Capítulo 79. No sólo una mirada al pasado

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Temporada 3 - Capítulo 19

-La próxima vez que me requieras para aflojar pasta en forma de cartelería gratuita... haré que trabajes gratis para mí toda una semana imprimiendo carteles -dijo Akif nada más ver a Can entrar en su despacho.
-Que sí, hombre, no seas más pesado. He venido por las muestras. ¿Las tienes ya?
-Tengo las muestras y ya tengo impresas las lonas principales. Ahora haré que te traigan los dossiers de prensa y los flyers. Os hemos hecho algunos trípticos para la subasta que, no es por nada, pero han quedado geniales. También he montado varios briefings aportando información sobre la diseñadora de moda y la de zapatos aunque poco que añadir que la gente no sepa. Son de lo mejor en sus sectores y tienen un buen nombre en Turquía. ¿Alguna cosa más necesita el señor?
-Sí, que el precio sea el acordado.
-Me vas a llevar a la ruina, ¡a la ruina! -se quejó Akif- Ah, por cierto, en las imágenes que enviaste al correo electrónico venían algunas fotos de lo más interesantes. Espero que no quieras carteles de ellas. No sé cómo podrías usarlas en esta campaña.
Akif soltó una estentórea carcajada al tiempo que le lanzaba a Can una carpeta tamaño A4 que tenía sobre su escritorio con las fotos en cuestión.
Al abrirla, la primera imagen que Can se encontró fue la de Öykü que acaba de romper aguas. Menudo revuelo se formó en el improvisado set en los jardines de Mihriban. No encontraban a Ayaz por ningún lado y fue Emre quien junto con Leila la llevaron al hospital. Una niña. Öykü había dado a luz a su segunda hija, tercera en el cómputo total mientras Ayaz corría de camino al hospital. Can sonrió y pasó a la siguiente. Era de Sanem. Estaba apoyada en el tronco de un árbol donde colgaba su red marinera cuajada de nudos. Ni se acordaba de haber tomado esa fotografía.
Decir que Sanem estaba hermosa era quedarse bastante corto. Su cabello, bastante más largo ahora que cuando la conoció, estaba echado sobre su hombro izquierdo, su vestido pre-mamá evidenciaba ya su estado de veintisiete semanas. La mano izquierda lucía nudillos casi blancos los cuales demostraban que estaba intentando controlar su mala leche, pero eran sus ojos los que atraían más de esa imagen. Sus ojos de gacela, casi siempre dulces y que reflejaban amor y cariño, brillaban en esos momentos desafiantes y con la ira de los celos contenidos.
Can se pasó la mano por la barba e intentó ocultar su media sonrisa, pero ésta fue más que evidente para su amigo de la infancia que, se acercó por detrás y echó un vistazo sobre su hombro para ver qué le hacía sonreír.
-Incluso enfadada está preciosa. No he visto una modelo más natural que ella -dijo Akif señalando los ojos de Sanem en la imagen reproducida de 20x30-. Espero que esa mirada no fuera dirigida a ti.
-Pues no, en esos momentos estaba fotografiando a Arzu, la mujer pulpo. Sanem no puede con ella. Le tiene una tirria que ni te cuento.
-Sanem tiene belleza natural y Arzu es una muñeca de plástico. Quítale el maquillaje y pierde enteros. ¿Te acuerdas de las fotos que le hiciste a Sanem para la campaña de Mujer hace unos años? ¿Aquélla que casi termina con tu carrera?
(¡Como para olvidarlo!)
-Cuando las pasé por el filtrado y las mandé a imprimir formaron un gran revuelo entre mis chicos.
Can lo miró con cara de pocos amigos.
-No me mires con esos ojos de león a punto de lanzar un zarpazo a mi cabeza, sabes que llevo razón. Será tu mujer y lo que tú quieras, pero Sanem tiene brillo, tiene luz propia incluso si tú no fueras el que la fotografiara... Enamora a la cámara. La cámara la adora.
-Lo sé.
-Jamás entendí que te marcharas y la dejaras atrás. Sí, sí, ya sé... -continuó cuando vio que Can lo miraba con el entrecejo fruncido y fiereza en los ojos-, no soy nadie para meterme en tus asuntos más personales. Y eso por no contar que en lugar de un libro abierto eres una caja fuerte cerrada con doble combinación, pero...
-Akiiif -advirtió Can antes de que pudiera continuar por unos derroteros que no quería.
-Mira ésta -le señaló Akif tras quitarle la carpeta de las manos y pasar un par de imágenes. ¿No te recuerda a la que tienes doblada en la cartera?
Can le arrancó la fotografía de la mano. Llevaba razón. La única foto que conservaba de ella de la época anterior a su marcha era muy parecida a ésa, faltaba la corona de margaritas y, por supuesto, que la silueta de Sanem estaba bastante diferente en estos momentos.
-Can, mírala bien. Incluso embarazada le hace sombra a esas ocho modelos que has inmortalizado con tu cámara. Mira sus rasgos, su perfil.
Akif depositó la foto en la carpeta y extrajo otra.
