Capítulo 39

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Aria

9 de Septiembre – 08:11 AM

Liyue – Casa de Tartaglia

Una vez más, perdí la consciencia y despertaba en otro lugar. En esta ocasión, disfrutaba de una gran y cómoda cama. Quise pensar que sería la de Xiao (y no la de aquella cuarto-celda en la que me apresaron los Fatui), pero aquella habitación no era suya en absoluto. Era una estancia cuadrada y mucho más pequeña, con una puerta a la derecha y una ventana encima del cabecero de la cama.

"Oh... sé perfectamente dónde estoy", deduje con prontitud pese a aquel primer desconcierto.

-Tartaglia: me alegra que ya estés despierta –sonrió tras abrir la puerta.

Portaba una bandeja con el desayuno en las manos: bollería, zumo y, cómo no, ¡fresas! Sin duda, parecía otro intento de reconquista. Y un deja vu de un suceso pasado no muy agradable.

-Aria: ¿qué hago aquí, Tartaglia? –dije, agotada por tener que verlo de nuevo.

-Tartaglia: alguien tenía que cuidar de ti tras tu desmayo en la fiesta, así que yo, por supuesto, tomé la responsabilidad –guiñó un ojo, pícaro.

-Aria: espera... ¿estabas en el banquete? –no recordaba haberlo visto por ninguna parte.

-Tartaglia: sí, aunque en un reservado –explicó.

Colocó la bandeja encima de mi regazo y me ofreció los cubiertos. Yo, por supuesto, me mostré reacia a tomar nada de él.

-Tartaglia: comer el desayuno no te obligará a volver conmigo, Aria –aseguró, y noté que le costó mantener aún más aquella sonrisa delante de mí.

"Tal vez me esté pasando con él", sentí culpabilidad. Así que, por educación, comencé a atacar el obsequio que me habían preparado. Tras un breve sorbo de aquel zumo de naranja, tomé un pedazo de fresa y, con gozo, lo saboreé en la boca.

-Tartaglia: veo que tus gustos no han cambiado –rió, al observar mi entusiasmo.

Se tomó la confianza de sentarse al borde de la cama, lo cual se me hizo incómodo, pero yo ya estaba demasiado ocupada en la comida. Aquellas fresas se deshacían con pocos mordiscos. Y supuse que las había debido comprar aquella misma mañana para mí.

Sus atenciones tampoco habían cambiado. Seguía siendo aquel modelo de chico perfecto.

-Tartaglia: ¿por qué te desmayaste, Aria? –su curiosidad era notable.

Y, ante aquella pregunta, un oscuro momento emergió en mi mente. Desde que había despertado, de alguna forma, lo había bloqueado dada su intensidad. No obstante, ya fuese ahora o más adelante, iba a acabar explotando de nuevo.

"Mi hermano se ha olvidado de mí", se me cayó el tenedor sobre la bandeja, lo que alarmó a mi espectador. Mi cuerpo se debilitaba.

Y las lágrimas pudieron conmigo.

-Aria: no... no puede ser –me llevé las manos a la cara para ocultar aquel torrente de emociones que me sobrevenía. Aún mantenía el moño que me habían preparado para el evento.

-Tartaglia: ¿Aria? –su tono era de profunda preocupación-. ¿Qué ocurre? –insistió, pero yo no era capaz de articular palabra. Sólo lloraba como una cascada-. Si alguien te ha hecho algo... juro que lo mataré –su seriedad era escalofriante.

Me retiró una de las manos para comprobar mi estado, ¿pero qué esperaba encontrar aparte de a una mujer al borde del abismo? Mi corazón era un océano de melancolía y aquello era reflejado en mi rostro. Incluso el cuerpo me temblaba.

Al contemplar mi tormento, su mirada se ensombreció y me rodeó entre sus brazos. Yo no puse ninguna resistencia, no tenía fuerzas para nada más que para maldecir a aquel mundo, así que me dejé caer sobre aquel traje gris.

-Tartaglia: verte así me destroza –susurró en mi oído, mientras me abrazaba con fuerza. Sus cálidos brazos trataban de frenar mi tembleque, como si su origen fuese el frío y no la pena. Sin embargo, supuse que no era más que un instinto por intentar protegerme, por intentar aislarme de aquello que tanto me hacía sufrir.

Y yo... agradecí, en aquel momento, un abrazo.

-Aria: Al me ha olvidado, Al me ha olvidado –repetí, como si se tratara de un delirio.

-Tartaglia: ¿cómo iba a olvidarte?

-Aria: no sabía nada de nuestro pasado –musité-. Le hice preguntas que sabía que sólo él podría responder y –cogí aire, sentía que me faltaba- se le veía tan... tan... confundido.

Él se apartó un poco de mi cuerpo para mirarme directamente a los ojos.

-Tartaglia: escúchame, Aria –pidió con ternura. Sus ojos azules me miraron con determinación-. Sea lo que sea, lo solucionaremos, ¿vale?

Era imposible no sentirse arropada por aquella paternal actitud.

-Aria: si lo pierdo, juro que moriré –confesé en un instante de debilidad.

-Tartaglia: no voy a permitir que mueras, Aria –fue tajante y, dulcemente, me besó en la frente.

Entonces, un fuerte estruendo hizo temblar toda la estructura de la casa. El vaso de zumo flaqueó y se derramó por toda la bandeja. Afortunadamente, no cayó nada sobre la cama.

-Xiao: apártate de ella –su mirada era la de todo un depredador. Nos asombró a ambos.

Sin embargo, el Onceavo no se apartó ni un milímetro. Con una gran sonrisa en su rostro, pretendía desafiar a aquél que consideró un intruso.

-Tartaglia: de nuevo el Cazador de Demonios, ¿eh? –soltó una carcajada hiriente-. ¿Acaso crees que es de tu propiedad?

El lancero, presto a una sangrienta batalla, atravesó el umbral y se adentró en el pequeño dormitorio.

-Xiao: me basta saber que no es de la tuya.

Debía hacer algo... ¡ya! Y, por supuesto, lo primero era librarme de los brazos de Tartaglia, quien no pretendía despegarse con facilidad. No obstante, de un empujón traicionero, pude echarlo de la cama.

-Aria: no te preocupes, Xiao –era lo segundo que debía hacer, decir que todo estaba bien-. Él sólo me ayudó porque me desmayé en la fiesta.

-Xiao: ¿Que te desmayaste? –exclamó, sorprendido-. ¿Cómo que te desmayaste?

-Aria: te lo cuento en la Posada, ¿está bien?

-Xiao: primero lo mataré, después me lo cuentas en la Posada –trató de corregir, alzando su verde lanza.

-Aria: ¿Acaso no debías proteger a las gentes de Liyue? –intenté alegar a su deber para calmarlo.

-Xiao: está claro que él no es de Liyue, Aria –acertó con ingenio.

Me arrastré por la cama y agarré también su atemorizante arma.

-Aria: por favor... -rogué, con ojos de cachorro-. ¡Tú no matas seres humanos!

-Xiao: esta vez haré una excepción.

-Tartaglia: a mí me encantaría pelear contigo, señor adeptus –seguía sonriendo con sorna, incluso con mayor excitación que antes-. Serías un buen trofeo para mi colección mental de palizas.

Se respiraba demasiada testosterona en el aire.

-Aria: ¡no estás ayudando! –le grité.

Y él se encogió de hombros.

El Pecado del Alquimista [+18] (Genshin Impact)Where stories live. Discover now