estado preocupada por este idiota? ¡Que se le olvidó, dice! Can, rómpele la cara. Yo no tengo tus puños.
-Aquí nadie va a romperle la cara a nadie. Y tú te vas a tranquilizar.
Deren bufó y Can sonrió tras su cabeza.
-¡Vaya genio te gastas tan temprano, cariño! -dijo Bulut.
-Pues acostúmbrate. Dame un susto como el de hoy y no la vuelves a contar.
Bulut levantó ambas manos en un intento de decir «la culpa no es mía» y Deren pudo librarse de las férreas manos de Can.
-¿Habéis desayunado? -preguntó la chica.
-No -dijeron los tres a la vez.
-¿Alguno va a vomitar? -volvió a preguntar.
-No -dijeron otra vez al unísono.
-¿Os habéis convertido en una hidra? -Esta vez la pregunta la hizo entre risas.
-¿Cómo dices? -preguntó Bulut.
-No sé -dijo ella-. Como habláis lo mismo y a la vez...
-Estás como una regadera, nena.
-No me llames nena. Lo odio y lo sabes.
-Seguro que sí -masculló Bulut entre dientes y aguantando la sonrisa.
-Bueno, haya paz, tortolitos -dijo por fin Emre mediando.
Deren miró a los tres hombres uno a uno. El aspecto de dos de ellos era lamentable. Emre en cambio parecía que había llegado arreglado para un día de camping.
-No debería hacerlo, pero os voy a preparar algo de café para ver si os espabiláis y os haré algunas tostadas. Quitaos de mi vista mientras podáis -dijo señalando con la cabeza la salida del camarote.
Ellos salieron en estampida dejándola a ella sola y con la habitación más o menos en orden. La cama estaba hecha aunque era bien visible que alguien había dormido sobre ella pues la colcha estaba bastante arrugada. Preparó la cafetera y la tetera, metió tostadas en el tostador y estiró la colcha. Bulut y Can, estaba seguro de ello, habían dormido en el suelo. Apostaba su puesto en Fikr'i Harika a que fue Emre el que durmió en la cama.
Preparó tres tazas de café y una de té, sacó las tostadas y rebuscó en el armario mermelada. De la pequeña nevera sacó una pequeña tarrina de mantequilla y escogió algunas piezas de fruta del frutero. Puso todo ello sobre la bandeja y subió con cuidado los tres peldaños.
-Cuando llegué estábais hablando de hacer volver a Aziz. ¿Cómo pensáis llevar a cabo semejante proeza? -dijo Deren depositando su pesada carga en la mesa que había en cubierta y sentándose junto a Emre. No pudo evitar darle una patada en el tobillo. Emre fue tan caballero como para no quejarse.
-Aquí el caballero, el lumbreras -dijo Emre señalando a Bulut-, tiene pensado en ir a Ámsterdam a por el viejo.
-¡Por encima de mi cadáver! -exclamó Deren-. No me fío de las europeas.
Los tres se quedaron mirándola de hito en hito.
(¡Mierda! ¿Lo había dicho en voz alta?)
-No voy a ir solo. Me llevaré a Deniz.
-¿Y qué te hace pensar que me fío de ella?
(¡Muérdete de una vez la lengua!)
Bulut alargó la mano y atrapó los esbeltos dedos de Deren en su mano. Acarició los nudillos e hizo una leve presión sobre la palma de la mano. Deren sabía lo que ese gesto quería decir, que lo mirara a los ojos.
La joven buscó su mirada. Bulut se perdió en esos ojos de miel moteados de verde durante unos segundos.
-Serán sólo unos días, Deren. Te lo prometo.
-Te perderás la boda -dijo ella.
-Ya asistí a la primera -le dijo calmadamente Bulut mientras no dejaba de acariciar los elegantes dedos de su chica-. Piénsalo. Soy el idóneo para traerle de vuelta, nena. -Deren volvió a chirriar los dientes-. Soy casi familia de Mihriban, no tengo lazos sanguíneos con él -por lo que no se va a sentir presionado- y, además... tengo dos ases en la manga -dijo guiñándole un ojo.

(¿Continuará?)

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now