-Fíjate en ésta. La pillaste de perfil. Tío, eres increíble con la cámara, eso no te lo discuto, pero esa perfección... ni tú eres capaz de captarla. ¿Qué zoom le metiste? Puedo contar hasta el número de pestañas que tiene, los ojos me lagrimean porque casi puedo ver el sol reflejado en su tez y... fíjate en los labios. No lleva ni una pizca de color en ellos pero es que ni falta que le hace, lucen rojos y brillantes como si le hubiera pegado un mordisco a una de esas fresas que salen en esta otra.
(«Caray, chavalote, ¿a tu amigo le pone mi Sanem? Huy, perdón, ¿nuestra Sanem?»)
Can rechinó los dientes. Imposible contestarle a esa descarada en esos momentos. No entendía que se le hubiera pegado al cogote. ¿Cómo era posible que se hubiera desligado de Sanem y hubiera terminado pegada a él? Era escalofriante, sobre todo porque la puñetera voz tenía el mismo timbre, metal y cadencia que la de ella.
-¿Tengo que partirte la boca? -preguntó muy serio Can a su amigo.
-¿Có-cómo dices? -tartamudeó Akif.
Ante la cara de espanto de su amigo, Can por fin soltó una carcajada.
-¿Es hermosa, verdad?
-Mucho, Can. Pero lo de menos es su belleza. Tiene un halo de algo que no soy capaz de expresar con palabras. Recuerdo la primera vez que la vi. Se sentó ahí mismo -dijo señalando hacia el sillón de tres plazas que aún pervivía en su despacho-. Vi arrobo en sus ojos cuando te miraba. Era como ver a un niño que está ante su ídolo deportivo. Me quedé totalmente desubicado cuando dijiste que no estabais comprometidos, sobre todo porque reconocí el deseo y el anhelo en tu mirada cada vez que te girabas hacia ella.
Can agarró la carpeta de manos de Akif y se sentó justo donde había señalado éste segundos antes. Se puso la carpeta abierta sobre el regazo y fue pasando fotos. Todas y cada una de ellas eran de su mujer.
-Estuve un año sin poder pulsar el obturador de mi cámara. Un año entero que me tiré perdido por esos mares de Dios y fui incapaz de apretarlo pese a que miraba mil y una vez por el mirador, enfocaba y todo me parecía gris, sin brillo, sin ningún tipo de atractivo. Luego regresé. Regresé y mi padre vino al rescate para ponerme las pilas. La primera vez que pulsé el obturador de mi cámara fue para inmortalizarla en un columpio. Can se echó hacia atrás y apoyó la cabeza en el respaldo del sillón. No sé qué suerte de embrujo me unió a ella, Akif. Sólo sé que me perdí y me encontré en los breves segundos que duró un beso que le di a una desconocida en uno de los palcos de la Ópera.
-He leído el libro de Sanem y te diré algo... tiene en la pluma la misma clase de magia que irradia de su corazón.
Can se incorporó en el sofá, dejó la carpeta sobre la mesita de café que tenía ante sí y apoyó los antebrazos en sus rodillas dejando sus manos colgar libremente entre sus piernas abiertas.
-La rompí en mil pedazos, Akif. La rompí al igual me rompí yo mismo. Cuando regresé y la vi, comprendí que no podía hacerle más daño, intenté mantenerme alejado de ella pero es imposible mantenerse alejado de la luz que te sostiene aunque ésta en lugar de brillar tan solo titilee. Su luz estaba casi apagada, Akif. Faltaba vida en ella. Que yo me marchara fue culpa de ambos. Yo me dije muchas veces que ella no había confiado para nada en mí, que había creído a un recién llegado en lugar de creerme a mí. No puedo ni contarte la de veces que analicé todo lo ocurrido mientras salía del Mar de Mármara, atrevasaba el Egeo o entraba en el Mediterráneo. Creo que mi Cuaderno de Bitácora está lleno de reflexiones, de recuerdos y, aun así, pese a todo, no podía culparla a ella, no sé qué ocurría pero algo no estaba bien y no supe verlo. Intenté varias cosas que no surtieron efecto. Me acusó de querer manipularla con la edición de su novela y quizás tuviera razón, pero es que mi sexto sentido me decía que Yiğit no era trigo limpio. Como te digo... no puedo culparla de nada, en el amor no hay culpas, Akif, pero sí malas decisiones. Y aquel día en el que me marché yo tomé una mala decisión. Me reafirmé en ella incluso tras estar esperándola casi un día entero en nuestra cabaña esperando que ella fuera siquiera a comprobar que yo no estaba allí. Pudo parecer que cogí el camino fácil, pero en mi vida me he encontrado con un camino más complicado ni lleno de espinas. Era imposible vivir sin ella. Los primeros días en alta mar casi estuve a la deriva. Fijé el timón y dejé que el mar me mostrara el camino. Tres días sin ver otra cosa que el techo del camarote, levantándome del catre sólo para ir al baño o comer algo. Pasé por una depresión en toda regla. Paraba en puerto sólo cuando ya no tenía remedio. Poco antes de mi vuelta, al día siguiente de atravesar el Estrecho de Gibraltar, atraqué en Málaga y allí ocurrió algo. Conocí a una chica que estaba casi tan perdida como yo pero que pese a todo el tiempo perdido aún seguía teniendo su fe y su esperanza intacta. No sé cómo explicarlo pero algo en su manera de mirar y de ver la vida me recordó tanto a Sanem que, pese a lo derrotado que me sentía conmigo mismo me hizo poner rumbo a Estambul. No volví con la intención de verla ni de quedarme y si te digo lo que ocurrió en Esmirna probablemente me taches de loco, pero la vi allí. En un cine antiguo, casi puede decirse que lo predije porque esa misma experiencia que una vez me inventé para callarle la boca a Fabri fue la que se desarrolló tal cual. Pero con una gran diferencia. Me quedé allí plantado como un pasmarote intentando hacerme invisible y rezando para que ella no se girara y a la par deseando que lo hiciera y se arrojara a mis brazos. En mi vida me he sentido tan perdido como aquel día.
