Capítulo 48

2.7K 321 179
                                    

Albedo

24 de Septiembre – 09:07 AM

Mondstadt – Cueva

Al final, debido a la extenuación, me quedé dormido con sus brazos envolviendo mis hombros. Incluso dormida, no había reducido la rigidez de aquel extraño abrazo que me obligó a padecer.

Al menos el dolor de cabeza había pasado, así como el súbito pánico que sufrí al ser testigo de un vaivén de tenebrosos sentimientos que me superaron. No quise ni ponerles nombre, me limité a rezar para que desaparecieran de mi alma. Me daban demasiado miedo.

-Aria: buenas días, Al –saludó mi hermana, sonriente, pese a lo sucedido anoche.

Suspiré.

-Albedo: ¿podrías soltarme ya?

Ella pegó un brinco sobre el saco y me soltó al instante.

-Aria: ¡lo siento, lo siento mucho! –se levantó rápidamente y se arrodilló de forma exagerada-. ¡No sé qué me pasó! –soltó sin pensarlo-. Bueno sí –se sinceró-, ¡pero no debí ser tan bruta!

-Albedo: será mejor que lo olvidemos –comenté, recuperando el control de mis emociones y mostrando calma al fin.

-Aria: ¿no quieres hablar de ello? –preguntó, ilusionada-. No quieres que... ¿te cuente sobre nosotros?

Ante aquella oferta, volví a enmudecer por un largo instante.

-Albedo: no –dije finalmente, siendo lo más racional posible.

A ella pareció que el mundo se le derrumbaba.

Cogió aire y reunió fuerzas para no llorar de nuevo delante de mí. Debí haberle ofendido en demasía. No obstante, era lo mejor para los dos. Lo que fuera que nos uniera en el pasado, si traía aquellos sentimientos, prefería no saber nada.

***

Albedo

25 de Septiembre – 0:42 PM

Mondstadt

Esta vez pernoctamos en el exterior, sobre la cómoda hierba. El viaje de aquel día había sido especialmente desagradable. De hecho, rechacé el pollo que había traído para mí y me limité a comer la fruta que encontraba por el valle. Aquello volvió a herirla, pero debíamos guardar distancia. Hacía tiempo que no activaba mi Visión, ni siquiera para defenderme de Sacarosa. Todo fue demasiado para mí.

Sin embargo, ahora era yo quien no podía dormir, así que salí del saco y me dispuse a pasear por el bosque. Necesitaba atemperar mis ánimos.

"Cada vez que veía su rostro, mi corazón sufría", aquella verdad rondaba mi mente una y otra vez. No había manera de alejar a Aria de mis pensamientos... y parecía que tampoco de mí mismo.

-Albedo: no puede ser –musité, al verla tras los árboles.

De hecho, ahí estaba de nuevo. Debió seguirme desde nuestro último asentamiento improvisado. ¿Cómo había conseguido que no escuchara sus pasos?

-Aria: oh –expresó, sorprendida-. Pensé que iba a aguantar un poco más sin que te dieras cuenta.

-Albedo: tienes que parar esto, Aria –ya no había lugar para la cordialidad.

-Aria: ¿parar el qué? Si no somos nada, ¿no? –lanzó como un envenenado dardo-. ¿Acaso yo no puedo ir a pasear también?

Ella tampoco quería seguir con una falsa diplomacia que ninguno de los dos tenía ya fuerzas de sostener.

-Albedo: no sé qué sentía por ti –fui directo, presto a acabar con aquello-, pero no era nada bueno.

Ella dio unos pasos más para aproximarse a mí, y yo los di hacia atrás.

-Aria: evitas mirarme –señaló acertadamente-. Ahora, durante el día, incluso caminas más lejos de mí.

-Albedo: y así lo seguiré haciendo.

-Aria: ¡¿Por qué?! –espetó, enfadada.

Debía ser claro de una vez. Tal vez revelando aquellos oscuros y dolorosos sentimientos, al fin ella me dejaría en paz:

-Albedo: porque –cogí aire- cada vez que te miro, quiero besarte.

Y se dio el esperado sepulcral silencio.

Imaginé que, fruto del asco, ella marcharía. Al fin y al cabo, era su hermano. Desconocía por completo cómo se había gestado en el pasado aquella aberración dentro de mi corazón, pero no merecía otra cosa que separarme de ella.

-Aria: entonces hazlo –dijo de pronto, dejándome boquiabierto.

-Albedo: ¿qué estás diciendo? –repliqué, también enfadado-. ¡Soy tu hermano!

A la velocidad de un rayo, se aproximó a mí y tomó mi abatido rostro con las dos manos.

-Aria: eres mi Al –sostuvo.

Y me acarició con sus tiernos labios, dejándome fuera de juego.

Seguía sin saber el porqué, pero el sentimiento era ahora claro como el agua. Sentía una necesidad imperiosa de apoderarme de ella que, a consecuencia de aquel mágico beso, se enardeció de forma demencial. Era una oscuridad aterradora y pecaminosa que colmaba mi alma por completo. Perdido en su boca, agonizaba y moría de felicidad al mismo tiempo.

Poco a poco, aquel beso se me encaprichó insuficiente, así que, tras perder mi raciocinio, agarré con fiereza sus muñecas y la empujé contra un árbol, donde comencé a saborearla con mayor ferocidad. Parecía que una bestia me hubiese poseído y ahora canalizaba la frustración de años en aquel breve momento.

"Devórala", ordenaba una voz demoníaca en mi fuero interno.

Ejerciendo la presión adecuada, abrí más su boca y metí mi lengua en su interior. Pude comprobar que ella se sorprendió ante aquella obscenidad que yo nunca antes había realizado, pero pareció disfrutarlo. Su lengua se removió con la mía mientras sus peligrosos gemidos seguían volviéndome loco.

Pero la razón no iba a estar siempre en un segundo plano.

-Albedo: ¡no! –me aparté de ella de forma brusca-. ¡¿Qué estoy haciendo?!

Angustiada, Aria trató de tranquilizarme. Sin embargo,yo sólo necesitaba ahora una cosa: correr.

El Pecado del Alquimista [+18] (Genshin Impact)Where stories live. Discover now