Capítulo 15. ¿Coincidencias o Destino? (Parte III)

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La creencia irlandesa se remonta a la era en que los pobladores de la isla ejecutaban un rito pagano conocido como Lith que celebraba la madurez del sol. Para simbolizar el poder benefactor de éste sobre la tierra y sus habitantes y para devolver un poco de su calor sanador, los antiguos pobladores encendían hogueras donde se realizaban quemas símbolicas. Algunas de las leyendas dicen que, en esta noche mágica, todo tipo de seres mágicos salen de su escondite atraídos por la luz de los fuegos intentando interferir en los deseos que piden las personas que se reúnen alrededor del fuego. Las cualidades mágicas del trébol de cuatro hojas nos librará de todo mal pero, muy pocas personas, han logrado encontrar alguno.
-De las notas de Sanem Divit para su segunda novela.

Del capítulo anterior...

El ruido de gente acercándose les sacó de su ensimismamiento. Sanem chilló y se removió para levantarse de la hamaca como un resorte. Como no podía ser de otro modo, Sanem lo logró más o menos con cierto estilo pero todo acabó con Can girando en la hamaca y dando de bruces en el suelo.
-Huy, lo siento. ¿Estás bien?
-Es la segunda vez que acabo así.
Ambos se miraron y comenzaron a reír. Can se levantó a duras penas guardando cadena y anillo en el bolsillo de sus raídos vaqueros.
Fue así como les encontró CeyCey y Muzo que venían por el camino y Deren que, en esos momentos salía de la galería vidriada; Bulut venía justo detrás de la joven.
...
Sábado 22 de Junio de 2019
-Deren -dijo Can sacudiéndose el polvo de los pantalones vaqueros-. Reune a todo el equipo. Hay que planificar la campaña. Voy un momento a la casa de Mihriban a cambiarme y ahora vuelvo. Haremos sesión de brainstorming. Sé que es fin de semana pero ya que todos viven aquí y que tú no te fuiste ayer...
-Claro, claro, no te preocupes, Can -dijo la chica mirando a Bulut que estaba a su lado-. No pensaba irme este fin de semana.
Can se marchó y los cinco comenzaron a recoger los cojines que habían quedado tirados por el césped la noche anterior apilándolos junto a un frondoso árbol junto a la hamaca.
Sanem se dirigió a la galería vidriada con Deren pisándole los talones y ambas trabajaron en silencio preparando el desayuno.
-No se me ha escapado que tienes un hermoso pájaro luciendo en tu pelo. Es igual al que tiene Can -señaló Deren-. ¿Me lo vas a contar?
Por toda respuesta, Sanem enrojeció.
-Ya veo que no -se respondió Deren entre risas.
-Igual te lo cuento si me dices que hacía ayer Bulut llevándote en brazos.
Fue el turno de que la otra enrojeciera.
-Mejor y lo dejamos para otro día -contestó Deren entre risas-. ¿Habrá llegado ya Deniz? Es a la única que he avisado. Los demás ya estábamos aquí.
-Imagino que sí.
Ambas tomaron una bandeja cargada de vasos de té y tazas de café y se dirigieron hacia la mesa de trabajo del jardín delantero. Las dos no tardaron en repartir entre los asistentes.
Cuando Deren se aproximó para dejar la taza del ardiente café turco delante de Bulut, éste le acarició subrepticiamente la pantorrilla. Suerte que la chica ya llevaba la bandeja vacía porque del sobresalto que tuvo hubiera bañado con el líquido ardiente al pobre hombre. Dejó la bandeja y se sentó al lado de él. Ambos se miraron y Bulut le guiñó un ojo.
Can se acercaba cuando CeyCey levantó la cabeza.
-Ya está aquí el señor Can -le susurró muy bajito a una pensativa Sanem que tenía a su izquierda mientras llamaba su atención con un ligero codazo-. ¡Buenos días, señor Can!
Sanem alzó la mirada y se quedó ensimismada. ¿Por qué tenía que andar tan lento?
-Guapo como el veneno... ¡despiadado! ¡cruel! -dijo mientras se llevaba la mano por instinto hacia donde colgaba la cadena de su cuello buscando el anillo. Pero en esta ocasión solo encontró su piel. ¿Dónde estaba su cadena? Se tanteó el pecho y no la encontró. Miró dentro de su vestido... nada. ¿Había perdido su anillo? Se tiró de bajo de la mesa y comenzó a buscar. Nada.
Decir que la embargó una sensación de desesperación era quedarse muy corta. Gateó bajo la mesa palpando el césped pero tampoco, allí no estaba. Corrió hacia la hamaca. Levantó cojines, sacudió sábana pero, no. Allí no estaba tampoco. ¿Se le habría caído en la casa?
Can la miraba, al igual que el resto, cómo se volvía loca buscando. Pero mientras el resto murmuraban entre ellos, Can sonría. Por dentro se estaba descojonando.
(Ah, Sanem, ah -se decía mientras veía los infructuosos esfuerzos de la chica por dar con lo que bien sabía él que buscaba)
Se levantó de la mesa y se dirigió hacia la galería vidriada donde Sanem seguía rebuscando.
-Sanem, todos te están esperando en el jardín, ¿estás buscando algo? -le preguntó Can haciéndose el inocente.
-Nooo -respondió la muchacha con desesperación.
-Entiendo -dijo Can-. Venga, vamos.
La chica se abrazó; se sentía desnuda sin su anillo. Caminó hacia Can pero no vio un cojín que había en el suelo y, al pisarlo, el pie se le dobló. Como siempre su caballero estaba ahí y la recibió entre sus brazos antes de que cayera de bruces.
Ambos se miraron a los ojos y les recorrió un escalofrío. El cruce de miradas les conectó como siempre. El silencio se hizo a su alrededor y el tiempo se paró. Las cabezas se acercaron milímetro a milímetro la una a la otra pero cuando estuvieron a un suspiro de que sus labios se unieran, la voz de Deren les cortó el rollo.
-¡Can, Sanem... ! Lo siento, ya me voy.
Can y Sanem se separaron de golpe. Ambos susurraron estúpidas excusas y siguieron a Deren. Por el camino no pudieron evitar subrepticias miradas.
Can cedió el paso a las chicas y se quedó contemplando la espalda de su chica. La malévola sonrisa que se instaló en sus labios lo decía todo.

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now