Capítulo 25

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Albedo

10 de Marzo – 10:22 AM

Espinadragón – Cueva del Destello Estelar

Mi cuaderno era desolador cada vez que lo abría. De forma involuntaria, entre mis anotaciones, acababa dibujando algún retrato de Aria. Aquello empeoraba mi estado, pues ver su "rostro" entre aquellas hojas, no me permitía ignorar el hecho de que... me sentía vacío sin ella. El tiempo nunca había transcurrido con tanta lentitud, y su posible, y cada día más remoto, regreso me dejaba sin respiración.

La echaba inmensamente de menos.

Cuando estaba en el campamento y llegaba la una, incluso aún más oscuridad empequeñecía mi espíritu. No obstante, cual robot, seguía con aquella casi infinita investigación. Al menos Timaeus se había dado cuenta de que, cada vez que la mencionaba, el ambiente se ennegrecía, así que nos limitábamos a hablar de lo mínimamente necesario. Era un avance que él atribuiría al evento traumático con los Fatui.

Ahora caminaba entre las rocas nevadas de la montaña, escrutando todos sus secretos y misterios. Eran, sin duda, apasionantes los restos de la épica historia que rodeaba aquel lugar, pero era incapaz de disfrutarla. Me ceñía a mi objetivo: hallar algo que pudiera detener al dragón.

Sin embargo, hoy la brisa gélida se estaba convirtiendo en ventisca, así que tuve que refugiarme en una de las tantas cuevas. En su interior, pude ser consciente de que alguien más necesitaba alejarse de la fuerza del viento.

Me habían seguido. ¿Sería otro Fatui?

-Sacarosa: hacía tiempo que no podía contemplar de frente su rostro, señor Albedo –dijo ella, alegre por aquel reencuentro.

Yo, aterrado ante su súbita presencia, sólo pude cerrar mi cuaderno y guardarlo en uno de los bolsillos de mi casaca. Como de costumbre, pensé antes en la investigación que en mi propia seguridad. Por tanto, para cuando pude de nuevo volver a alzar la vista hacia mi ahora enemigo, ya estaba demasiado cerca de mi cuerpo.

Tomó mi mentón y volvió a intentar besarme, pero, tal y como pasó la primera vez, la empujé. Aunque traté de hacerlo con únicamente la fuerza necesaria para distanciarla.

-Sacarosa: yo no sería tan antipático conmigo, señor Albedo –advertía de forma siniestra.

Sin dejar de mirarla, caminé hacia atrás hasta que me golpeé con una pared rocosa. ¿Acaso no había escapatoria? Debió haber planeado enfrentarme precisamente en aquel lugar.

-Albedo: no lo entiendo –aseguré, decepcionado por toda aquella situación-. Eras una alquimista amable y atenta. ¿Por qué has cambiado tanto?

-Sacarosa: por ti –contestó con demasiada seguridad y se recolocó las gafas-. Ha sido demasiado tiempo amándote... ¡Soñando con un futuro juntos, señor Albedo! –gritó cual reproche-. No voy a permitir que lo eches todo por tierra. ¡Es conmigo con quien debes estar!

Se había vuelto loca.

-Albedo: eres una mujer inteligente, Sacarosa –intenté calmarla-. Estoy seguro de que te será fácil, cuando superes esto, encontrar a alguien mejor.

Debí meter la pata, porque se enfadó incluso más. Me agarró del cuello para presionarme contra la pared.

-Sacarosa: ¡¿Es que no lo entiendes?! –siguió gritando con sus ojos marrones humedecidos por la rabia-. ¡Te quiero a ti, y vas a ser mío!

Me estaba dificultando la respiración, pero me permitía al menos seguir obteniendo algo de oxígeno. Pese a ello, yo era incapaz de hacerle daño. Quería pensar que era algo pasajero, que pronto se le pasaría y volvería a ser la gran alquimista que era. Sacarosa no se merecía aquello.

-Albedo: por favor, Sacarosa... -tomé aire como pude- tienes que recapacitar.

-Sacarosa: seré más directa, señor Albedo –utilizó un tono amenazante-. Fui testigo de lo que pasó entre tu hermana y tú en esa tienda. Utilizasteis bien aquel afrodisíaco, ¿eh?

Entonces, me enfadé yo. Activé mi Visión e invoqué una flor Geo para hacerla salir por los aires. Aquel asunto era aún delicado.

Cayó a pocos metros. Su trasero tuvo que sufrir un buen golpe.

-Albedo: ¡¿cuál era tu intención con ese brebaje, Sacarosa?!

Se levantó del suelo rocoso de mala gana y recolocó sus grandes gafas.

-Sacarosa: ¿No es obvio? –inquirió y volvió a aproximarse a mí, ignorando mi predisposición a luchar-. Quería encontrarte en la tienda después de que lo bebieras, pero no esperaba que apareciera antes tu hermana.

"¿Iba a utilizar una droga para violarme? Aquello era sumamente oscuro", me dio un escalofrío. De hecho, era tan surrealista que me costaba creerlo.

-Sacarosa: si no quiere que cuente lo que hicieron determinados hermanitos... -comencé a comprender por qué estaba ahí y cuáles eran sus intenciones- va a tener que tratarme mejor, señor Albedo.

Desactivé mi Visión.

-Albedo: ¿vas a chantajearme, Sacarosa?

Ella ya comenzó a meterse en su nuevo papel.

-Sacarosa: ¿debería ser hoy nuestro primer día como novios, Albedo? –sonrió, triunfal.

El Pecado del Alquimista [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora