Capítulo 59. La boda de Can y Sanem

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Estambul, 11:00 am

-Deren, cariño, ¿me harías un favor?
La voz de Mevkibe pilló a la chica desprevenida y el repullo que dio fue tan fuerte que, instintivamente y pese a que jamás antes lo había hecho, Deren se llevó el pulgar a la hilera superior de dientes y empujó hacia arriba.
-Señora Mevkibe*, me ha dado usted un buen susto.
-Lo siento, querida. Necesito un favor. Un favor como el de anoche, ¿de acuerdo? -dijo Mevkibe susurrando al oído de la chica.
-Claro, claro, señora, sin problemas.
-Ésta es mi chica -dijo la madre de Sanem al tiempo que atrapaba una de las delicadas manos de Deren entre las suyas y palmeaba el dorso de la más joven-. Os esperamos en el juzgado, nosotros vamos ya saliendo. 

Deren subió los escalones que llevaban a la habitación de soltera de Sanem y, al entrar, no pudo evitar abrir la boca. Casi se le olvidó enfocar con la cámara de su móvil a la novia. El vestido era espectacular. Había visto las pruebas de fotografía de la campaña que hizo con Can donde lucía varios trajes de novia y uno de ellos le sentaba fabulosamente bien, aquél llevaba toda la espalda al aire y jamás había visto una novia más hermosa. Bien, este vestido no era como el otro, de hecho no se parecía en nada, pero sabiendo lo que debería de disimular aún era más ingenioso. La curva de su cintura apenas se apreciaba ya por el embarazo, si una se fijaba el vestido casi parecía recto. Pero ese corte princesa y esas ballenas en abanico daban la sensación de que había menos cintura de la que realmente había.
-Madre mía, Sanem. Es espectacular. ¿Cuándo te has comprado esa maravilla?
-No se la ha comprado, se la han enviado con esta nota -dijo Leyla acercándole la tarjeta.
Deren cogió el trocito de cartulina marmoleada y miró las iniciales de la esquina inferior derecha. OAD. Luego miró a Leyla y después a Sanem que no dejaba de pasar la mano por la falda del vestido.
-Sanem. ¿Te das cuenta de quién te ha enviado este vestido?
Sanem levantó la cabeza y enfrentó la mirada melosa con motitas verdes de su amiga.
-¿Sabes quién?
Deren se acercó a la cama, donde estaba la caja abierta y le dio la vuelta a la tapa. Blanco y en biberón. KM.
-Sanem, es un Kiraz Mevsimi. ¿A quién has matado?
-¡No he matado a nadie! Ni siquiera sé cómo es que se hayan podido enterar de esta boda. Can es conocido, sí. Yo también. Pero llevamos mucho tiempo fuera del foco y casi nadie sabe que Can ha vuelto.
Deren se quedó callada un instante. Bajó de nuevo la vista hacia la tarjeta y la giró. Vio lo que allí había escrito y sonrió.
-Creo que vamos a meter a Can en un lío nada más piséis suelo turco a vuestro regreso.
Sanem se mordió el labio.
-¿Tú crees?
-Ya te digo. -Deren bajó la mano y se golpeó la pierna con la tarjeta-. Öiku puede parecer una mosquita muerta pero tiene siempre ideas ingeniosas y nunca emprende nada que no pueda llevar a cabo con los mejores. Y quiere al mejor fotógrafo. A saber para qué.
-Será mejor que me quite esto ahora mismo.
-¡Ni se te ocurra! -Las voces de Deren y Leyla la sobresaltaron. Ambas atraparon cada uno de sus brazos cuando se llevó ambos hacia la espalda para bajarse la cremallera (o al menos intentarlo).
-Pocas mujeres pueden lucir un KM hecho a medida y pensado para ella -dijo Deren-. Tampoco puedes rechazar un vestido así sea cual sea el precio. Y está claro que por dinero no es.
-El vestido es ideal para ella -dijo Leyla.
-El vestido es de una de las mejores firmas turcas -añadió Deren.
-Y eso sin contar que Can morirá en cuanto te vea ese trasero -señaló Leyla.
