Capítulo 12. ¿Coincidencias o Destino? (Parte I)

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<Dicen que una fina línea separa la coincidencia del destino y que todas las personas estamos conectados por un máximo de tres personas. Esto último no sé a ciencia cierta si es real o no pero siempre he sido firme defensora de lo primero.>
De la biografía de Sanem Aydin

-¡Sanem! ¡Can! ¿Dónde estabais? -preguntó Deren con apremio cuando les vio aparecer en el jardín.
Sanem y Can se miraron el uno al otro pero ninguno de los dos respondió a la pregunta de Deren. Can solo tenía ojos para ella. Desvió la mirada de los ojos de Sanem hacia el clip que lucía en su pelo desde hacía unos minutos. No podía apartar la mirada ni de ella ni de aquel símbolo que les uniría para siempre.
-Tenemos una crisis bastante gorda por aquí -continuó de manera nerviosa Deren-. Hemos intentado localizaros después de que se le cortara la llamada a Deniz y nos ha sido imposible hablar con ninguno de vosotros dos.
Sanem miró hacia Deren y luego volvió la mirada a Can.
-Me pregunto por qué será -dijo la escritora-. ¿Quizás porque este neandhertal -preguntó de manera retórica mientras señalaba hacia Can- tiró mi teléfono por la borda?
Sanem dobló la cabeza hacia el hombro y se quedó mirando fijamente a Can.
Deren miró a Sanem y luego prestó atención a Can. Can se encogió de hombros como si la cosa no fuera con él.
-¿Le tiraste el smartphone al mar? -preguntó sorprendida Deren.
-La vida era más fácil cuando no existían esos trastos. Nadie molestaba innecesariamente, ¿verdad?
Can miró seriamente a Deren a los ojos y ésta comenzó a hablar.
-Bue-bueno, sí -tartamudeó Deren-. ¡Re-repito! ¡Te-tenemos una cri-crisis muy gran-grande aquí!
-¿Qué ocurre ahora, Deren? -la interrogó Can con tono cansado. Se llevó la mano a la nariz y se frotó el puente con los dedos. No acababan de llegar y ya necesitaba nuevamente aislarse por unos minutos. Casi acababa de casarse con Sanem, por lo más sagrado. Ella había aceptado el clip en su pelo no hacía ni diez minutos. Ni en sus mejores fantasías en sus días más positivos hubiese podido siquiera llegar a soñar con que tal hecho podría hacerse realidad.
Deren intentaba ordenar sus pensamientos. Estaba muy nerviosa.
-No sé realmente -comenzó de manera atropellada-. CeyCey es quien al final ha tenido que ponerse al teléfono. Era el único aquí que hablaba inglés y, ya sabéis cómo es CeyCey. Es un histérico -Deren hablaba muy rápido. Se le trababan las palabras y a Can le estaba costando seguir el hilo de su monólogo.
-Está bien, está bien, cálmate Deren. Comienza desde el principio -la instó Can colocando sus grandes manos sobre los hombros de la joven.
-Han llamado desde España. Sobre no sé qué contrato de derechos de autor, alo sobre derechos digitales y de explotación en papel de la novela de Sanem -continuó Deren de manera acelerada-. La verdad, no entiendo mucho de esto... ¡yo soy publicista! ¡Qué puedo entender yo de derechos editoriales! ¡Tampoco soy abogado! ¡CeyCey ha sido quien ha hablado! ¿Dónde se mete este hombre cuando se le necesita? ¡CEYCEY! ¡CEYCEY!
Sanem se aproximó a Deren. ¿Había oído algo sobre derechos de autor? ¿De qué hablaba? Todas las negociaciones de sus contratos literarios las llevaba Yigit... Pero Yigit ya no estaba.
-¿Sanem? -Can se dirigió a su chica-. ¿Entiendes algo?
-No sé, Can. Todos estos asuntos siempre los ha llevado Yigit.
Ante la mención del editor, Can apretó los dientes. Ese malnacido... esperaba no volver a verlo en su vida. Maldito rastrero mentiroso.
CeyCey apareció corriendo desde la galería acristalada.
-¡Sanem! ¡Sanem! -gritó con voz ahogada-. Contactar con editora. España. Llamando toda la mañana. Urgente. Yigit. Sin noticias.
-¡Cálmense todos! -interrumpió Can con bastante más calma de la que en realidad sentía-. ¡Cálmense! A ver, CeyCey, Deren -dijo mirando alternativamente a uno y a otra- Han llamado desde España, ¿no es así? Uno de los editores de Sanem. ¿Correcto?
Ambos asintieron con sus cabezas.
-¡Urgente! -volvió a decir CeyCey.
-Bien -continuó Can-. El teléfono, CeyCey. Hablaremos con ellos. Yo mismo lo haré.
CeyCey le pasó el teléfono y Can marcó por rellamada el número internacional reflejado en el registro de llamadas.
