Capítulo 46 - Idear un plan

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Del capítulo anterior...

-¿Por qué brindamos? -preguntó Emre.
-Por sus trillizos -dijo Bulut-. A uno de ellos, en un futuro, querré matarlo, pero eso no evitará que le quiera como a un hijo mientras tanto.
Emre miró desconcertado a Bulut y luego miró hacia su hermano. ¿Qué se estaba perdiendo? Le daba la sensación que en esa frase, dicha con toda la intención del mundo, había más significado de la chaladura que parecía haber escuchado.
-Por mis trillizos -dijo Can chocando el vaso con el de Bulut y con una sensación enorme de miedo y desasosiego instalada en lo más profundo de su pecho-. Si alguna vez le pones la mano encima a mi Ates, prepárate para la paliza de tu vida.
-Lo que quiero -dijo Bulut con mucha seriedad- es que tu Ates mantenga las suyas alejadas de tú bien sabes quién.

...

Los vasos de los tres se vaciaron de golpe y se volvieron a llenar en varias ocasiones. La botella de whisky se acabó y después recurrieron a una de bourbon que tenía Can en el barco.
Los ojos de Bulut no se mantenían abiertos, de los tres, era el que menos estaba acostumbrado a beber. Llevaba algunos años apartado de la vida de la noche y encerrado en la propiedad de Mihriban. Su vida había estado repleta de paz hasta que se topó con cierta personita una mañana en el barro.
Su risa inundó el camarote y los dos hermanos centraron la vista en el abogado convertido en jardinero.
-¿De qué te ríes? -preguntó Emre.
-De Deren -dijo-. Aunque, reflexionando bien -continuó con voz de borracho-, me río del momento en el que la conocí. Nunca me había topado con una mujer como ella. El barro le llegaba hasta las pantorrillas en el lodazal que es el camino de la entrada trasera a la propiedad. No podía dar un paso y, sin embargo, se mantenía erguida y firme. -Su risa de borracho volvió a llenar la sala-. Es una mujer increíble. Me quedé atrapado en esos ojos color miel con motitas verdes. Me perdí aquel día en aquellos ojos.
-Sí, la mirada de una mujer, cuando es la adecuada, lleva a un hombre a cometer locuras -dijo Can bebiendo de su vaso otro trago-. La primera vez que vi los ojos de Sanem me recordaron a la mirada de una gacela perdida. Los ojos de un cervatillo recién nacido no tienen comparación con la mirada de Fénix.
-¡Wow! -exclamó Emre-. Estáis hechos los dos unos poetas. Demasiada lírica para mí -dijo también mientras se llevaba su vaso a los labios.
-Habló mi hermano -comentó Can que ya también empezaba a sentir los efectos del alcohol en su cuerpo-. No intentes meterle algo de romanticismo en esa mente analítica de gestor que tiene. La cabeza le estallaría.
-Sé muy bien cómo resultar poético -interrumpió el aludido-. Leyla no creo que tenga quejas al respecto.
-Claro que no -intervino de nuevo Can haciendo una de sus muecas que fue acompañada con una de sus intensas miradas-. Ella es tan analítica como tú. No entiendo que luego vuelque tanta pasión cuando canta. ¿La has oído cantar, Bulut? ¡Es extraordinaria!
-No te metas con mi mujer. De no ser por ella...
-De no ser por ella, tú y yo ni siquiera nos dirigiríamos la palabra en estos momentos.
Bulut no aguantaba más. Dejó el vaso sobre la pulida madera del suelo y se estiró cuan largo era sobre el mismo.
-Creo que el primero ha caído -comentó Emre.
-Os estoy escuchando -dijo Bulut con los ojos cerrados-. Llama a mi chica y dile que no me espere hasta por la mañana, no creo poder dar un paso fuera de esta embarcación sin caer por el atracadero al mar. No quiero convertirla en viuda antes de ponerle el anillo en el dedo.
-¿Y para cuándo será eso? -preguntó Can.
-Pronto. En cuanto hagas volver a tu padre -respondió Bulut en estado ya comatoso.
-¿Mi padre? ¿Qué tiene que ver mi padre en esto? -preguntó Emre.
Como pudo, Bulut se giró en el suelo, apoyó el codo en el mismo y se sujetó la cabeza con la mano. La habitación giraba a una velocidad de vértigo. Por la mañana iba a tener una resaca de campeonato.
