Capítulo 21. Remembranzas

8.5K 171 8
                                    

En el capítulo anterior...

-Perdonaste a Emre, me perdonaste a mí y yo también te he perdonado tu abandono de un año. ¿Por qué, Can? Pregúntatelo aunque yo te dé la respuesta: porque nos amas, y yo te amo hasta la locura. Por amor a ti, la perdoné a ella y por amor a mí te perdonaron mis padres. Y por amor, la perdonarás. Por amor, Can -dijo Sanem apoyando la mano en el lugar tras el que latía el corazón de Can-. Porque éste que late aquí -dijo acariciándole el pecho-, en el fondo, la ama como el niño que fuiste, como el hombre que eres. Por amor, Can -repitió Sanem buscando su mirada y prendiéndose de ella como siempre. Los ojos oscuros de Can se quedaron enganchados en los de gacela de ella-. Por amor, Can -repitió de nuevo Sanem sin apartar la mirada de su hombre-. Por amor a mí, por amor a Emre, por amor a... Derya.
El último nombre lo dijo muy pero que muy bajito pero a Can le resonó como un trueno en los oídos.
(¿Cómo sabía ella... ?)
Lo dos se quedaron mirándose fijamente a los ojos hablándose sin decirse realmente nada más.
...
Huma les observaba en la distancia. Definitivamente, no podría haber estado más equivocada. El arrepentimiento llegaba muy tarde para corregir los errores tan graves que había tenido para con ellos. Su corazón sufría y se desangraba por ese hijo al que había abandonado de niño y por las piedras que le había puesto en su camino de adulto. Su hijo era fuerte, un hombre de los pies a la cabeza que se había hecho a sí mismo sin ayuda de nadie. Ese tiempo perdido con él no se lo devolvería nadie pero daría la vida que le quedaba por saberle a salvo. Yigit era un peligro. ¿Cómo había podido estar tan ciega? ¿Cómo, por amor de Dios, había ayudado a fortalecer al monstruo? ¿Cómo no se había dado cuenta de la calidez que irradiaba esa chica?
En su mente se sucedieron mil y un momentos vividos. Miradas cargadas de amor y deseo entre su hijo y ella. Miradas cargadas de esperanza en el rostro femenino en aquella cena que ofreció Polen donde su hijo no pudo evitar fotografiarla mientras fotografiaba los diecisiete platos cocinados por Polen para el libro. Miradas de celos en los ojos de su hijo cada vez que la veía cerca de Yigit. Dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver. Ella había estado ciega en más de un sentido. ¿Cómo compensar eso? ¿Cómo?
Can abrazó a Sanem y ella le echó los brazos al cuello. Vio como su hijo le susurraba algo al oído y escuchó la risa de ella. Sea como fuera, el destino les había vuelto a reunir, por su parte ya estaba todo hecho. Ya sólo quedaba retirarse y desearles lo mejor.
-Creo que me voy. Siento mucho todo lo ocurrido -dijo la mujer.
Can y Sanem giraron sus cabezas a la vez hacia ella.
-"Es lo que sucede cuando se van esparciendo espinas por la vida. Ésta igual te hace volver descalzo"*.
-Fuiste contra la única persona que realmente te defendió siempre ante mí, fuiste contra la única persona que creía en ti como madre. Con tu actitud, madre -dijo con tono amargo-, nos arrastraste a los dos al abismo. ¿Mereció la pena?
-Si pudiera echar el tiempo atrás actuaría de otra manera. Desgraciadamente, no se puede.
-Vete. Igual algún día yo pueda perdonarte, ahora mismo me es imposible.
-Te lo digo de nuevo, hijo. Cuídate las espaldas.
Huma abandonó el lugar dejando a sus espaldas el eco de sus palabras.
-¿Crees que Yigit intentará algo contra ti? -preguntó Sanem aún aferrada a su cuello.
-No tengo la menor duda. Ya viste lo que ocurrió con Cemal en la cafetería. Es un mentiroso patológico. Te ha estado mintiendo mucho tiempo y, lo peor de todo, es que tú siempre has creído en él. -Can se separó un poco de ella y la aferró de los brazos-. Pero no vamos a hablar de eso ahora. Quiero que me respondas a estas preguntas: ¿De dónde has sacado el nombre de Derya? ¿Qué significa ese nombre para ti?
-Dímelo tú -contestó Sanem buscando sus profundos ojos oscuros-. Al fin y al cabo fue el nombre que escribiste en tu Cuaderno de Bitácora hace bastante tiempo.
-¿Leíste mi cuaderno?
Sanem asintió.
-El día que me encontraste tirada en el suelo de tu barco. Tuve el tiempo justo de devolverlo a su lugar antes de que el mundo se convirtiera en un agujero negro que me tragó. Lo siguiente que recuerdo es a ti llamándome y besándome.
Can le acarició el pelo con esa delicadeza que le prestaba siempre sin apartar la mirada de ella. Se humedeció los labios de esa forma tan sexy que la ponía a cien y acercó los labios hasta los de Sanem. Al hablar, rozó con ellos los femeninos.
-¿Tienes algo más que decirme? -susurró.
-¿Algo... como qué? -preguntó Sanem haciéndose la despistada. No era muy difícil, la proximidad de Can siempre hacía que sus pensamientos salieran por la ventana.
-Tarde o temprano lo averiguaré. No se te da nada bien ocultarme cosas, ¿recuerdas?
Can aprovechó el desconcierto de Sanem para rozar los labios de la chica y arrastrar el beso por el mentón hasta hundir la nariz en el cuello de ella. Allí inspiró profundamente el delicado aroma de su piel.
-Tu aroma me persigue siempre. No puedo vivir alejado de él desde que me impregnó las fosas nasales aquella primera vez, en aquel palco a oscuras. Reconocería este aroma entre un millón -dijo besándola de nuevo en el cuello.
-Caaan, por favor. Alguien podría vernos y quiero que mi padre se entere antes esta vez.
Can se apartó con un suspiro.
-Esta vez no esperaré mucho.
-Se lo diremos mañana, ¿de acuerdo? ¿Podrás mantener las manos quietas menos de veinticuatro horas?
-Me vuelves loco, Sanem. No veo llegar el momento de cumplirte aquella promesa que te hice una vez...
-Pasar mucho tiempo en el mismo sofá, en la misma cama -concluyó Sanem.
-En el mismo sofá, en la misma cama -corroboró Can y, acercándose a ella, la beso fugazmente y se marchó dejando atrás a una Sanem ardiendo de deseo.

