Capítulo 41. Una conversación sincera

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Del capítulo anterior...

-¿Crees que Mihriban podría solicitar en tu nombre la mano de Sanem ante Nihat? -preguntó en tono bajo Emre-. Papá no está y con mamá...
-Ni me mientes a esa mujer -contestó Can con el mismo tono bajo de su hermano-. Se confabuló con Yigit para que se hiciera pasar por inválido un año y éste, además, trató de hundir la empresa de las cremas de Sanem. Si me lo echo a la cara, lo reviento. Esta vez lo siento en una silla de ruedas de verdad.
Suerte tuvieron que Mevkibe estaba dándole vueltas a la cabeza pensando en Nihat más que en la conversación que se desarrollaba a su alrededor porque la pobre no estaba para enterarse de más secretos.
-Can, podría funcionar -afirmó Sanem.
Can miró Sanem, los ojos de uno conectaron con el del otro y Can acarició el cabello de su mujer. Lo hacía por ella. Estaba harto de esconderse, nunca le había gustado tener que ocultarse ni ocultar su relación. Siempre había querido que el mundo se enterase que ella era lo más importante de su vida.
Sanem giró el rostro buscando la caricia de Can y éste se la ofreció. Le acarició la mejilla sin apartar la mirada de la de ella, y la agarró del cuello antes de bajar la cabeza, dar el paso que lo separaba de ella y buscar sus labios con ansiedad. Sanem se pegó a su cuerpo y le devolvió el beso.

...

Emre tocó el hombro de Can para llamar su atención y éste se separó lentamente de Sanem. Sus miradas seguían prendidas la una de la otra, como siempre ocurría. Eran capaces de transmitirse cualquier tipo de sentimiento sólo mirándose el uno al otro.
Sanem bajó la mano desde el hombro masculino hasta la punta de los dedos dejando tras de sí una leve caricia que decía mucho más de lo que podía decir con palabras.
Can se volvió hacia Emre. Ya que se estaban aclarando cosas, había aún un par de asuntos que aclarar con su hermano. Ahora era el momento.
-Acompáñame, Emre -dijo Can al tiempo que aferraba fuertemente el hombro de su hermano-. Tú y yo tenemos una conversación pendiente desde hace bastante tiempo, ¿no te parece?
A Emre el alma se le cayó a los pies. Por el tono duro que Can imprimió a esas pocas palabras, sabía que había llegado el momento de la verdad. Podían suceder dos cosas, que el hermano que había vuelto -calmado, tranquilo y que sopesaba todo antes de actuar- le perdonara o que el carácter inflexible de su hermano, del original, se impusiera y su relación llegara hasta aquí. ¿Con cuál de los dos Can tendría que lidiar? Sólo esperaba que fuera con el primero en lugar de con el segundo.
Emre buscó la mirada de Can. Vio en ellos dureza, determinación pero no inflexibilidad.
Emre asintió y se dirigió hacia la puerta. Miró sobre su hombro y vio a su mujer y a su cuñada junto a su madre, intentando, imaginaba, llegar a una suerte de acuerdo para exponer los hechos ante Nihat. Compadecía al pobre hombre. No le daban nada más que disgustos.

