Capítulo 38. Se avecina visita

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Del capítulo anterior...

-Señor Can, ¿ha comenzado a oír una voz que no es la suya ya?
Can alzó la cabeza y centró la mirada de león en el hombre.
-¿Cómo dices? -le preguntó.
-Fue lo que dijo mi abuela. Que comenzaría a oír una voz en su cabeza en cuanto se enterara de que venían tres bebés en lugar de uno, dijo que el fuego se uniría más tarde a la llama y que el destino de cuatro personas se verían unidos en el de dos. Dijo muchas cosas más pero soy incapaz de recordar. Ni siquiera soy capaz de encontrarle sentido a la mitad de las cosas que dice mi abuela pero siempre termina teniendo razón -dijo CeyCey-. La pregunta es, ¿realmente ha comenzado a oír esa voz en la cabeza?
Can le sostuvo la mirada al hombre.
CeyCey fijó la suya a su vez en la de Can y vio, a través de la profundidad oscura de sus ojos, a un albatros hembra extendiendo sus alas y emprendiendo vuelo, por encima de ella sobrevolaba otro albatros macho con una envergadura de alas aún mayor. Los dos volaban en un vuelo perfecto hacia un nido. Dos albatros hembras más pequeños esperaban allí, el tercero, un macho, había emprendido el vuelo por primera vez y estaba sobre la rama de un árbol, posado junto a otro nido, esperando pacientemente a que el huevo que vigilaba eclosionara.
CeyCey no aguantó la visión que le golpeó de manera tan rápida e inesperada. Se echó hacia adelante buscando el apoyo en la mesa de centro.
-¿Dónde está Ayhan? -preguntó CeyCey al tiempo que caía de rodillas.

...