Ardía. Igual estaba enfermando porque parecía como si tuviera fiebre. ¿No hacía demasiado calor? Un WhatsApp le entró en ese momento a Sanem en el teléfono haciendo que saliera de su arrobamiento.

"Hecho. Por la mañana en el embarcadero"

Sanem sonrió al mensaje que apareció en pantalla proveniente de Bulut.

No pudo dormir mucho en toda la noche. Había tenido sueños interrumpidos por sus continuos desvelos. Mantener alejado a Can no había sido buena idea. ¡Qué pronto se había acostumbrado de nuevo a su presencia! La piel le ardía, el corazón le latía desaforado y sentía una extraña sensación interna mucho más intensas que las habituales mariposas a las que estaba más que acostumbradas cada vez que pensaba en él o le tenía ante su presencia.
Se volvió sobre su costado izquierdo y se quedó mirando la ventana. Por ella entraban ya las primeras luces del alba.
El sonido de un WhatsApp entrante irrumpió el silencio de la habitación.

Can: "Buenos días, amor"
Sanem: "Buenos días, amor"

Otra notificación de mensaje apareció en su smartphone por encima de la de la conversación abierta.

Bulut: "Acaban de atracarlo en el embarcadero"
Sanem: "Reúne a todos allí. Haré que Can vaya con algún pretexto"
Bulut: "Ok"

Sanem volvió al perfil de Can.

Sanem: "¿Te encontrarías conmigo en el embarcadero en media hora"
Can: "Y en cinco minutos si me lo pides. Aunque tuviese que ir en calzoncillos"
Sanem: "Estás impresionante en calzoncillos. Incluso sin ellos"
Can: "Iré en plan comando si así me lo pides"
Sanem: "emoticonos muertos de risa" No te pediré tanto"
Can: "Por ti, lo que sea" Emoticono guiñando un ojo
Sanem: "Te veo en media hora" emoticono lanzando un beso
Can: Emoticono lanzando un beso.

Sanem se visitó a toda prisa y ni siquiera desayunó. Se puso lo primero que pilló, un pantalón corto vaquero, un top negro y una camisa de topos negros color siena de la cuál se remangó las mangas hasta el codo. Salió corriendo hacia el embarcadero y ni sabía cómo había logrado ponerse los botines de la prisa que sentía.
Cuando llegó al embarcadero ya estaban todos allí mirando hacia el barco de Can recién atracado.
Todos menos Aziz, Emre y Can que aparecían en esos momentos por el camino de entrada.
Lo primero que vio Can fue a Sanem y luego fue consciente del resto del personal que estaban apostados alrededor de ella. La embarcación que se apreciaba tras ellos le llamó la atención y fue la que logró que desviara la mirada de Sanem hacia ella.
-¿Qué pasa? ¿Qué hace mi viejo barco aquí?
-¡Recuperé tu embarcación! -dijo Sanem volcando en esas palabras todo el amor que sentía por ese hombre.
-¡Bravo! -se escuchó un coro de voces a sus espaldas.
Can se quedó mirando a Sanem. La sonrisa de la chica era amplia. Esa sonrisa era la que hacía mover el mundo. Primero había recuperado su cabaña con el dinero de la venta de los derechos de filmación de su libro a Sean. Ahora, con el dinero, estaba seguro, de la indemnización por las cremas le había recuperado el barco. ¿Había en este mundo alguien más desprendido que ella?
Vio como Emre se acercaba a Sanem y le cogía el rostro entre las manos. Su hermano buscó la mirada de Sanem.
-No te haces una idea de lo que has hecho hoy por Can -le dijo su cuñado.
-Créeme, Emre, lo sé perfectamente. -La sonrisa de Sanem era pura alegría. Sus ojos refulgían de puro amor-. Este barco, para Can, es su libertad.
Nadie podía conocerle mejor que ella. Nadie. Y él no tendría vida suficiente para compensarla. Can se acercó a Sanem y, delante de todos, la abrazó con fuerza.

(¿Continuará?)

*Adaptación de una frase anónima

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now