Capítulo 11

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Albedo

25 de Enero – 12:40 AM

Espinadragón – Campamento de investigación

Confiaba en Zhongli y en Venti, pero mi instinto me decía que algo malo iba a ocurrir. Tal vez estar tanto tiempo lejos de mi hermana, me estaba volviendo loco. Hasta ahora sólo los hechos habían captado mi atención para valorar todo tipo de situación. No obstante, cuando se trataba de ella, perdía todo raciocinio. Venti se encargaba de enviarme mensajes acerca de su progreso. Sabía que su estado de salud había mejorado sin aparentes secuelas, pero... necesitaba verla. Necesitaba comprobarlo por mí mismo.

Además, Timaeus no era la mejor compañía para tratar de olvidar, aunque fuese por un momento, a mi hermana. A diario me preguntaba por ella, pues le sorprendía que no llegara con la comida. Simplemente, le comenté que estaba enferma, ¡y seguía insistiendo!

-Timaeus: ¿ya está mejor vuestra hermana? –preguntó como era de esperar ahora que se acercaba "la hora" de siempre.

-Albedo: no sería conveniente que subiera Espinadragón hasta que no esté en perfectas condiciones, Timaeus –me costó controlar mi molestia, pero no pareció percibirla. Agradecí su simpleza.

-Timaeus: ¡la echo tanto –alargó las palabras para darle un toque de exageración- de menos!

Procuré no escuchar sus quejidos, pero aquel campamento era demasiado pequeño. Así debía serlo para que las antorchas calentaran todos los rincones con la suficiente intensidad.

No obstante, aquel día escuché algo más que al a veces insoportable Timaeus. Había pasos aproximándose a nuestra ubicación, y supe al instante que no venían ni uno ni dos... Era un grupo numeroso.

Cuando mi compañero también se percató de aquel extraño ruido, me miró con preocupación. De alguna forma, ambos sospechábamos que no traían nada bueno.

-Miembro Fatui: ¿es usted el señor Albedo? –preguntó uno de los ocho títeres de aquella acosadora organización. Utilizó demasiada educación para presentarse de una forma tan descortés en un campamento de investigación. Estaba claro que no venían sólo a hacer preguntas.

-Albedo: así es.

Su actitud había cambiado por completo: de mantenerse en las sombras a atacar a plena luz del día. Ni siquiera pronunciaron ninguna palabra más. Sencillamente, se abalanzaron hacia el campamento para llegar hasta mí. Timaeus intentó detenerlos con su propio cuerpo, pero yo pude alzarlo con un flor Geo para que no recibiera ningún golpe.

-Timaeus: ¡No, señor Albedo, déjeme bajar! –gritaba desde arriba-. ¡No permitiré que lo toquen!

"Ni siquiera tienes una Visión, Timaeus, es demasiado peligroso", suspiré, aunque admiré su valentía.

Saqué mi espada y me preparé para lo que fuese que iban a intentar.

-¿?: ¿Al? –me horroricé al escuchar aquella voz en las cercanías.

Ante mi mirada de pavor, los Fatui se volvieron hacia el nuevo visitante. Les resultó evidente que aquella joven de castaño cabello me importaba, así que ahora la situación había dado un vuelco. Mis sentimientos me traicionaron una vez más.

-Albedo: ¡Aria, corre! –grité con todas mis fuerzas.

Podían usarla como rehén para sacarme todo lo que quisieran.

-Aria: ¿qué está pasando, Al? –preguntaba, perpleja. En su mano, portaba su cesta, cuya visión me desalentó por completo.

"De todos los días que decidieras regresar... ¿tenía que ser hoy?", apreté mis puños. Aria se encontraba al otro lado del campamento, prácticamente en la entrada. Los Fatui se interponían entre nosotros, por lo que llegarían a ella mucho antes de lo que yo lo haría.

Entonces, ante la desesperación, de nuevo aquella voz me inundó. "¿Quieres que me encargue yo?", siempre usaba un tono malévolo, digno de un demonio. No obstante, en aquel instante, estuve tentado a rendirme ante su poder. Pondría en peligro a todo Teyvat con tal de salvar a mi hermana.

Pero no fui yo quien al final explotó de formidable energía... sino Aria.

Tras verme acechado por aquella amenaza, pude ser testigo de cómo de mi hermana comenzaron a brotar distintos elementos que se enardecieron en segundos. Halos de Hydro, Anemo, Cryo, Dendro, Electro, Geo y Pyro estallaron ante nosotros como bombas de puro poder.

Ella no tenía ninguna Visión.

Sin embargo, innumerables nubes elementales nos rodearon, aunque fueron los Fatui los únicos que sufrieron su rabia. Explotaban en su pecho y los estampaban contra las paredes, provocando que sus órganos se desparramaran por sus cuerpos. Era una escena sangrienta y a la vez hermosa, debido a los innumerables colores y brillos que aquella magia presentaba. Era un poder de gran belleza y a la vez gran brutalidad.

En un abrir y cerrar de ojos, el campamento se colmó de cadáveres Fatui. Ni siquiera Timaeus quiso bajar esta vez de mi alta flor.

Los tres nos quedamos en silencio, incapaces de articular palabra alguna. Fue mi cuerpo quien reaccionó cuando vi a mi hermana desfallecer sobre la nieve. Corrí hasta ella, esquivando los cadáveres, y la tomé entre mis brazos.

-Albedo: ¡Aria!

Por fortuna, aún seguía consciente.

-Aria: ¿qué ha pasado, Al? –parecía muy cansada. La capucha de su abrigo, que antes cubría su cabello, se había resbalado por su espalda.

-Albedo: eso mismo debería preguntar yo –miré un momento hacia atrás, atónito por cómo había quedado el campamento. Todo vial había sido destruido en el fragor de la batalla o, más bien, matanza-. ¿Acaso tienes una Visión o... varias de ellas?

-Aria: No... -posó su cabeza en mi pecho-. Yo sólo quise protegerte, Al... y simplemente ocurrió.

Estaba horrorizado.

-Timaeus: yo me quedo aquí arriba un tiempo, ¿vale? –comentó, asustado. Había intentado bromear con el asunto, pero su nivel de miedo se lo había impedido.

El Pecado del Alquimista [+18] (Genshin Impact)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon