Capítulo 40. El pacto

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40 - El pacto

Del capítulo anterior...

-Tenemos que avisarla, Leyla -dijo entonces Sanem-. No importa lo que hiciera o lo que dejara de hacer, es su madre. Tiene derecho a estar aquí y verlos nacer.
Mevkibe, que estaba recostada sobre el cabecero de la cama con un paño húmedo en la frente habló.
-Sanem tiene razón, cariño -dijo la mujer-. Tenéis que avisarla y a Aziz. Ambos deben de volver. Tienen derecho a sostener a sus nietos en brazos y no conocerlos por fotografía. Si es necesario yo mismo iría a por ella a Australia.
-Aquí nadie va a ir a por nadie a ningún sitio -interrumpió Can.
Mevkibe miró hacia el hombre que en ese momento entraba en la habitación y le ponía la mano izquierda a su hija menor en el hombro. Lo primero que vio fue la alianza de oro en el dedo anular. Sus ojos volaron hacia la mano izquierda de su hija. Sanem llevaba uno de esos enormes anillos hippy que tanto le gustaban últimamente pero bajo éste pudo distinguir el brillo del oro y en el de su mano derecha, bajo otro anillo hippy similar pareció distinguir un fino aro de plata. El anillo de pedida que Can había puesto en su dedo hacía más de un año y que ella no había vuelto a ver desde que ingresaran a su hija en la clínica. La mujer se incorporó en la cama, el paño húmedo resbaló de su frente y cayó sobre la almohada
-¿Qué está pasando aquí? -preguntó.

...

