Capítulo 25. Hacer de tripas, corazón

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Del capítulo anterior...

Sanem reunió a todos en su jardín. Había estado dando muchas vueltas a cómo ayudar a Can a recordar. Se había reunido con Metin y con Bulut y entre los dos abogados habían conseguido que Can firmara los documentos que le darían vía libre para conseguir el dinero que necesitaba para poner en marcha la maquinaria que necesitaba echar a andar.
-Volveremos a la antigua agencia. Can volverá a ser el jefe de la misma y todos harán su antiguo trabajo -comenzó diciendo Sanem.
-¿Y cómo vas a hacer que suceda tal cosa? -preguntó CeyCey- ¿Qué banco vamos a atracar, Sanem?
-Ningún banco, CeyCey -continuó Sanem firmemente-. ¿Os acordáis de la oferta del señor Asym Gülerem? ¿El CEO de WomanArt Cosmetics?
Todos centraron ahora su atención en lo que decía Sanem con espectación.
-La hemos aceptado hace diez minutos. Acabo de firmar los papeles de cesión de la patente de dos de mis cremas. Metin y Bulut acaban de enviar toda la documentación. Me han dado tres meses antes de que vaya a visitarles. Saben la situación que tenemos aquí y la comprenden. Ese dinero será destinado a Fikri Harika -concluyó con decisión.

...

Tanto a Metin como a Bulut les llevó una semana arreglar toda la documentación del antiguo edificio de la agencia de publicidad. La suma desembolsada había supuesto casi todo el dinero de cesión de las patentes y Sanem disponía de tres meses antes de viajar a EE. UU. Tres meses. Parecía mucho tiempo pero todos eran conscientes que, en realidad, era muy poco.
Deren y CeyCey habían trabajado muy duro durante toda la semana intentando reunir al viejo equipo. La gran mayoría estuvieron dispuestos a volver a su antiguo empleo y Sanem comenzaba a ver un poco de luz al final del túnel.
Llegó con retraso a la agencia. Su hermana Leyla, como siempre, la había retrasado. No sabía qué hacía siempre en el baño que tardaba tanto.
Emre tuvo que esperarlas un buen rato en el coche, pero ya estaban allí. En las mismas puertas de cristal que tantas veces había atravesado. Sanem se paró justo delante de las puertas correderas acristaladas y miró hacia el interior. Tenía sentimientos encontrados. Tendría que hacer de tripas corazón para aguantar lo que bien sabía que le vendría encima: verle todos los días y, a la vez, mantenerse alejada de él.
-Bien, vamos allá -dijo con una sonrisa triste en los labios.
Las puertas se abrieron deslizándose suavemente y todo el equipo entró tras Sanem. Tendrían que acondicionarlo todo antes de que Can llegara al día siguiente.
Trabajaron a destajo colocando mesas, sillas y reacondicionando despachos y sala de reuniones.
Sanem, con su memoria fotográfica, iba dando indicaciones de donde poner cada cosa pero no permitió que nadie la ayudara en el despacho de Can. Allí ella trabajó en silencio, poniendo con mimo cada fotografía, cada objeto de la decoración en su sitio. Mientras lo hacía no podía evitar recordar y, al recordar, las lágrimas brotaron. Miró hacia el punto ciego de la cámara de seguridad, aquel punto al que siempre la llevaba Can para besarla y el corazón comenzó a latirle más deprisa. ¿Alguna vez volvería a recordarla? ¿Alguna vez volvería a decirle que la amaba? ¿Alguna vez volvería a besarla? Echaba de menos sus abrazos, echaba de menos sus caricias y echaba de menos sus medias sonrisas dedicadas solo a ella. Le echaba de menos a él.
Terminó de colocar la lámpara de la esquina, ya solo faltaba el cuadro y el sofá al fondo. Eso tendría que hacerlo otros.
Se fue hacia la sala principal de trabajo, estaba agotada y, a la vez, llena de energía.
-Amigos, nos reunimos a mi alrededor -dijo Sanem batiendo palmas para congregar a todos a su alrededor-. Para el mundo de la publicidad, lo que hoy iniciamos, puede resultar pequeño pero, para nosotros es un gran paso. Fikri Harika se restablece. Estoy segura de que bajo el liderazgo de Can, vamos a tener de nuevo éxito en muchas cosas. Esta agencia se hará pequeña para nosotros. Vamos, chicos, ¡arriba! Confío en este equipo, ¡que Dios nos ayude!
Y, antes de que nadie se acercara a ella, huyó hacia los archivos donde podría llorar sin ser vista. No podría estar allí mucho tiempo antes de alguien la echara de menos pero necesitaba estar a solas para mitigar su dolor antes de tener que recomponerse de nuevo para tirar del pesado carro que le había puesto la vida nuevamente en su camino.

...