-Hello! -dijo Can en inglés cuando contestaron al otro lado de la línea y al tiempo que empezaba a pasearse por el césped-. Mi nombre en Can Divit -continuó en el mismo idioma al ver que la otra persona al teléfono parecía entenderle-. Hablo en nombre de la señora* Sanem Di... -Can se dio cuenta inmediatamente de su casi metedura de pata rectificando al instante. Miró a Sanem de reojo mientras ésta enrojecía y negaba con la cabeza- Aydin -concluyó-. Creo que han estado intentando localizarla durante toda la mañana. ¿Con quién hablo?
Del otro lado de la línea teléfonica se oyó una disculpa antes de ponerle en espera. No tardaron ni medio minuto en volver a abrir la línea.
-Señor Divit -una voz femenina se oyó al otro lado-. Mi nombre es Lu Vázquez, soy la editora de Rock Ediciones, la editorial que ha publicado el libro en digital de la señorita Aydin en España.
-Usted dirá, señora Lu, la escucho -continuó Can.
-Llevamos toda la mañana intentado hablar con el señor Ersoz.
Can apretó los dientes ante la mención del apellido de Yigit.
-El señor Ersoz ya no está vinculado en modo alguno con la señora Sanem. -La mirada de Can se endurecía por momentos-. Lo que tengan que tratar con él puede hacerlo directamente con la señora Sanem o conmigo.
Al otro lado del teléfono se hizo un breve silencio que pronto fue de nuevo interrumpido por la voz de la editora española.
-Verá, señor Divit, el caso es que, en España, hemos negociado con el señor Ersoz sólo los derechos de venta de la edición en digital y estábamos negociando los derechos de explotación de los servicios en papel del libro de la señorita Aydin. Necesitamos que se firmen los contratos para poder empezar a vender en librerías y en plataformas como Amazon. Como le he dicho, nos ha sido imposible contactar con el señor Ersoz.
-La entiendo, señora Lu. -Can seguía la conversación con interés. No es que fuera un experto en el mundo editorial pero había publicado algún que otro libro de fotografía y el léxico no le era del todo desconocido-. Hablaré con la señora Sanem y le devolveremos la llamada lo antes posible.
-Necesitaría que viniera a España, a ser posible -dijo la editora.
-Eso es del todo imposible, señora Lu -el tono contundente de Can hizo que la editora ni se cuestionara insistir.
-En ese caso, podemos enviar a uno de nuestros negociadores a ver a la señorita Aydin. ¿Sería eso posible?
-No creo que haya ningún inconveniente en ello. Mientras que mi... -De nuevo volvió a interrumpirse. Otro desliz como aquéllos podría ser del todo contraproducente-. Mientras la señora Sanem no tenga que salir de Estambul negociaremos cualquier tipo de acuerdo. ¿Su negociador podría estar aquí la semana que viene?
-Sí, claro -contestó esperanzada la editora-. Enviaremos a alguien para el fin de semana si no es molestia.
-Tamam -contestó Can-. Esperaremos a su negociador para el fin de semana del 22-23.
-Encantada de haber hablado con usted, señor Divit. Arreglaremos el viaje. Salude de nuestra parte a la señorita Aydin.
-Así lo haré.
La línea se cortó tras la despedida de Can.
-¿Can? -preguntó Sanem-. ¿Qué ocurre?
Can se acercó. Mientras había estado hablando con la editora había ido deambulando por el terreno sin rumbo fijo.
-Era tu editora en España. Van a enviar a un negociador para acordar los derechos de explotación de la edición en papel de tu libro.
-¡Bien, bien! -gritó CeyCey-. Sanemci está en la cresta de la ola.
Can tendió el brazo con el que sostenía el teléfono hacia CeyCey y éste tomó su smartphone de manos de Can.
-Me dijeron que han removido cielo y tierra para dar con alguien cercano a Sanem. Ni Yigit ni ella respondían al teléfono y eran los únicos números de los que disponían. Al final contactaron con Mevkibe y ella le dio mi número. Lo siento, señor Can.
Can posó la mano en la cabeza de CeyCey, le dio un par de toques cerca del cogote y le sonrió. Le tenía gran aprecio a CeyCey. Era el único amigo que realmente le quedaba.
-Tranquilo, CeyCey. Tú y yo nos vamos a ir ahora a terminar de ultimar los detalles de la campaña que tenemos entre manos. Dejemos a las chicas solas. Seguro que querrán hablar de sus cosas.
Can volteó el rostro hacia Sanem y la miró. Con los ojos se decían todo sin tener que recurrir a las palabras. Estaban acordando verse más tarde en el embarcadero. Ese lugar se había convertido en sus nuevas rocas.

Erkenci Kuşحيث تعيش القصص. اكتشف الآن