Capítulo 56. Un diseño y un plan

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Tres días antes. Clínica de maternidad

La pareja que estaba sentada al fondo a la derecha de la sala de espera respondió de manera cortés y amable a los buenos días que dieron los Divit al entrar.
La chica, en avanzado estado de gestación, los miró por encima de la revista que estaba leyendo sin prestar mucha atención a lo que el trío formado por Sanem, Emre y Leyla iban comentando.
-Voy a ver dónde se ha metido mi hermano -dijo Emre.
Éste se acercó a su mujer, depositó un tierno beso en la mejilla de alabastro de Leyla y salió al pasillo. Se notaba a la legua que estaba muy nervioso.
-Y qué... ¿ya te has decidido por el vestido que te vas a poner dentro de tres días en tu boda? -preguntó la chica rubia.
-No es la primera vez que me caso con Can, ya lo sabes. No necesito un vestido de boda. Me pondré algo sencillo, como tú cuando te casaste con Emre por primera vez. Lo importante es que sé que esta vez no se va a marchar, no se irá dejandome... dejándonos atrás. Dijo pasando la mano suavemente por su incipiente abdomen y una sonrisa en los labios.
La muchacha al fondo de la sala había dejado de prestar atención a la revista y miraba de reojo a Sanem. ¿Podría ser posible que... ?
Dio un codazo a su marido que se mantenía impertérrito a todo lo que le rodeaba pensando en que pronto tendría un crío más correteando por casa. La sonrisa de satisfacción de saber que habían superado todos los obstáculos era más que bien recibida. Su noviazgo había sido toda una montaña rusa de emociones que iban y venían. Nunca pudo estar seguro de su relación al cien por cien, pero el destino los había unido y los mantendría juntos, ahora sí que estaba seguro de ello.
Sintió el codazo de su mujer en las costillas y se volvió a mirarla arqueando una de sus morenas cejas. Ella chasqueó la lengua y le hizo señas levemente con la cabeza hacia las dos chicas que estaban sentadas en la pared a su izquierda.
-La morena -dijo de manera que sólo él pudiera oírla-. Fíjate en la morena. ¿Es la escritora Sanem Aydin?
El hombre se giró hacia donde indicaba su compañera y se fijó en las dos mujeres que hablaban de una boda y de un vestido que no era nada apropiado para semejante ocasión. Arrugó el entrecejo y volvió su rostro hacia su mujer de nuevo.
El hombre volvió a entrar en la sala.
-No encuentro a mi hermano. A saber dónde ha tenido que ir a aparcar. El tráfico a estas horas ya está imposible y no hemos visto hueco en ningún lado al llegar.
A las chicas no les dio tiempo a contestar,  justo en ese momento... sonó el anuncio por megafonía donde llamaban a consulta.
-Señora Leyla*, señora Leyla Divit. Acuda a consulta 5, por favor.
Y de nuevo se repitió el anuncio.
Leyla se levantó. Se sacudió los pantalones negros anchos de largo pesquero que llevaba y se acercó al hombre. Éste la tomó de la mano y sonrió.
-¿Lista? -preguntó con cierta incertidumbre en la voz.
-Lista. -El tono de ella era más firme y decidido del de su marido.
-Esperemos que sólo venga uno -dijo Emre pasándose nerviosamente la mano por la frente, la sien y la mejilla hasta depositarse en su cuello. Allí se detuvo unos segundos antes de continuar hablando-. No quiero pasar por otra cosa. No estoy preparado.
La chica rio y la morena gritó en la sala.
-Vamos, no seas cobarde. Tu hermano no lo es -dijo guiñándole un ojo y lanzando un besito a la pareja.
El hombre estalló en una carcajada.
-Te recuerdo que mi hermano cayó cual árbol talado y aún le dura el susto -dijo Emre conteniendo las carcajadas que se moría por soltar. A su cabeza le había llegado la imagen de Can derrumbándose en las escaleras de la casa de sus suegros porque las piernas le temblaban de puro terror.
-Bla, bla, bla -respondió haciendo el típico gesto de la mano al hablar.
-Ya veremos como reacciona éste -dijo Leyla tirando de la mano de Emre y desapareciendo por el pasillo mientras volvía a escucharse la llamada por megafonía.