Intentó centrar la vista en Emre pero no enfocaba bien así que se decidió por cerrar los ojos.
-Aziz es como un padre para Deren. Es huérfana, no tiene hermanos, ¿a quién tendría que pedirla si no?
No se sostuvo, la cabeza resbaló de su mano y cayó a plomo contra el suelo.
-Visto así... -dijo Emre aguantando la risa.
-No ha durado mucho -añadió Can-. Pensaba que tendría más aguante. -Can parpadeó intentando también focalizar. Apoyó la cabeza en la pared del camarote y miró hacia su desdibujado hermano-. Creo que seré el siguiente.
Emre miró a su hermano con el ceño fruncido.
-¿Qué te pasa? -preguntó Can.
-Creo que aquí el sr. abogado tiene razón. Tenemos que hacer que papá vuelva.
-Sí. Tenemos que hacerle regresar. Dudo que llegue a tiempo para mi boda, pero sí que debe de estar aquí cuando nazcan los niños.
El brazo que elevó Can para poderse pellizcar el puente de la nariz le pesaba como si estuviese agarrando una pesa de veinte kilos.
-¿Cómo hacemos para que regrese? Y, lo más difícil de todo, ¿cómo hacemos para que vuelva con Mihriban? -preguntó Emre que, de los tres, era el que menos había bebido y menos acusaba los efectos del alcohol.
-Podéis secuestrarle y traerle a la fuerza. -La voz borracha de Bulut resonó en la estancia-. Por lo que sé, tu hermano sabe mucho de eso. Y mi chica también. -El ronquido que le siguió hizo que ambos hermanos estallaran en carcajadas.
-No estaría nada mal. Vamos a Ámsterdam, lo dopamos y le metemos en el primer vuelo que salga hacia Estambul. ¿Lo hacemos después de mi Luna de Miel exprés? -preguntó Can entre carcajadas.
-Me llevaré aquí al caballero andante -dijo Emre señalando al abogado que, definitivamente, había sucumbido a los efectos etílicos-, nosotros nos encargaremos de papá. Por las buenas... o por las malas.
-Te deseo suerte, Emre -dijo Can cerrando los ojos y cayendo en los brazos de Morfeo.
-Gracias, hermano -dijo mientras palmeaba el muslo de Can-. La voy a necesitar.
Emre se levantó y fue hacia el catre atornillado al suelo y se tiró sobre el acogedor colchón poniendo las manos bajo su cuello y mirando hacia el techo.
Hacer regresar a su padre no iba a ser tarea fácil. Era más cabezón que su hermano. Cruzó las piernas a la altura de los tobillos y respiró profundamente.
Entre todos tendrían que idear un plan convincente para hacer volver al viejo.
De repente, otro pensamiento inundó sus mente: el arcón.
Se levantó y se dirigió hacia él. Abrió la tapa y observó lo que allí había. Las botellitas eran lo que menos le interesaba, había una buena cantidad de ellas, sí, pero era algo que correspondía a su hermano descubrir. El primer objeto que le llamó la atención fue un cuaderno quemado envuelto en plástico film. No necesitaba desembalarlo para saber lo que era y su contenido lo había leído varias veces. Lo que le llamó la atención fue la bandana. ¿Dónde la había visto antes? Cerró los ojos y algunas imágenes inundaron su cerebro un tanto perjudicado por el alcohol y recordó. Cerró la tapa del arcón con cuidado y miró hacia su hermano dormido. Definitivamente era cierto que no la había olvidado. Volvió a la cama y recuperó la misma posición del principio. ¿Sentía él la misma clase de amor hacia Leyla que Can hacia Sanem? La respueta era un tajante no. Él amaba a Leyla, mucho. La amaba con toda la capacidad que sus padres le habían dejado en herencia y con la sensibilidad que había descubierto que poseía desde que vivía con los Aydin, pero algo en su interior le decía que entre Can y la más pequeña de los Aydin había un vínculo muy diferente al que él tenía con Leyla. Los había observado mucho; cuando estaban juntos y cuando estaban lejos del otro, nunca había presenciado nada igual. Deren tenía razón, eran como imágenes reflejo del otro.
Emre cerró los ojos y el sueño también se apoderó de él sin acordarse de enviarle siquiera un mensaje a Deren.

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now