Leyla también vio el aro de oro en la mano izquierda de su cuñado. Levantó la vista hacia Emre y éste se encogió de hombros. Ella le preguntó con la mirada llevándose el índice a la sien si Can había recuperado la memoria. Emre asintió. Leyla entonces se tocó la alianza y Emre volvió a asentir.
-Nos casamos hace unos días -contestó Can con tono seco-. En cuanto recuperé la memoria, hablé con Metin y Bulut y prepararon los papeles. Nos casó la misma juez que casó a Emre y a Leyla. -Can apretó el hombro de Sanem y miró a los ojos a Mevkibe. Había mucha franqueza en esa mirada, mucho amor y nada de arrepentimiento-. Es lo que tendríamos que haber hecho justo después de que mi hermano y Leyla se dieran el «Sí, quiero» aquel día. Si no lo hicimos también nosotros fue porque Sanem pensó en ti y en Nihat antes que en nuestra felicidad. De haber actuado así... ninguno de los dos habría perdido un año de su vida. Porque puedo asegurarte, Mevkibe, que mi año fuera fue una gran nada.
Sanem volvió la cara y buscó la mirada de Can. En sus ojos se podían ver las lágrimas contenidas.
Mevkibe se levantó de la cama por el otro lado a dónde estaban sentadas sus hijas y comenzó a pasearse por la habitación. Se la podía oír hablar de cómo le darían la noticia a Nihat.
-A tu padre lo matamos. De ésta no pasa. El disgusto que se llevó con la boda de Leyla casi acaba con él. Si ahora se entera de que habéis hecho lo mismo...
La pobre mujer se sujetaba la cabeza, se llevaba la mano al centro del pecho y estaba claro que le costaba respirar.
-Aún no te ha perdonado, Can -dijo parándose y mirando al mayor de los hermanos Divit-. No creo que lo haga. Desapareciste un año. Dejaste a mi hija destrozada, hijo. No sabíamos cómo traerla de vuelta del pozo en el que se hundió.
Can había aguantado durante el tiempo que había pasado desde su regreso muchas cosas, muchos reproches, muchas malas caras, mucho rencor y, a veces, hasta había sentido el odio que le tenían. No pudo aguantar más y estalló.
-¿Crees que fue culpa mía? -gritó-. ¿Realmente piensas que en esta historia yo soy el único culpable? ¿Por qué no miras hacia tu hija? ¿Por qué soy yo el único que tiene que cargar con la culpa? Te recuerdo que una relación es cosa de dos, Mevkibe.
-¡Fuiste tú el que se marchó! -gritó también la mujer.
-¿Y alguna vez te has preguntado por qué lo hice? -preguntó Can.
Emre se acercó a su hermano y le puso una mano en el hombro. Can le dio un manotazo y le miró con mirada fiera. Emre levantó los brazos en señal de aquí no voy a meterme y se sentó en la silla que había ante el tocador. Leyla y Sanem se mantenían en silencio. Sanem era consciente de que había llegado el momento de decir muchas verdades que sólo ellos dos conocían. Porque su historia la sabían por el libro pero, la de Can se había mantenido bien oculta.
-Mira a tu hija, Mevkibe. Mírala. No hay en esta vida nada que me importe más que ella. Jamás le habría hecho daño. De haber sabido por lo que iba a pasar no me hubiera marchado. Aunque eso me hubiera destruido a mí. Fue ella la que me dijo que me fuera y yo lo hice.
-¿Sanem? -Mevkibe miró hacia su hija. Ésta levantó la cabeza, miró hacia su madre con arrepentimiento.
-Caaan... -comenzó Sanem pero Can la miró. Con esa mirada fiera de león que tan poco usaba. Sanem volvió a guardar silencio.
-Mi año fuera fue un infierno sin ella -continuó mirando hacia su suegra-. Un año de una gran nada. Estaba dispuesto a no volver pero echaba de menos el poder estar en una habitación con otro ser humano, el hablar siquiera con alguien. Volví, sí. ¿Y qué me encontré? Sólo rechazo por vuestra parte. Yo también tengo sentimientos, aunque los oculte del mundo... también los tengo. Y no hubo nada que me destrozara más que verla y que no me hablara. Cuando me miraba, sólo veía un gran vacío en esos ojos de gacela que tanto amo. Unos ojos con los que no dejé de soñar cada día. ¿Me he casado con ella sin vuestro consentimiento? Pues sí, lo he hecho. Casi la llevé a rastras al juzgado pero, ¿sabes qué? Que de lo único que me arrepiento es de no haberlo hecho aquel día y al infierno con todo.
Can se calló y la habitación se sumió en un silencio aterrador. Can miraba a Mevkibe y ésta desviaba la vista de su hija a su yerno y de éste a ella. No dejaba de ver a su hija rota de dolor, ingresada en un hospital psiquiátrico por la gran depresión que estaba atravesando y luego buscó la mirada de Can. Por un momento intentó ponerse en su piel. Can siempre le había parecido un chico encantador, siempre con una sonrisa franca y siempre respetuoso. Nunca les había considerado inferior pese a la evidente diferencia de clases que les separaba. Por eso ni Nihat ni ella entendieron nunca que se hubiera marchado.