-¡CeyCey! -dijeron al unísono Sanem y Deren al tiempo que ambas se levantaban y acudían a él.
Pero Bulut fue más rápido. Agarró a CeyCey del brazo, lo levantó y lo ayudó a sentarse en el sofá al lado de Can.
Can seguía dándole vueltas a la pregunta de su amigo.
-¿Dónde está Ayhan? Necesito hablar con Ayhan. -CeyCey no dejaba de repetir lo mismo una y otra vez al tiempo que se mecía de atrás hacia adelante con las manos unidas entre las rodillas.
Fue Sanem quién cogió el smartphone olvidado sobre la mesilla pero, justo cuando iba a marcar, éste sonó.
Sanem se quedó mirando la pantalla. La llamada entrante era de su muy querida amiga. Descolgó.
-¿Ayhan? -preguntó dubitativamente Sanem al descolgar.
-Perdona, Sanem -dijo la chica-. He debido marcar tu número por error. Intentaba llamar a CeyCey. Es urgente. Lo siento. Te llamo si eso luego.
-No, no. No cuelgues. Has marcado bien -dijo de manera atropellada a su amiga-. Es el número de CeyCey pero no creo que esté en condiciones de hablar ahora mismo. Tiene otra de sus crisis.
-Sanem, pásale el teléfono, por favor. Es urgente.
Sanem se retiró el móvil de la oreja y se quedó mirando la pantalla donde aparecía el nombre de Ayhan en pantalla y la llamada en curso. Se aproximó hacia CeyCey y se agachó frente al hombrecillo. Se dio cuenta de que no iba a poder hacer ese simple movimiento en breve. Su vientre, hasta hacía poco muy plano, ahora empezaba a crecer y redondearse. De solo pensar que había ahí dentro tres criaturas en lugar de una, se echaba a temblar.
-CeyCey -dijo entonces con voz muy calmada-. CeyCey. Es Ayhan.
El hombre levantó la mirada y la fijó en la de Sanem. Sus ojos parecían girar dentro de las cuencas. Como si estuviese viendo algo que no estaba allí. Sanem se fijó en sus negras pupilas y, por un momento, pensó que estaba siendo víctima de una alucinación. ¿Eran pájaros los que se reflejaban en ellos? Sacudió la cabeza, se pasó la mano por delante de la cara como solía hacer cuando pensaba que estaba en medio de una ensoñación y volvió a centrar la mirada en los ojos de CeyCey. No había nada reflejado en sus pupilas pero juraría que había visto cambiar el color de sus iris pasando del color de la miel al verde iridiscente para retornar nuevamente a su color habitual.
(Sanem, estás muy mal)
("Chica, deja de hacer el idiota y concéntrate. Teléfono, llamada, Ayhan... ¿me oyes?")
-Sanem -dijo entonces Can sacándola de su aturdimiento-. ¿Puedes mantener controlada la voz de tu cabeza? Me está volviendo loco. Bastante tengo ya encima.
Sanem salió entonces de su aturdimiento, miró a Can a los ojos al tiempo que buscaba las manos de CeyCey y le ponía el teléfono entre ellas.
-No sé de qué hablas -dijo.
-Seguro que no -rebatió Can.
Bulut miró hacia Deren y ésta sólo se encogió de hombros. Vaya tela.
-CeyCey -la voz procedente del otro lado de la línea telefónica sonaba muy amortiguada-. CeyCey -se volvió a oír.
Sanem se apoyó en la rodilla de CeyCey para poder levantarse. Al hacerlo, perdió un tanto el equilibrio y su cuerpo se tambaleó hacia la izquierda. Can estuvo presto a auxiliarla, como siempre. Presto se levantó y, sujetándola por el brazo, la estabilizó. Volvió a sentarse. Desde aquella mañana no se fiaba mucho de sus piernas.
-CeyCey -la voz esta vez sonó más fuerte. Ayhan tenía que estar gritando al otro lado-. Este hombre me va a matar de un disgusto. No llego viva a Turquía. ¡CeyCey! ¿Me oyes?
-Te oigo, Ayhan -dijo CeyCey mirando hacia todos lados sin ser consciente de que la voz procedía del teléfono casi olvidado que Sanem le había dejado entre las manos-. Mi querida Ayhan, ¿dónde estás? -preguntó CeyCey sin dejar de mirar por su entorno.
-Este hombre es idiota -la voz sonaba casi nítida ahora, el hombre, sin pretenderlo, había conectado el altavoz.
-¿Ayhan? -preguntó de nuevo el publicista.
-¡Al teléfono, idiota! No busques por tu alrededor. Por favor, ni siquiera sé dónde estás ahora mismo.
CeyCey pareció reaccionar cuando Bulut le dió un empujón en el hombro y le señaló hacia las manos donde el teléfono permanecía activo.
-Ah, sí, sí, claro, claro.
-CeyCey, ¿te encuentras bien, cariño? -preguntó entonces Ayhan.
CeyCey sacudió la cabeza y por fin pudo concentrarse.
-Si quieres que te diga la verdad... no mucho -contestó el hombrecillo.
-Tengo vuelo para Londres mañana y de allí pillo transbordo a Ankara. Pasaré por tu pueblo a ver a tu abuela y desde allí tomaré un autobús hasta Estambul. Llegaré en tres días, ¿podrás aguantar?
-Creo que sí. Pero no tardes mucho, Ayhan. Esto ya ha empezado.
-Te prometo que no me demoraré. Llegaré el sábado. Te dejo ahora. Te quiero.
La línea se quedó en silencio y CeyCey abrió la mano con la que sostenía el teléfono. Al hacerlo, éste se escurrió de entre sus dedos. Si no llegó a tocar el suelo fue porque la mano de Bulut apareció como salida de la nada y lo cazó al vuelo antes de que se estrellara contra la dura superficie de mármol.
CeyCey se levantó como impulsado por una descarga eléctrica y se precipitó hacia la salida. Esa vez ninguno de los cuatro hizo intento por detenerlo pero se miraron entre ellos.
-¿Qué ha sido todo esto? -Can fue el primero en romper el silencio. Era el único que permanecía sentado. Mientras lanzaba la pregunta también él se puso de pie.
-Deren, creo que es el momento de que les dejemos solos -dijo entonces Bulut.
-Sí, sí, cla-claro -confirmó la joven.
Bulut dio dos pasos hacia ella, le acarió la espalda a la altura de la cintura y le cedió el paso. Deren dio uno hacia la salida pero miró sobre su hombro y las miradas de ambos se cruzaron. Una pequeña descarga eléctrica sacudió al hombre cuando esos bellos ojos con chispitas verdes se prendieron de los suyos. Estaba realmente perdido. Jamás pensó que el amor podía golpear de manera tan contundente. Deren se volvió y él la escoltó hasta el jardín. Al bajar el escalón hacia el césped fue consciente de los enormes tacones que llevaba la chica y de que había piedras aún sueltas que no se habían arreglado. Se acercó a ella por la espalda y, como era su costumbre la elevó entre sus brazos.

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now