-Can -interrumpió Akif- para ya, hombre. Me vas a matar de pena.
Can palmeó la rodilla de Akif.
-Tú has tenido bastante más suerte que yo, no has pasado por un infierno con tu chica.
-En eso tienes razón, las cosas entre Elif y yo no es que fueran de color de rosa pero no puedo quejarme.
-Elif es un encanto, hombre.
-Bueno, tiene sus momentos. Cuando explota es mejor salir corriendo. Lo bueno que tiene es que tras pegar tres chillidos se viene abajo y es como mantequilla.
-Espero que no te oiga decir eso, hombre -dijo Can pasando a otra foto de la carpeta-, podría enfadarse.
-No, no, tranquilo, si ya sabe que lo sé. Ella misma lo reconoce, por eso cuando ve que está en su punto de ebullición me insta a coger a los niños y bajarme al parque hasta que se le pasa el cabreo. ¿Te dije que una vez estrelló un plato contra el suelo? Mi respuesta fue comprarle una vajilla nueva. Si romper un plato logra calmarla... por mí que los destroce todos.
-Akif, eres de lo que no hay. ¿Cómo hemos terminado hablando de platos?
-No sé... ¿cómo es que don hermético ha soltado todo lo que has soltado por esa boca?
-Buena pregunta. Últimamente me guardo menos cosas. Con Sanem es fácil echarlas todas fuera.
-Hablando de otra cosa. ¿Qué tal con tu madre? Metin me ha dicho que ha vuelto a Estambul.
-No hablo con ella. Si me cruzo en la agencia o en la propiedad casi refunfuño el saludo de rigor y evito estar en el mismo lugar. Ya sabes lo que opino al respecto.
-Vamos, hombre, es tu madre.
-Mi madre. Bonita palabra. ¿Cuándo ejerció como tal? -preguntó Can buscando la mirada de Akif- ¿Cuando me abandonó con cinco años? ¿Cuando despreció a Sanem? ¿Cuando conspiró con Yiğit y lo hizo pasar por paralítico y me echó la culpa de que lo había dejado sentado en una silla de ruedas? ¿O cuando volví e intrigó a mis espaldas para mantenerme alejado de Sanem? Estamos de acuerdo que intentó arreglarlo. Pero no puedes arreglar algo que te has encargado de destrozar con ambas manos. Hüma está muerta para mí. Sanem me ha convencido para que tenga una oportunidad con los críos y no pienso quitarle el ojo de encima cuando esté con ellos. Como se le ocurra siquiera hacerle la quinta parte del daño que me hizo a mí... juro que no vuelve a pisar Estambul en lo que le quede de vida. Me da igual si se vuelve a Australia o vive en Suiza. La palabra madre le va muy grande y veremos si con la palabra abuela no sucede lo mismo.
Can cerró la carpeta y se puso en pie.
-Gracias por todo.
-La próxima vez búscate otra imprenta. Me sale muy caro tenerte de amigo.
Can lo abrazó con fuerza.
-La próxima vez volveré a recurrir a ti. Haces un trabajo excelente y tienes unos precios inmejorables. Por cierto, te haré llegar la nueva campaña de MacKinnion. Creo que te va a encantar y esta vez he sumado un 10% a tu tarifa, para que luego te quejes.
-¿Has vuelto a trabajar para MacKinnion? ¡Es genial!
-Sí, bueno, con Fabri entre rejas todo es mucho más sencillo. Me presentó a su hermana y a su sobrino de dos años. Ese niño, Berkant, se parece a su tío hasta en el color de ojos, pero esos cabellos negros... No sé, tío, mi intuición... -dijo llevándose dos dedos al rostro para golpearse con ellos la nariz-. Algo me dice que hay gato encerrado. Llámame conspiranoico pero la hermana de MacKinnion no está ocultando la identidad del padre de ese niño por gusto.
En ese momento le sonó a Can el móvil.

«Buen análisis de la situación. Tu intuición es bastante mejor de lo que esperaba.»

Erkenci KuşWhere stories live. Discover now