-Mamá... -dijo entonces Emre rompiendo el silencio al tiempo que se levantaba y apoyaba las manos en los hombros de su suegra; buscó la mirada de la mujer. Mevkibe enfrentó la mirada azul de su otro yerno-. El pasado no tiene arreglo, no podemos devolverle a Sanem el año perdido como tampoco mi hermano lo puede recuperar pero no pongas jamás en duda que Can ama Sanem.
-Lo sé, hijo. Siempre lo he sabido -dijo la mujer acariciando una de las manos de Emre que tenía sobre sus hombros-. Y por más que yo he intentado odiarle no he podido. Se ganó mi corazón hace mucho tiempo.
Sanem se levantó de la cama y acarició el brazo de Can. Éste, que había bajado la cabeza, la alzó y la miró. Acarició con su mano la de Sanem, atrapó sus dedos entre los suyos y se los llevó a los labios. Besó cada uno de los finos dedos de la chica y sonrió. La sonrisa llegó hasta sus profundos ojos oscuros y la fiera mirada, que luego se había convertido en una vacía por los dolorosos recuerdos, volvió a brillar.
Mevkibe se sentó en la misma silla que había desocupado Emre. Se llevó las manos a la cabeza y se frotó las sienes. Luego se llevó una de las manos al pecho y respiró profundamente.
-Bueno, sea como sea. Lo hecho, hecho está. Pero de alguna manera hay que arreglar esto. Vuestro padre ya anda delicado. Enterarse de lo que habéis hecho, haya sido con razón o sin ella, le matará del disgusto.
Los cuatro Divit fijaron la mirada en la mujer y el silencio volvió a inundar la habitación; esta vez, fue Leyla quien lo rompió.
-Planearemos una boda -dijo entonces Leyla-. Con su pedida de mano incluida para papá. Le diremos que lo hagamos antes de que Sanem tenga que acudir a ella con niños de la mano. Papá aceptará. No hay nada en la legislación turca que indique que una pareja no puede casarse dos veces, ¿verdad? Los cinco mantendremos el silencio. ¿Lo sabe alguien más?
-Metin, Bulut y Deren -contestó Sanem.
Leyla miró a su hermana.
-De eso ya hablaremos tú y yo. Cuando yo me fugué para casarme con Emre... a la primera que llamé fue a ti. Ésta te la guardo.
Sanem miró a su hermana.
-¿Mantendrán silencio? -preguntó entonces Leyla.
-Lo harán -contestaron a la par Can y Sanem.
-¿Mamá? -preguntó entonces Leyla a su madre-. ¿Crees que podremos llevar esto a cabo sin que papá se entere?
Mevkibe se centró en su hija mayor. ¿Cómo se había podido complicar tanto las cosas en tan sólo una hora? Ya era bastante difícil de asumir que su hija fuera a ser madre sin estar casada. Lo habían pasado por alto por el accidente y porque Can no recordaba nada de los últimos dos años. Ahora la cosa estaba más embrollada que nunca. De solo pensar en que Nihat se enterara de lo que ocurría... se echaba a temblar. No sabía cómo podía reaccionar.
-Hija, me pones en una situación difícil. Ya sabes lo que pasó cuando se enteró por la prensa que Sanem se estaba viendo con Can. ¡Se marchó de casa!
-Pues a mí no se me ocurre otra cosa -dijo entonces Leyla-. Si alguno de vosotros tiene otra idea...
-A mí me parece una buena solución, cariño -dijo Emre tomando la mano de Leyla con la suya. Golpeó el hombro de Can con la otra para llamar su atención y éste se volvió hacia su hermano.
-¿Crees que Mihriban podría solicitar en tu nombre la mano de Sanem ante Nihat? -preguntó en tono bajo Emre-. Papá no está y con mamá...
-Ni me mientes a esa mujer -contestó Can con el mismo tono bajo de su hermano-. Se confabuló con Yigit para que se hiciera pasar por inválido un año y éste, además, trató de hundir la empresa de las cremas de Sanem. Si me lo echo a la cara, lo reviento. Esta vez lo siento en una silla de ruedas de verdad.
Suerte tuvieron que Mevkibe estaba dándole vueltas a la cabeza pensando en Nihat más que en la conversación que se desarrollaba a su alrededor porque la pobre no estaba para enterarse de más secretos.
-Can, podría funcionar -afirmó Sanem.
Can miró a Sanem. Los ojos de uno conectaron con el del otro y Can acarició el cabello de su mujer. Lo hacía por ella. Estaba harto de esconderse, nunca le había gustado tener que ocultarse ni ocultar su relación. Siempre había querido que el mundo se enterase de que ella era lo más importante de su vida.
Sanem giró el rostro buscando la caricia de Can y éste se la ofreció. Le acarició la mejilla sin apartar la mirada de la de ella, la agarró del cuello antes de bajar la cabeza, dar el paso que lo separaba de ella y buscar sus labios con ansiedad. Sanem se pegó a su cuerpo y le devolvió el beso.

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now