Deren caminó un par de pasos hasta situarse detrás de Sanem y le miró la zona señalada por Leyla.
-Sanem, querida, tus caderas son espectaculares. No distingo semejantes curvas en Leyla pese a que estáis más o menos del mismo tiempo.
-Bueno, ya está bien. ¿Quién me va a llevar al juzgado? Emre está con Can. Bulut ni siquiera ha aparecido. ¿Se puede saber dónde está Bulut? ¿Y Deniz? Los dos desaparecieron hace tres días. La última vez que los vi Bulut nadaba vestido contigo en la piscina de Mihriban.
-Bulut ha tenido una emergencia familiar -dijo Deren tratando de controlar el ataque de tos que la había asaltado.
-Agua, Leyla -dijo Sanem al tiempo que golpeaba a Deren con la palma de la mano en el centro de la espalda-. Respira, mujer.
Leyla le dio el vaso de agua y Deren tragó sin prisas pero sin pausas. ¿Cómo podía decirle a nadie dónde estaban? Cuando por fin la tos cesó, Deren tendió el vaso de vuelta a Leyla y luego, como la que no quiere la cosa, dejó caer que abajo estaba Muzzafer que haría de chófer.
-¡Bravo! Iremos a paso de tortuga y con un montón de cláxones pitando detrás. ¿No podría haber sido Cey-Cey? Conduciré yo misma.
-Nooo. -Las dos chicas gritaron a la vez.
-¿Se puede saber qué os ha dado para que no queráis que conduzca?
-¿Hace falta que te lo digamos?
-Sois idiotas. Que una vez...
Leyla la acalló empujándola por la espalda.
-Vamos a llegar tarde, baja los escalones con cuidado, ya te sujeto yo la cola.
Sanem se giró cuando llegó a la puerta y se quedó mirando su habitación. Pese a que ya hacía tiempo que se había ido y vivía en la propiedad de Mihriban, ése siempre había sido su cuarto y su refugio. Aquí había soñado por primera vez con el beso de su albatros, había creado un perfume para él, había llorado hasta la extenuación y se había consumido durante los meses de ausencia. Si las paredes pudieran hablar...
Dos lágrimas recorrieron su rostro y Deren fue quien se las enjugó.
-No llores, vas camino de cumplir al fin con lo que tanto has soñado.
Una sonrisa se dibujó en lo labios de Sanem y Deren actuó de espejo.
-Vamos, vamos, llegaremos tarde -dijo Leyla.
-Nosotras llegaremos tarde seguro, otros no estarán siquiera. No entiendo que Aziz se vaya a perder la boda de otro de sus hijos. No ha asistido a la de ninguno -señaló Deren-. Vaya padre.
-Y vaya madre -puntualizó Leyla.
-¿Se sabe dónde están? -preguntó Sanem.
-Aziz creo que en Ámsterdam, de Hüma no sabemos nada -respondió Deren.
-Ambos tendrían que estar aquí. Por mucho que hiciera Hüma... sigue siendo la madre de Can y la que anoche tendría que haberme puesto la henna y la moneda en la mano era ella, no Mihriban. El que tendría que haber pedido mi mano era Aziz, no Mihriban. Adoro a Mihriban pero Can le ha dado a ella las funciones que le correspondían a sus padres. Espero que no llegue el día en el que se arrepienta de ello.
-Ya conoces a Can, Sanem -dijo Deren acariciándola en el mejilla-. Pocas veces perdona. A Aziz, puede. A Hüma...
-A Hüma tendrá que perdonarla -dijo Sanem buscando con sus ojos de gacela los de su compañera-. Es su madre y a saber lo que sacrificó cuando se marchó. Una madre no deja atrás a su hijo sin que medie razón alguna. Algún día lo averiguaré. A un hijo se le quiere antes incluso de tenerlo en tus brazos. A Can y a mí ya nos duelen por la espera.
Leyla volvió a empujar a Sanem hacia la salida de la habitación y ésta asintió. Las tres bajaron las escaleras. Deren se apresuró los últimos escalones y les dijo que se parasen. Preparó su móvil y tomó un primer plano de ambas hermanas. Luego le dio al botón de enviar y la foto marcó los dos ticks verdes de entregadas.

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now