-¡No puede ser! -La chica de pelo lacio se mordió los labios y se refugió tras la revista. La tenía abierta por una página en la que se veía a un hombre con los cabellos largos rizados y sueltos. Lucía unos pantalones vaqueros bastante trillados y un chubasquero verde en forma de sudadera. Al lado derecho de la imagen se podía leer «El hijo pródigo ha vuelto y la compañía resurge con fuerza.»
Otro codazo impactó en el cuerpo del hombre sentado a la izquierda de la chica que había comenzado a juguetear con el móvil. Las esperas en los médicos eran bastante tediosas. Miró a su pareja. Estaba radiante. El tercer embarazo y no podía estar más hermosa. La luz iluminaba su tez y sus ojos caramelo brillaban de exitación cuando señaló con su pulgar izquierdo la imagen que tenía bajo él. El hombre dejó de teclerar en el móvil y miró de soslayo la imagen de la revista; luego alzó la vista y miró a su mujer sin entender mucho a dónde quería llegar, ya habían hablando antes sobre el asunto y le había dicho que ese tío era prácticamente inalcanzable que tendría que olvidarse de una idea tan peregrina.
En ese momento, una figura de anchos hombros apareció por la puerta de la sala de espera de maternidad. Era sin duda el mismo. Ambos se toparon con los mismos ojos leoninos del hombre que les devolvía la mirada desde el papel cuché que tenían ante sus narices. Por un momento, Can se quedó paralizado a dos pasos de Sanem y se fijó en su chica. Fue a decir algo pero se contuvo porque la mujer morena se había levantado de su asiento y se había acercado a él sin ceremonias y con la confianza que da el haber pasado por mucho juntos.
-Lo siento -dijo hacia el hombre dirigiéndose hacia la pareja cuando se dio cuenta de que ni siquiera había saludado al entrar-. Deben de ser los nervios de la boda. Nos casamos en tres días.
(¿Por qué había dicho eso? -pensó el hombre que ahora se había retrepado en su asiento y había estirado las piernas al tiempo que se cruzaba de brazos.)
No bien hubo acabado de decirlo, su mujer miró a Sanem de nuevo atentamente, giró la cabeza y pareció medirla con la vista. Nada pasó desapercibido a su buen ojo. La figura bajo ese vestido blanco... engañaba. Se giró hacia él que estaba a su izquierda y buscó su mirada. Le sonrió y le guiñó un ojo.
-Acabo de dar con la solución.
El hombre la miró, le echó el brazo por los hombros, la atrajo hacia sí y la besó en la sien.
-Sabía que lo lograrías, cariño.
-Sí, sé muy bien como atrapar a Can Divit. Me deberá el favor de su vida y ella estará radiante con uno de mis diseños. Vestirse de corto en el día de su boda. No se lo cree ni borracha. Ese día lucirá uno de mis mejores diseños y nadie podrá afirmar que está embarazada. Haré que su pecho parezca plano y ese vientre apenas redondeado sea tan sólo un espejismo. Me pican ya las manos y no tenemos tiempo que perder. En cuanto salgamos de aquí... derechos al taller.

Dos horas después, la chica se quitaba las gafas que le eran necesarias para trabajar desde su segundo embarazo y las lanzó sobre la mesa. Agitó frente a los ojos de su marido el espectacular traje de novia que había diseñado y se quedó esperando el veredicto de su marido.
El hombre se quedó mirando el diseño. Desde luego era ingenioso, una auténtica obra de ingeniería fina. Unas ballenas recorrían el torso para mantener el aspecto de vientre plano sin por ello hacer presión donde no debía. El escote se mantendría en su sitio gracias a unas finas tirantas y estaba realizado el corte de manera tan sutil que iba a reducir al menos dos tallas el pecho de la chica. El corte de la falda se ceñía a unas caderas rotundas que harían fijar más ahí la atención que en el resto del cuerpo y su cola abierta de sirena dotaban de un encanto sofisticado el hermoso diseño de seda y encaje.
-Enviaremos a un fotógrafo de la agencia a esa boda y filtraremos las fotos a la prensa. Tu madre jamás ha tenido una idea como ésta -dijo la chica lanzando sobre la mesa el diseño-. Hablarán de este diseño durante años. Hablarán de este diseño de la nueva colección de «Kiraz Mevsimi» mucho más de lo que lo han hecho hasta ahora, un diseño que nunca han visto en los escaparates de «Öikü Fashion» y Can Divit me devolverá el favor en la campaña que estamos preparando con fines sociales para dentro de tres meses. Le quiero allí fotografiando la línea «low cost» que preparamos, Ayaz. Le quiero allí y allí estará. Ahora sólo tenemos que poner a trabajar a todos en el taller a marchas forzadas para tenerlo listo y entregado antes de que Divit ponga la alianza en el dedo de su chica -sentenció Öikü apoyando su cadera en la mesa al tiempo que se llevaba la mano a su abultado vientre.
La sonrisa de Öikü iluminó el despacho y Ayaz estalló en carcajadas.

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now