Emre se dirigió hacia la habitación que siempre había ocupado Sanem, abrió la puerta, entró y se giró. Can le había seguido. En cuanto éste entró, cerró la puerta y se sentó sobre el sofá-cama. Emre ocupó la silla del escritorio.
-Hermano.
-Emre.
Ambos se sostuvieron la mirada durante un buen rato.
-¿Por qué? -preguntó Can.
Emre no necesitó que le aclarara a que se refería con ese por qué. De sobras lo sabía.
-No lo sé -contestó Emre-. Créeme que no lo sé. Por mucho que analizo la situación de entonces. No sé por qué lo hice. No sé por qué la usé de la manera que lo hice. No entiendo siquiera las motivaciones que me llevaron a eso. Sólo puedo decirte que me equivoqué. Tomé un camino equivocado mucho antes de tu regreso para el XL Aniversario y ya no pude parar. Conforme pasaban los días, más me envolvía en mierda. Me estaba hundiendo y no podía dejar de hacerlo. Traicioné a papá, la traicioné a ella y te traicioné a ti. ¿Me arrepiento? Cada día. ¿Soy culpable? Sí. ¿Podría haber hecho otra cosa? Seguramente podría haberlo hecho pero no sabía como detenerme. Me di cuenta de que el camino que había tomado no era bueno cuando perdiste tu licencia. Creo que ya sabes por el libro que, de manera indirecta, fui culpable de eso. Sanem no tuvo culpa de nada. Yo fui el que le enseñó esas fotos a Aylin. Lo que aún no logro entender es cómo se hizo con las copias y las subió a la web. Igual es cierto que asaltaron tu ordenador. No lo sé. No logro hacerme una idea clara de lo ocurrido realmente. Pero Sanem, por muchas culpas que se eche, es inocente. Eso tienes que saberlo.
-Eso lo sé, Emre. -Las palabras salieron de la boca de Can con un tono que, a la legua, se notaba cansado-. Hizo más de lo posible por restaurar mi nombre ante la Sociedad Fotográfica.
Can apoyó los codos en la rodilla, agachó la cabeza y se frotó el cuello con las manos.
-Lo siento -comenzó Emre-. De veras, lo siento. Si pudiera echar el tiempo atrás, actuaría de otra forma, no le haría eso a ella. Sanem se ha convertido en alguien muy importante en mi vida. No es sólo la hermana de mi mujer, Can. Es como una hermana para mí. Durante el año que no estuviste, la vi consumirse poco a poco. Se iba hundiendo y no podía hacer nada por ayudarla. La depresión por la que pasó no sólo fue culpa de tu marcha, fue un cúmulo de cosas que ya venía arrastrando desde que comenzó a trabajar para nosotros. Tu marcha... sólo fue el detonante. Ella, simplemente, explotó. Ninguno de nosotros sabía cómo ayudarla. Deren me sorprendió bastante. Venía a visitarla cada día. Se encerraba horas y horas con ella, se convirtió en su Ayhan de aquella época. CeyCey también estuvo con ella. Se mudó al barrio antes de que te fueras, ya lo sabes, él era el único que se podía acercar a ella en los momentos más difíciles. Al final... determinamos por ingresarla. Teníamos miedo de que se hiciera daño. No comía, no salía, se aferraba al móvil y marcaba tu número una y otra vez pero tú no contestabas.
Can se irguió y colocó las manos sobre las rodillas donde antes habían estado sus codos.
-No se lo he dicho a nadie. Perdí mi móvil aquella noche. La última vez que recuerdo haberlo utilizado, fue cuando llamé a la ambulancia. Después de eso... no volví a verlo. No sé dónde lo dejé o qué hice con él. Me fui al día siguiente. Pasé toda la noche en la cabaña, esperándola. Pero ella no vino, aguanté hasta la noche. Luego fui a casa, preparé el petate, lo tiré a la parte trasera de mi coche y mi fui. El resto ya lo sabes. Un año de una gran nada.
-Te buscamos, Can. Cuando la cosa se calmó en el hospital, comenzamos a buscarte. Sanem se encerró aquella misma noche en su habitación y estuvo una semana sin salir. Lo poco que ingería era porque Leyla la obligaba. Sus padres, al principio se lo tomaron como un período de luto por el que tenía que pasar pero, cuando los días se convirtieron en semanas y éstas en meses... comenzaron a odiarte, Can. Y ya ves en qué derivó todo aquello cuando regresaste. Mevkibe tiene un corazón más tierno pero Nihat, en lo tocante a Sanem, pierde el norte.
-No sé cómo compensarles eso, Emre.
-No puedes compensar ese sufrimiento, no. Como tampoco te podemos compensar a ti el tuyo. Hice lo que estuvo en mis manos por mantenerla a salvo, pero fracasé. Hice lo que pude para mantener a flote la empresa de papá y también fracasé en eso porque mi mente estaba en intentar protegerla a ella de sí misma. Le debo mucho. Os debo mucho a ambos. Soy consciente que también soy culpable junto con Leyla de que las cosas se torcieran por aquel entonces entre vosotros. Todo se descontroló cuando cometimos la imprudencia de casarnos de manera tan repentina. Pero conocía a mamá. Sabía que algo haría si le dábamos la oportunidad y no quise pasar por eso. Vi la oportunidad de ser realmente feliz y no medí las consecuencias. Actué sin pensar en nada más que en mí.
Emre se mantenía firme ante el escrutinio de Can. Sus ojos azules jamás transmitieron tanta sinceridad como en esos momentos.
-Soy tu hermano, Can. Cierto es que nunca hemos estado muy unidos, al menos no como lo estamos desde que regresaste, pero tienes que saber que yo te quiero. No sólo es que te quiera, también te admiro y te respeto. Durante el año que faltaste te eché mucho más de menos que cuando en otras ocasiones desaparecías y... ¿sabes por qué, hermano? Porque había aprendido a valorar a la familia. He visto lo que es ser una familia aquí, en esta casa. Cada día me doy más cuenta de lo afortunado que somos. Tendremos mucho menos dinero que antes, Can, pero la clase de felicidad que ahora tengo, vale mucho más que todo eso. El dinero se puede recuperar, ya has visto que, en cierta manera, es lo que estamos haciendo pero... la paz, el sosiego y el amor derivado de una familia... eso no se puede adquirir en tienda, hay que ganárselo cuando no se ha nacido en el seno de una como la que ahora tengo. Como la que ahora tenemos. Los errores, se pagan. Ya lo has visto. Pero de los errores también se aprende. Yo he sabido aprender de los míos, tú siempre aprendiste de los tuyos.
Can sonrió. Lo hizo con esa sonrisa torcida suya tan característica. Había buscado el momento para hablar con su hermano sobre su traición pasada y al final había sido innecesario.
-Anda, ven aquí, pequeño león -dijo Can levantándose y tirando de su hermano para ponerle en pie-, siempre te eché de menos -continuó mientras le abrazaba-. Siempre lo hice. Metin y Akif fueron buenos amigos pero siempre te eché en falta. No vuelvas a fallarme. Yo intentaré no fallarte a ti.
Can fue el primero en apartarse. Miró a su hermano de nuevo a los ojos y se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón. De allí sacó su smartphone y marcó. Esperó a que contestaran al otro lado. La mujer a la que llamaba, no le fallaría. Volvió a dirigir la mirada hacia Emre.
-Mihriban, ¿podrías venir a casa de los padres de Sanem esta noche? -Guardó silencio unos instantes mientras escuchaba la respuesta del otro lado-. Necesito que pidas en mi nombre la mano de Sanem a Nihat, ¿lo harás?

(¿Continuará?) 

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now