-Emre -dijo Leyla entrando en el despacho de su marido-. ¿Podemos hablar un minuto?
-Claro, amor -dijo mientras se acercaba a su mujer y le rodeaba la cintura con un brazo. Se aproximó aún más a ella y la besó-. Ahora mismo, tengo la sensación que jamás nos fuimos de aquí -dijo buscando la mirada de Leyla.
Los ojos de Leyla brillaban. Sus iris azules refulgían y la piel le brillaba. Estaba cada día más hermosa. ¿Podría un hombre tener más suerte?
La sonrisa le borró de repente a Emre y Leyla lo notó de inmediato.
-Volvemos al punto de partida, ¿eh? -dijo Leyla acariciando la mejilla de su marido-. Sé cómo te sientes -continuó-. Estás feliz porque aquí fuimos felices muchos años y a la vez te sientes culpable por lo que nos ha traído de nuevo hasta aquí. ¿Me equivoco?
Emre la besó de nuevo.
-Has dado en el clavo -contestó.
-Tendremos que resistir el temporal que se nos avecina Tengo la sensación de que mi hermana se puede desmoronar en cualquier momento. Anoche no dejaba de llorar. Me levanté varias veces para ver cómo estaba y se hace la fuerte delante de todos pero cuando se queda a solas se derrumba. No quiero que vuelva a entrar en otra depresión. Ya tuvimos bastante con lo que pasó durante el año de ausencia de Can. No entiendo que la vida se pueda cebar tanto con una misma persona -declaró Leyla-. ¿No ha sufrido bastante? ¿Cuándo volveré a recuperar a esa hermana que corría cada día hacia mi habitación a las seis de la mañana y me despertaba sentándose a mi cabecera cantando canciones estúpidas hasta que lograba despertarme?
Leyla se apoyó en el hombro de su marido y enterró la cabeza en su cuello. Emre la abrazó con más fuerza.
-Lo superaremos. Lidiaremos con lo que se nos vaya presentando. Será una batalla del día a día. Ver, veremos.

...

Bulut golpeó con los nudillos la puerta de cristal del despacho de Deren. Ante el gesto de la joven de que pasara, él empujó la puerta y entró.
-Deren, ¿podemos hablar un momento? -preguntó al tiempo que se sentaba en la silla que había al otro lado de la mesa de trabajo de la publicista.
Deren se puso de pie y se aproximó a él sentándose en la esquina de la mesa. Bulut la miró de abajo arriba, desde los altísimos taconazos, pasando por el pantalón negro abierto hasta las rodillas que le quedaban de infarto, la camiseta violeta que le sentaba de maravilla y cuando llegó a sus ojos, por un momento, se quedó en blanco. Había visto esos ojos millares de veces pero nunca se había fijado en las motitas verdes que aparecían en ellos con la luz artificial de la oficina.
-Sí, dime -dijo Deren.
Bulut carraspeó, sacudió la cabeza para despejarse y tuvo que concentrarse para poder encontrar el habla que se había ido de viaje.
-Yo me marcho ya a la granja. Mi trabajo aquí ha terminado.
(¿Se va?)
-Imagino que volverás, ¿verdad?
Deren sentía que el aire se le escapaba del pecho.
-No lo sé. No quiero volver a la vorágine de una ciudad. Si tengo que trabajar como abogado de Sanem y de la empresa lo haré desde la granja.
-Cla-claro, lo en-entiendo.
(Se iba)
A Bulut le costó la misma vida levantarse de la silla donde se había sentado, al hacerlo dio un paso hacia Deren. Estando ella sentada sobre la mesa, la cabeza de la chica le llegaba a mitad del pecho.
(¡Dios, qué bonita era!)
Deren alzó la cabeza y buscó la mirada de Bulut. Ésta era negra como el ébano, profunda y cálida. Una mirada en la que no le importaría ahogarse.
Bulut estudiaba los ojos de Deren con la misma intensidad que ella pero dio un paso hacia atrás con la intención de marcharse. Llegó hasta la puerta abierta e iba a atravesar su umbral cuando sintió como una especie de tirón de algún cordón invisible en su espalda. Miró hacia atrás y vio a Deren que le miraba fijamente. No lo pudo evitar. Mil veces que volviera a revivir ese momento y mil veces actuaría del mismo modo. Se fue hacia ella, la agarró del cuello y la besó. Fue un beso fugaz. De ésos que van guiados por un impulso irresistible al que nadie se puede negar. Separó los labios de ella, fue consciente de lo que había hecho y huyó como el cobarde que era dejando a una Deren totalmente conmocionada y una sonrisa en los labios.
(¿Qué acababa de pasar?)

...

Leyla entró en su despacho. ¿Dónde estaba su bolso? Buscó entre las cajas y al final lo encontró sobre su silla. Miró alrededor para que no la viera nadie, lo abrió y sacó una barrita de chocolate. Desgarró con prisas el envoltorio y, justo cuando iba a darle el primer bocado vio a Sanem entrando por la puerta. La barrita de chocolate estaba a mitad de camino de su boca, el olor le entraba por las fosas nasales y las papilas de su lengua ya podían sentir su sabor dulzón.
(¡Maldición! La habían pillado)
Sanem se acercó a Leyla y el olor del chocolate la tiró para atrás.
-¡Aparta eso de mi vista! -chilló Sanem.
Ambas hermanas se miraron la una a la otra y estallaron en carcajadas. Leyla dio un buen mordisco a la chocolatina.
Sanem sintió arcadas.
-¿Lo sabe Emre? -le preguntó a Leyla que masticaba a un ritmo frenético.
Leyla señaló hacia el vientre plano de Sanem.
-¿Cómo vas a decírselo a Can?

(¿Continuará?)

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now