Capítulo 3

6.9K 576 705
                                    

Albedo

4 de Enero – 04:30 AM

Espinadragón – Tienda de Albedo

Sé que a Aria no le haría ninguna gracia que continuara trabajando incluso a altas horas de la noche. No obstante, una vez que comenzaba con mis experimentos, me era casi imposible detenerme. Sólo iba a la cama cuando estaba absolutamente rendido, así que, hasta ese momento, me mantenía observando minuciosamente las reacciones de distintas muestras de aquella montaña en tubos de ensayo. Necesitaba saber lo que ocultaba Espinadragón cuanto antes, pues bien sabía que mi porvenir y quizá el de todo Mondstadt estaba ligado a aquel lugar. Había algo... o quizá alguien... en mi interior que amenazaba con destruirlo todo. Y no iba a permitirlo, no mientras quedase un pequeño rastro de cordura en mi mente.

"Nunca me perdonaría hacerle daño a Aria", pensaba habitualmente al mismo tiempo que mezclaba los distintos químicos en virtud de complicados principios alquímicos.

-¿?: ¿está despierto, señor? –escuché una voz femenina en el exterior de la tienda.

Por supuesto, era toda una sorpresa que alguien, especialmente a aquellas horas y en aquel gélido lugar, se presentara ante mí. No obstante, tenía la ligera idea de quién podía ser.

-Albedo: adelante –volví a colocar los tubos de ensayo en la mesa, para poder atender aquella visita con propiedad.

-Sacarosa: no sé si desear buenos días o buenas noches, señor Albedo –soltó una dulce risita, mientras la joven peliverde se adentraba en la tienda.

Sacarosa era una alquimista verdaderamente curiosa, lo cual respetaba absolutamente. Sin curiosidad no podría haber existido la alquimia. Sin embargo, ella a veces tenía una voluntad incluso mayor que el resto de sus compañeros de interesarse por mis investigaciones. La hallaba en lugares inhóspitos que sólo yo acudía, así como a horas que nadie más transitaría en nombre de la alquimia.

Tampoco era la primera vez que entraba a mi tienda, cosa que ni Timaeus, pese a su entusiasmo, se atrevió a pedir jamás.

-Albedo: ¿en qué puedo ayudarte, Sacarosa? –pregunté sin preámbulos, aunque procurando parecer amable-. ¿Necesitas que te preste otra vez ese libro?

Ella siempre se veía nerviosa y tímida. Se recolocaba las gafas una y otra vez al resbalar éstas constantemente debido al sudor. Aún así, hoy se veía especialmente intranquila.

-Sacarosa: eemmm... No... -musitó. Mantenía los dedos de sus dos manos entrecruzados y su Visión Anemo brillaba ante el fuego de la hoguera central- Yo...

Se aproximó a la mesa, donde yo me encontraba, y pareció reunir todas las fuerzas posibles para mantenerme la mirada. Sus mofletes estaban enrojecidos.

Cogió aire. Fue un largo suspiro que no sabía cómo interpretar.

-Sacarosa: yo...

No sabía qué quería hoy e, incluso tras pasar varios minutos, no había forma de que ella se expresara de una vez. ¿Cuándo podría seguir con mi trabajo?

-Albedo: Sacarosa, ¿ha ocurrido algo? –intenté ser lo más diplomático posible, pero las relaciones sociales nunca habían sido lo mío.

Cada vez se ponía más roja. Creí que, en cualquier momento, iba a dejar de respirar.

-Sacarosa:... ha ocurrido desde hace ya muchos años, señor Albedo –dijo al fin-. Yo... -apretó sus manos con mayor fuerza para contener su elevado nerviosismo- ¡le amo!

Quedé paralizado, lo cual ella aprovechó para explotar en palabras y emociones.

-Sacarosa: ¡le amo profundamente, señor Albedo! –gritó de pronto, rodeando la mesa para acercarse aún más a mí. Apenas unos centímetros de distancia nos separaban-. ¡Mi corazón es suyo!

Sólo había aprendido a sobrellevar conversaciones sociales simples, no a responder a una declaración de amor. Pero mi silencio y la apatía de mi rostro no fueron obstáculo para ella.

Se abalanzó sobre mí y me estampó contra la estantería (los libros y frascos tambalearon, pero, por fortuna, nada cayó), lo que no me dejaba ninguna escapatoria. Y presionó mi cara con sus dos manos para obligarme a recibir su impulsivo beso.

Entonces, antes de que ella alcanzara su objetivo, una incomodidad y enorme desagrado colmaron mi corazón.

La aparté de mí de un empujón. Ni siquiera lo pensé, pues mi cuerpo reaccionó solo. Aquello provocó que Sacarosa se diera contra la mesa y removiera su contenido. Los tubos de ensayo desparramaron su contenido por la tabla y el suelo.

-Sacarosa: no tenías que hacer eso –su voz cambió por completo. Su mirada se había ensombrecido y me estremeció. Apenas había conseguido agarrarse a la esquina del mueble para no caer.

-Albedo: Sacarosa... lo sie...

Y me dejó con la palabra en la boca, pues, rauda, huyó del lugar. Pude escuchar sus sollozos antes de desaparecer por completo de mi vista.

El Pecado del Alquimista [+18] (Genshin Impact)Where stories live. Discover now